martes, 31 de enero de 2023

La Iglesia del Buen Suceso (3): el Retablo Mayor y el Árbol de Jesé.


Sin duda el elemento más llamativo y de mayor valor de toda la iglesia del Buen Suceso es el retablo Mayor, una obra auspiciada y patrocinada por don José de Villar y encargada a José Fernando de Medinilla. Es una pieza única en Sevilla. Se trata del único "árbol de Jesé" que tenemos en un retablo mayor en nuestra ciudad.

El retablo Mayor tiene una calle central dividida en dos partes, una inferior donde se encuentra el camarín de la Virgen del Carmen; y otra superior donde se encuentra la hornacina del profeta Elías. 

Esta calle central está rodeada por una estructura con forma de arco triunfal que exalta a la Congregación hospitalaria de los Hermanos Obregones. En el ático podemos ver tres lienzos: el primero ilustra el descubrimiento de la imagen de la Virgen que hicieron dos enfermeros Obregones en una cueva de Tortosa mientras peregrinaban a Roma; el segundo representa la bendición de la imagen por el Papa Paulo V como Virgen del Buen Suceso; y el tercero es la Virgen del Buen Suceso en el Hospital de Madrid.

Las restantes pinturas aluden a los antepasados carnales del Redentor, formando un árbol genealógico que culmina en la concepción virginal de María. Todo este conjunto se atribuye al pintor Domingo Martínez, que debió realizarlo con anterioridad al 8 de septiembre de 1730 en cuya festividad mariana se inauguró la iglesia con la presencia del rey Felipe V.




Sobre el arco triunfal  tenemos las imágenes de los siguientes personajes bíblicos: 

En el arco exterior, comenzando por la base de la izquierda:
Abraham, Phares, Booz, Asá, Jonathan, Amón, Jeconías, Sadoc, David, Jacob, Mattám, Eliazar, Ajim, Abiud, Aran, Manases, Salomón y Judá.

En el arco interior y comenzando por la base de la izquierda: 
Isaac, Esrom y Aram, Obed, Abiá y Roboam, Ajax, Salatiel y Zorobabel, San José, Eliakim y Azor, Ezequias, Josafat y Joram, Abiv, Aminadab y Nasón, y Jacob. 




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lunes, 30 de enero de 2023

La Iglesia del Buen Suceso (2): la fachada.

 


La fachada principal de la iglesia del Buen Suceso, restaurada muy recientemente, es de ladrillo limpio, tal vez inspirada en la iglesia matriz madrileña del Buen Suceso, situada primitivamente en la Puerta del Sol, y que no se llegó a terminar, faltándole el frontón.

La portada es característica de la familia Figueroa, tanto de Leonardo como de su hijo Antonio Matías, que por aquellos tiempos intervenían igualmente en El Salvador y San Luis. Para el Buen Suceso estaban proyectados la construcción de dos torres que no se llevaron a cabo. 

La fachada dispone de tres hornacinas, siendo la del centro de mayor tamaño para recoger la imagen de barro cocido de la Virgen del Carmen. A ambos lados existen sendas hornacinas más pequeñas para recoger las representaciones de San José con el Niño y el Profeta Elías. Fueron realizadas por Darío Fernández.





En cuanto al interior del templo, la iglesia del Buen Suceso de Sevilla pertenece al tipo de iglesias de columnas pareadas que a principios del siglo XVIII se levantan en Sevilla, siendo esta del Buen Suceso no sólo la más avanzada de todas ellas, sino también la primera.

El alzado se resuelve a base de seis robustos pilares de cuatro columnas sobre pedestales, con ménsulas de mármol rojo y negro de indudable belleza, y otro orden de pilastras o cimacios que nos recuerdan los “dados brunelleschianos” a fin de obtener la máxima altura si alterar el clasicismo de sus diferentes elementos.


Las 24 columnas de pérfido, o mármol rojo de Morón fueron talladas por Pedro Roldán, padre e hijo, como si se tratarán de autenticas esculturas, de orden toscano y elegantísimo entasis.

El recinto sacro esta concebido en su conjunto con la idea barroca de crear una visión de ángulos contrapuestos y dar la sensación de un espacio mucho más amplio del que realmente existe. Para ello se recurre a inscribir una aparente planta de cruz latina, que tampoco lo es, con el coro alto corrido cual si cobijara naves laterales para romperse en el fingido crucero.


Junto a la fachada de la iglesia podemos ver un retablo cerámico dedicado a la Virgen del Carmen.


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domingo, 29 de enero de 2023

La Iglesia del Buen Suceso (1): una breve historia.

 


La iglesia del Buen Suceso de Sevilla es una de las grandes desconocidas de Sevilla. En estos días vamos a conocerla un poquito mejor, desde su historia hasta su hermoso interior con especial atención al retablo Mayor, una pieza única en nuestra ciudad.pero empecemos contando sus inicios.

La Mínima Congregación de los Hermanos Enfermeros Pobres fue fundada por Bernardino de Obregón en 1568 para atender a los convalecientes en los hospitales. En 1587 les fue entregada la gestión del hospital general de Madrid.

La advocación del Buen Suceso está relacionada con esta congregación. En 1606 dos hermanos del hospital de Madrid, Juan de Fontanet y Guillermo Martínez Rigola, realizaron un viaje a Roma para que el papa autorizara el hábito con el distintivo de la orden. En la sierra de Traiguera, provincia de Castellón, hubo una tormenta y se escondieron entre unas peñas, donde encontraron una imagen de la Virgen. 

Cuando se la mostraron al papa Pablo V este dijo: "Hermanos, buen suceso habéis tenido en vuestro viaje. Téngalo también vuestra pretensión", se quitó una cruz de oro que llevaba y se la puso a la Virgen. En 1607 colocaron la imagen en la iglesia del hospital general de Madrid y se creó una hermandad que la tuvo de titular.

En 1634 el superior de la congregación y hermano mayor del hospital general de Madrid envió al hermano lego Carlos de Urreón a Sevilla para fundar un hospital para convalecientes. Urreón le solicitó autorización al cabildo de la ciudad en 1635. Fue autorizado en 1637.


En esas fechas se fundó la Cofradía de Nuestra Señora del Buen Suceso de Sevilla. La Virgen del Buen Suceso se encontraba en un tabernáculo en la fachada de una casa de la calle Ejecutor Vega (actual calle Ortiz de Zúñiga), en la collación del Salvador. El cardenal arzobispo Gaspar de Borja y Velasco autorizó la fundación del convento de la congregación y que esta se uniese a la cofradía.

Los obregones compraron unas casas en la plazuela del Mesón de la Castaña, en la collación de San Pedro. Construyeron su hospital en este lugar.

La primera capilla que tuvo el hospital fue demolida en 1690 por su mal estado de conservación. Se desconoce quién diseñó el nuevo templo. El nuevo templo fue inaugurado el 8 de septiembre de 1730, festividad de la Virgen del Buen Suceso, celebrándose actos festivos solemnes durante ocho días.


El hospital fue desamortizado en 1835. Hubo un proyecto para su derribo, pero este no se llevó a cabo por mediación de la Junta de Beneficencia de Sevilla. Fue alquilado a Francisco de Abaurrea, que lo convirtió en casa de vecinos y mantuvo la iglesia. Posteriormente, el hospital fue vendido a José Capdevila, que lo derribó. Parte de la parcela donde se encontraba se utilizó para reformas urbanísticas del siglo XIX: se ampliaron la calle Ortiz de Zúñiga y la plaza de Argüelles (actual plaza Cristo de Burgos). 

La iglesia se mantuvo y Francisco de Abaurrea y su familia habitaron en la sacristía hasta que fueron expulsados por el régimen surgido de la Revolución de 1868, que destinó el templo a local de reuniones del batallón de voluntarios del distrito de San Pedro y a almacén de objetos incautados. En 1883 las monjas mercedarias, expulsadas del convento de la Asunción, se instalaron en este lugar hasta 1895.

El 16 de julio de 1896 el cardenal arzobispo Marcelo Spínola entregó el templo a los carmelitas calzados, que residen en una casa contigua a la iglesia.


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sábado, 28 de enero de 2023

La hornacina de la calle Vida.

 


La estrechez de la Calle Vida no ayuda a que las personas que pasan junto a la casa del número 6 se den cuenta de la existencia de esta pequeña hornacina que se encuentra en su fachada a una altura aproximada de unos dos metros.

Si estamos atentos podemos verla casi en la confluencia de la citada calle con la calle Judería. La imagen de la Virgen con el Niño es de pequeño tamaño y está sobre un pedestal donde se representa a la cruz de Jerusalén o cruz de las cruzadas.

Un pequeño cerrojo fácil de abrir completa la reja que la proteja.



miércoles, 25 de enero de 2023

La Iglesia de San Andrés (17): la Capilla Sacramental.

 


En la cabecera de la nave de la Epístola nos encontramos la Capilla Sacramental. La puerta ocupa casi el ancho de la nave y está coronada por un arco de medio punto sobre el que están colocados dos ángeles lampareros y sobre ellos un cuadro de la Anunciación. Justo antes de entrar podemos ver dos lienzos de distinto tamaño y una pequeña pila para el agua bendita de mármol blanco colocados sobre las paredes que dan paso a la capilla. En la capilla está enterrado Valdés Leal.


La Capilla Sacramental posee dos tramos de planta cuadrada cubiertos con bóvedas semiesféricas con linterna, decoradas con pinturas al fresco de Valdés Leal o su hijo , que representan a los Evangelistas, los Padres de la Iglesia, Santa Inés y San Juan Evangelista. A la izquierda de la capilla existe un vano con escalinata de tres peldaños que da acceso al presbiterio del templo.



Entrando a la capilla nos encontramos de frente el retablo de la Virgen del Rosario, de estética barroca  fabricado en madera ensamblada y dorada. Se atribuye su construcción a Bernardo Simón de Pineda y ha sido datado en el último tercio del siglo XVII, aunque se cree que algunas partes fueron realizadas por otro autor del que se desconoce su nombre.



La talla sedente de Nuestra Señora del Rosario sosteniendo al Niño Jesús que porta un rosario ocupa el centro del retablo y, aunque no se conozca a ciencia cierta quién fue su autor, se vincula a Pedro Roldán en el último tercio del siglo XVII. De estética barroca, la talla fue estofada y policromada. Mide un metro y cinco centímetros de altura.

La hornacina central está acompañada por cuatro columnas salomónicas, dos por cada lado, y el el ático del retablo, sobre un medallón ovalado podemos ver una pintura de San Andrés en sus últimos momentos de agonía (martirio).



A los pies de la Virgen se encuentra el Sagrario, que es una destacada pieza de plata de ley en su color, grabada, repujada y cincelada, con forma de templete, que se asienta sobre plinto de base cuadrangular decorado con guirnaldas, con ocho columnas adosadas, entorchadas, cuyo fuste se decora con rocalla: dos enmarcan cada una de las tres caras visibles, y otras dos, mayores, sirven de sustento a todo el conjunto. 

Su frontal presenta un relieve de La Sagrada Cena. Está rematado por la figura de la Fe portado el cáliz y la cruz. Mide un metro y diez centímetros de altura, sesenta y seis centímetro de ancho y cincuenta y tres de profundo.

El Sagrario se realizó en el último tercio del siglo XVIII o principios del XIX, es de estilo barroco y tiene las marcas siguientes: "Carcia 10", "Guzmán", "No&do" y "Giralda". Existen dudas sobre su autoría pero se cree que pudieron ser "José Guzmán" y "García (Díez)", aunque hay ciertos autores que lo atribuyen al joyero Fernando Amat y Garay.

El banco del retablo es obra de Cayetano González en 1930 realizado en plata de ley. El motivo central es el Cordero sobre el Libro de los Siete Sellos, escoltado por los símbolos propios de los cuatro Evangelistas: niño, león, toro y águila.


Una de las partes más valiosas del retablo de Nuestra Señora del Rosario es el intradós de la hornacina central donde nos podemos apreciar quince piezas pictóricas de Valdés Leal que representan los misterios del rosario.

Así podemos ver quince óleos sobre tabla (34 x 50 centímetros), en estilo barroco, en este orden:

- La oración en el huerto.
- La Flagelación.
- La Coronación de espinas.
- Cristo con la cruz a cuestas.
- La Crucifixión.
- La Resurrección.
- La Ascensión.
- La venida del Espíritu Santo.
- La Asunción.
- La Coronación de la Virgen.
- La Anunciación.
- La Visitación.
- El Nacimiento.
- La Presentación en el templo.
- El Niño hallado en el templo.


De Alonso Vázquez son los cuadros de San Sebastián y San Roque (óleos sobre tabla, 32x59 cms), datados hacia 1590. 

También encontraremos junto al retablo de la Virgen del Rosario el óleo sobre lienzo de Santa Catalina de Francisco Pacheco (1,27 x 0,81 m.). 

La representación de Santa Lucía y San Miguel son de la primera mitad del siglo XVI y está atribuida a Cristóbal de Mayorga (óleo sobre tabla, 1,45 x 0,90 m.).

martes, 24 de enero de 2023

La Iglesia de San Andrés (16): la Capilla de Santa Marta.

 


Sobre el muro de la Epístola, entre la Capilla Sacramental y la estrecha puerta que da acceso al interior de la torre de la iglesia, nos encontramos con una capilla de estilo gótico-mudéjar que lleva el nombre de Santa Marta, la titular de la Hermandad del lunes santo que tiene su sede en este templo de San Andrés. 

Aunque su configuración geométrica es rectangular, también es cierto que está compuesta de dos habitáculos separados por un arco de medio punto que sirve de corte visual entre dos zonas casi cuadradas que dan forma a la Capilla de Santa Marta. Las bóvedas son ochavadas.

 


En el primer habitáculo de la capilla nos encontramos a Santa Marta sobre un altar y acompañada por dos ángeles lampareros. Junto a Santa Marta podemos ver parte de los sillares del coro del desaparecido convento de las Dominicas de Pasión de la calle Sierpes. 

A los pies del altar de Santa Marta está el sepulcro del militar D. Joaquín Ortiz-Repiso y Cabrera, quien en vida era muy devoto de la Virgen de Araceli (de hecho nació en 1871 en Lucena, localidad de la que la Virgen de Araceli es su patrona) que ocupaba el lugar que ahora disfruta Santa Marta.





A continuación de este primer habitáculo y atravesando un vano con arco de medio punto, pasamos a la parte de la capilla donde se encuentran el resto de las figuras del misterio del paso de Santa Marta. La Hermandad de Santa Marta fue la última de las hermandades gremiales creada en 1948 por los Hosteleros sevillanos.

Santa Marta sobre una peana bajo un arco ciego apuntado, es obra de Sebastián Santos Rojas, el resto de la imágenes que representan el misterio son de Ortega Bru y se encuentran presidiendo la siguiente estancia.






La talla de Santa Marta es un trabajo de Sebastián Santos Rojas, quien la realizaría en 1950. 

Poco tiempo después, en 1952, Luis Ortega Brú haría las imágenes del Cristo, de la Virgen, de las Tres Marías, de San Juan, de San Nicodemo y de José de Arimatea. 

En 1956, este mismo autor hace una segunda Dolorosa, que sería sustituida en 1958 por otra, en este caso de Sebastián Santos, mientras que la de Ortega Brú sería adaptada como una de las Marías. Esta última Dolorosa, con la advocación de Nuestra Señora de las Penas, se halla situada en un retablo que hay en uno de los laterales de la capilla.

A los pies de la peana del misterio se encuentra la tumba de Luís Ortega Bru.









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lunes, 23 de enero de 2023

La Iglesia de San Andrés (15): el retablo de la Virgen de Araceli.

 


Por todos es conocido que la iglesia de San Andrés es la sede de la Hermandad de Santa Marta que procesiona en la tarde-noche del lunes santo sevillano. 

Lo que no todo el mundo conoce es que esta parroquia también es sede de otra hermandad, en este caso de gloria, la Hermandad de la Virgen de Araceli, patrona de una importante localidad cordobesa. 

Y todo se debe a un grupo de paisanos de esta localidad residentes en nuestra ciudad en el año 1944 decidieron poner los cimientos de la citada hermandad haciéndola filial de la Real Archiofradía de María Santísima de Araceli, de Lucena.


El escultor Castillo Lastrucci quedó comisionado por la Hermandad para hacer una copia de la imagen original de la virgen de Araceli. El resultado fue la imagen que podemos ver en el retablo que lleva su nombre a los pies del templo junto a la Capilla Bautismal.

Es anécdota conocida que el propio Castillo Lastrucci no quiso cobrar nada por su trabajo, en recuerdo de su madre, que llevaba el nombre de Araceli.

El mismo escultor habría de restaurar posteriormente esta copia suya al quedar afectada por un incendio fortuito en su altar de cultos.


La imagen que vemos en el retablo es una típica imagen mariana de Gloria, que muestra a la virgen de pie, con el Niño apoyado sobre su mano izquierda, y sosteniendo un cetro en su mano derecha. Presenta la clásica ráfaga plateada a ambos lados del cuerpo, y doble corona de parecido diseño, para Ella y para el Niño. 

Como curiosidad hay que decir que, en ocasiones, la Hermandad de la Virgen de Araceli ha aportado la imagen virginal para montar el belén de la parroquia de San Andrés.

Bajo su hornacina se encuentra la imagen de San Joaquín. A sendos lados de la Virgen de Araceli, en el retablo, se encuentran Santa Rita (a la izquierda) y Santa Teresa (a la derecha).




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viernes, 20 de enero de 2023

La Iglesia de San Andrés (14): la Capilla Bautismal.

 


La Capilla Bautismal está a los pies del templo junto al retablo de la Virgen de Araceli. Está cerrada con una reja de hierro que se abre cada vez que se va a celebrar un bautizo.

Se cree que su origen está datado a finales del periodo medieval, encontrándose en unas reformas que se realizaron en el siglo XVIII, la tumba de Don Jerónimo Suárez de Maldonado, a la sazón Consejero de Carlos V y prelado quien fue sepultado aquí en el año 1545. El cuerpo se encontró incorrupto.


El retablo es de estética neoclásica y en el centro del mismo podemos ver una pintura de "La Santísima Trinidad". Fue realizada por Virgilio Mattoni de la Fuente en 1904 en un estilo ecléctico. La técnica utilizada es de óleo sobre lienzo y tiene una medidas de 2,48 metros de alto por 1,66 metros de ancho.

De planta cuadrada, se cubre con una bóveda de crucería cuyas nervaduras arrancan de ménsulas con forma de cabezas. En el centro de la capilla está la pila bautismal.



Vida de D. Jerónimo Suárez de Maldonado. Prelado y Consejero de Carlos V.

Natural de Sevilla, hijo de Diego Jiménez y Catalina Suárez. Inició sus estudios en la Universidad de Alcalá de Henares, en donde se licenció en Cánones.

En noviembre de 1515 fue admitido en el salmantino colegio mayor de San Bartolomé, y así entró a formar parte de la elite de letrados castellanos que procuraban mejorar sus conocimientos y preparación después de pasar por la universidad. No en vano, éste y los otros colegios mayores eran centros de formación de expertos en derecho civil y eclesiástico, cuyos destinos preferentes eran después la administración real y los obispados. Ambos tipos de ocupaciones tuvo a la postre Jerónimo Suárez de Maldonado, cuya trayectoria fue tenida en dicha institución como paradigma del encumbramiento político-social que se alcanzaba gracias a los méritos que eran adquiridos en ella. 

Durante su estancia en el colegio mayor parece que ejerció el oficio de juez metropolitano, pero no llegó a opositar al grado de catedrático. 

Asimismo, fue nombrado provisor del obispado de Cuidad Rodrigo por Juan Pardo de Tavera, que ocupó esta mitra entre 1516 y 1523. Este hecho habría de resultar fundamental en la proyección administrativa de Suárez Maldonado, pues pasó a gozar de la protección de quien se convertiría en una de las cabezas del gobierno durante la primera mitad del reinado de Carlos V.

Su estancia en el colegió terminó simultáneamente a su entrada en la administración real cuando, a comienzos de 1517, fue enviado a Valladolid como juez de comisión para tratar de apaciguar la ciudad tras los sucesos provocados por la oposición que había causado la formación de milicias por parte de Cisneros.

Su promoción se produjo este mismo año, ya que Suárez de Maldonado comenzó a ejercer labores como oidor de la Chancillería de Valladolid. Aquí afianzó sus relaciones con Juan de Tavera, que en 1522 fue enviado a presidir este tribunal. El puesto de oidor de cualquiera de las chancillerías acostumbraba a dar experiencia y solía ser un paso previo antes de acceder a algún obispado o a alguno de los consejos de la monarquía.

En efecto, en mayo de 1524 Suárez de Maldonado cambió de destino al ser nombrado consejero de Inquisición.

En este organismo mantuvo durante los años siguientes frecuentes discrepancias con el inquisidor general Alonso de Manrique, quien, por su parte, era enemigo político de Tavera, que también había llegado a la Corte con nombramiento de presidente del Consejo de Castilla en septiembre de 1524. 

La posición de Suárez de Maldonado al frente del Consejo de Hacienda se afianzó con ocasión del viaje de Carlos V a Niza y el consiguiente establecimiento de la pertinente regencia. El 22 de abril de 1538, el Consejo de Hacienda, carente de presidente desde la muerte de Francisco de Mendoza, recibió nuevas instrucciones y, expresamente, se situó a Suárez de Maldonado en su cabecera al citarle como el primero de los consejeros. 

Un año después, al partir Carlos V a Gante expidió nuevos mandamientos que complementaron la Instrucción de abril de 1538.

Además, Suárez de Maldonado había asumido en 1536 otro importante puesto dejado vacante por Francisco de Mendoza, la presidencia del Consejo de la Emperatriz, encargado de administrar su patrimonio y de asesorarla cuando Carlos V se encontraba ausente.

Esta presidencia del Consejo de la Emperatriz se prolongó después del fallecimiento de Isabel de Portugal en 1539, pues hubo que solucionar diversos temas relacionados con su herencia y disposiciones testamentarias.

Precisamente, en el funeral de la emperatriz, oficiado en San Jerónimo de Madrid, el obispo Suárez de Maldonado dijo el oficio de vísperas.

En efecto, cuando en 1539 Juan Pardo de Tavera dejó la presidencia de Castilla para ocupar el cargo de inquisidor general, recomendó a Carlos V que Suárez de Maldonado fuera nombrado presidente del Consejo de Inquisición, un oficio creado ex profeso por la confianza que le inspiraba. Su principal atribución consistió en encargarse de los asuntos relacionados con los temas de justicia, mientras que en cuanto inquisidor general Tavera, que además tenía una activa participación en el gobierno de Castilla, atendía a las materias referidas a las provisiones y gracias. 

Hay que precisar que en los años siguientes se endureció la censura inquisitorial, se adoptaron medidas de vigilancia y control de los moriscos, y finalizaron diversas causas contra alumbrados iniciadas años antes.

Sabiendo que dejaba el manejo de la Hacienda bien cubierto con la presencia de Cobos, desde junio de 1544 se produjo la ausencia de la corte de Suárez de Maldonado, que partió para ocuparse de su obispado, en donde permaneció más o menos un año. 

Tan prolongada estancia se debió a que, con anterioridad, jamás había visitado su sede episcopal a pesar de llevar tantos años como su prelado. Acaso su decisión también se debiera a la creciente influencia de Fernando de Valdés, que, de manera progresiva, fue afectando a todos los protegidos del inquisidor general Juan de Tavera. Éste intentó todavía que Suárez de Maldonado retuviera título y ejercicio de consejero de Inquisición a pesar de estar alejado de la Corte, alegando que había pocos consejeros y bastante ineficaces en temas inquisitoriales, hecho motivado por ancianidad o por inexperiencia. Pero Tavera falleció en agosto de 1545. La vida de Suárez Maldonado no excedió mucho a la de quien con tanto denuedo había sido su patrón. Había regresado a la Corte, sita en Valladolid, y aquí al poco falleció, el 8 de septiembre.

Así desaparecía toda una generación de consejeros que se había iniciado en el gobierno en los primeros años del reinado de Carlos V. Suárez de Maldonado ordenó ser sepultado en Sevilla, su ciudad natal. El expolio de sus bienes episcopales pasó a nutrir las arcas de la Hacienda real.


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