Las Atarazanas Reales de Sevilla se crean poco después de acabada la toma de la ciudad a los musulmanes (año 1248) por el rey Don Fernando III de Castilla, cuando su hijo Alfonso X decide en el año 1252 la edificación de unas Reales Atarazanas para la construcción de galeras, en unos terrenos fuera del recinto amurallado y cerca del río, en la zona comprendida entre la Torre del Oro, la Torre de la Plata, y las Puertas del Carbón y del Aceite.
Por ello, en el Arenal de Sevilla se levantaron 17 enormes naves de fábrica de ladrillo en sentido perpendicular al Río Guadalquivir y delante de la cerca almohade de la ciudad, donde los carpinteros de ribera se esforzaban en la construcción de barcos, los pescadores y almacenistas se dedicaban a la salazón del pescado, y los comerciantes a sus mercancías; sirviendo a partir del siglo XVIII como fábrica y depósito de artillería, y siendo el Ejército el último de los grandes inquilinos en la historia de estas Reales Atarazanas sevillanas, hasta casi finales del siglo XX.
Arquitectónicamente se trata de una enorme obra gótica y mudéjar realizada toda ella en fábrica de ladrillo, que muestra del influjo del arte almohade en las construcciones medievales en la ciudad, y donde asombran las enormes dimensiones de sus anchas y largas naves cubiertas por bóvedas de arista, apropiadas para la construcción de los mayores barcos de la época.
Estas naves se comunican lateralmente a través de gruesos arcos ligeramente apuntados y enfrentados entre sí que arrancan directamente desde el suelo, y que en su conjunto provocan en su interior perspectivas de una insólita belleza.