En el centro de Sevilla, en la Calle Lirio, (anteriormente, en los hechos que hoy relatamos llamada Calle de Roque Barcia) nos encontramos con una placa de mármol donde se nos recuerda la casa natal de uno de los políticos más importantes que ha dado nuestra ciudad, Don Diego Martínez Barrios, el último Presidente de la II República española en el exilio, además de Haber sido Presidente de la República interino, Presidente del Consejo de Ministros, Presidente del Congreso de los Diputados, Ministro de Comunicaciones, Ministro de Gobernación, Ministro de guerra y Diputado en las Cortes Generales de España. Un largo currícullum que vamos a resumir empezando por el principio.
Diego Martínez Barrios nació en Sevilla y era de origen humilde, trabajó como panadero, como tipógrafo y en el bufete de un procurador. Propietario de una imprenta, imprimió el semanario republicano "El Pueblo".
Inició su carrera política en 1903, año en que se afilió a la Unión Republicana, cuyo dirigente era el cordobés Alejandro Lerroux. Cuando esta formación política se rompió en 1907, la amistad que tenía con Lerroux y la innegable fascinación que sobre él ejercía le llevaron a colaborar en la formación del Partido Radical.
Durante la Dictadura del General Primo de Rivera colaboró con todas las intentonas de la oposición.
Firmó el manifiesto del comité republicano de 1930 y se vio implicado en los sucesos que llevaron a la Sublevación de Jaca por parte de los capitanes Galán y García Hernández, lo que lo llevó a huir por un tiempo al extranjero. Trabajó por el advenimiento de la República, para lo que representó a los republicanos de Andalucía en el Comité Revolucionario que se reunió en San Sebastián bajo la presidencia de Alcalá Zamora.
Firmó el manifiesto del comité republicano de 1930 y se vio implicado en los sucesos que llevaron a la Sublevación de Jaca por parte de los capitanes Galán y García Hernández, lo que lo llevó a huir por un tiempo al extranjero. Trabajó por el advenimiento de la República, para lo que representó a los republicanos de Andalucía en el Comité Revolucionario que se reunió en San Sebastián bajo la presidencia de Alcalá Zamora.
Proclamada la República, se hizo cargo en el Gobierno Provisional de la cartera de Comunicaciones. Con Lerroux de presidente del Consejo de Ministros, fue ministro de la Gobernación y, en 1933, se hizo cargo de la presidencia del Consejo de Ministros. Desde esa posición, preparó las elecciones de noviembre de 1933, en las que triunfó el centro y la derecha. Por un tiempo breve (desde diciembre de 1933), fue ministro de la Guerra, pues en enero de 1934 volvía a la cartera de Gobernación.
Su actitud crítica respecto de los gobiernos radicales acabó por alejarlo del partido junto a un grupo de trece diputados; con ellos, y con militantes del Partido Radical Socialista, fundó la Unión Republicana. Disueltas las cortes tras la fallida Revolución de Asturias, se coaligó con la Izquierda Republicana de Manuel Azaña y los partidos marxistas para formar el Frente Popular.
Tras las elecciones de febrero de 1936, el triunfo del Frente Popular le llevó a la Presidencia de las Cortes; por otra parte, a la destitución de Alcalá Zamora, ocupó de forma interina la Presidencia de la República (desde el 7 de abril al 10 de mayo).
Al producirse la sublevación del 18 de julio, pretendió llegar a un pacto con el General Mola, a quien correspondería un ministerio en el nuevo gobierno; sin embargo, su intento fracasó, aunque logró que la Región Militar de Valencia permaneciese leal a la República.
Durante la Guerra Civil fue uno de los consejeros de Azaña y presidió en varias ocasiones las cortes de la República; aparte, fue un destacado francmasón, que tuvo rango de Gran Oriente de España.
Finalizada la guerra, se refugió en Francia para pasar más tarde a México y, al final, volver a Francia, donde sucedió a Manuel Azaña como presidente de la República Española en Exilio. En este país, concretamente en París, vivió humildemente hasta su muerte, acaecida al inicio de 1962.
Treinta y ocho años después de su muerte, los restos mortales de Martínez Barrios fueron inhumados en el cementerio de San Fernando en Sevilla, la ciudad donde nació y en la que había pedido ser enterrado junto a su primera y segunda esposa.
La llegada del féretro estuvo arropada por miles de simpatizantes que quisieron rendir homenaje al último presidente de la Segunda República, además de personalidades políticas e intelectuales del país.