La Real Casa de la Moneda era el centro neurálgico donde se fundía el oro y la plata llegados de América y se acuñaban los marcos y doblones que sostuvieron la economía europea desde el siglo XVI, época de conquistadores del Nuevo Mundo y de negocios y guerras con el Viejo Mundo.
En su momento de pleno apogeo trabajaban más de 200 empleados, que se encargaban de alimentar los hornos y tener en funcionamiento la fundición y la ceca.