viernes, 28 de marzo de 2025

La Iglesia de Santa Catalina (20): la Capilla Sacramental (1). El Retablo de la Capilla Sacramental.

 


La hermandad Sacramental de Santa Catalina fue en su día una corporación muy importante en la ciudad y, aunque no se conoce la fecha exacta de fundación, sí se sabe que en 1550 ya existía. Tanta era la fuerza que llegó a tener, que adquirió un espacio de planta rectangular en la parroquia y contrató a los mejores artistas del momento para levantar un monumento al barroco. Sin embargo, pasaron los siglos y, como ocurrió con la mayoría de las primitivas hermandades sacramentales, se quedó casi sin miembros y acabó fusionándose con la cofradía de penitencia de la Exaltación en 1964.


En el Archivo Histórico Provincial de Sevilla conservamos el documento de donación de la capilla delCristo del Perdón a la Hermandad Sacramental de Santa Catalina. La escritura, además delotorgamiento de la donación, inserta el traslado de los documentos que testimonian los actoslegales seguidos en el proceso de cesión. Al documento notarial, se adjuntaron los traslados de losdistintos autos emitidos por el Provisor General, del informe de la visita del maestro mayor defábricas, del informe negativo del mayordomo de la fábrica de Santa Catalina y del acta de la sesióndel cabildo de hermanos donde se acordó la realización de la nueva capilla y pedir la cesión de ladel Cristo del Perdón. 

El traslado de este acta aporta rica información sobre el proyecto de Leonardo de Figueroa y sobresu papel en la génesis de la construcción de la capilla. Según recoge el documento, en un momentodado el arquitecto subió a la sala de cabildos y, con los planos en las manos, explicópormenorizadamente a los hermanos su idea para la que sería "de las primeras capillas que aiga enla ciudad, donde con gran dezencia se podrá colocar a Su Magestad Sacramentado y a Nuestra Señora".


La Capilla Sacramental es un recinto perfectamente resuelto. Su planta rectangular dirige la vista al frente, al altar como zona principal. El interior se articula a través de una serie de elementos perfectamente conjugados que aportan profundidad. Uno de ellos son las pilastras, que enmascaran los potentes pilares. Igualmente, el entablamento tan marcado que recorre todo el perímetro acentúa la perspectiva y refuerza la imagen unitaria del espacio. Aunque, como ya se ha comentado, la decoración comenzó mucho después, el plan materializado de Figueroa permite adivinar que el maestro dejó establecido una serie de pautas, sobre todo en lo que afecta a la colocación de centenares de espejos perfectamente enfrentados y dirigidos a multiplicar, dirigir y atenuar la luz para generar una atmosfera especial desde la linterna.

Leonardo de Figueroa conocía perfectamente la tradición arquitectónica europea y tenía bien asimiladas las teorías salomonistas que desde el siglo XVI rondaron los núcleos jesuitas de Sevilla y se perpetuaron en varios de sus templos. Así lo demostró en la iglesia de San Luis de los Franceses, arquetipo de este movimiento erudito en el Barroco hispano. 

El salomonismo fue una corriente intelectual que perseguía la recreación del Templo de Salomón a partir de las descripciones literales de la Biblia para rescatar las medidas perfectas, que, derivadas del deseo divino, daban forma a la morada de Dios, tal y como lo había dictado. Si la Capilla Sacramental iba a servir como casa del Altísimo, lo propio es que sus proporciones y espacialidad respondieran a las medidas bíblicas del Templo de Jerusalén. 

De este modo, en una interpretación literal, Figueroa resolvió la construcción a partir del canon bíblico en planta-alzado y dividió su interior en las tres áreas siguiendo la compartimentación narrada en el Antiguo Testamento: el Vestíbulo al que acceden los fieles, el Hejal, que sería el ámbito donde consagra el sacerdote y Sancta-Sanctorum como ubicación elevada y reservada del Sagrario, que se centra enmarcado en el fastuoso retablo presidido por la Inmaculada Concepción (“Arca de la Nueva Alianza”).

El simbolismo encerrado en el diseño de la Capilla Sacramental quedaba claro: La parte inferior era la vieja ley del Antiguo Testamento, mientras que la cúpula centralizada suponía la Nueva Alianza del Evangelio. De la asociación de ambas ideas había surgido una Capilla Sacramental de composición, dimensiones y formas perfectas, que reúne las teorías más eminentes de los intelectuales de la Arquitectura y cumple devotamente con los postulados divinos para alojar al mismísimo Dios, verdadera y sustancialmente presente en el Sacramento de la Eucaristía.


Ya se han cumplido 300 años de la inauguración de este espacio situado en la cabecera de la nave del Evangelio y que es el culmen del barroco en Sevilla . Realizada por Leonardo de Figueroa, representa una pieza ejemplar del estilo churrigueresco, del horror vacui. 

En una primera estancia entrando por la reja, aparecen representados los Padres de la Iglesia. La cúpula tiene angelitos tallados hasta en la linterna. Nada más entrar, a la izquierda, destaca la tabla del Señor Atado a la Columna de Pedro de Campaña y la pintura de Roelas que corona el cancel, representando a la Inmaculada Concepción.

En el segundo tramo, el que corresponde al altar, aparece el sagrario con el León de Judá y el Cordero Pascual. Presidiendo el retablo, se encuentra una Inmaculada que es una auténtica joya realizada por Benito Hita del Castillo, a cuyo camarín también se puede acceder. Escoltando a la Virgen se encuentran dos santos relacionados con el misterio eucarístico: Santo Tomás de Aquino y San Juan Nepomuceno, así como San Isidoro de Sevilla, San Leandro y las Santas Justa y Rufina. 

A ambos lados del presbiterio de la capilla aparecen dos cuadros donde el agua es la protagonista: "la Caída del Maná" y "el Milagro del agua en la roca". También se encuentran cuatro hornacinas con escenas eucarísticas de Cristo.


La realización del retablo se enmarca en un período de efervescencia artística en Sevilla, donde el barroco alcanzaba su máximo esplendor. Según registros históricos, la construcción del retablo se llevó a cabo entre los años 1748 y 1756, coincidiendo con una etapa de renovación y embellecimiento de numerosos templos en la ciudad. Este lapso de ocho años refleja la dedicación y meticulosidad empleadas en su creación, asegurando una obra de arte de inigualable calidad y detalle.


Los trabajos de construcción y decoración de la capilla avanzaron al ritmo pausado que marcó la economía de la Hermandad Sacramental, única promotora de la empresa a partir de la ruptura de relaciones con la Congregación de Nuestra Señora del Rosario en el año 1736. Iniciadas el 5 de agosto de 1721, las obras se dilataron casi 50 años, dándose por concluidas en julio de 1768. Buen ejemplo de esta lentitud fue el tiempo empleado en la construcción del retablo. 

El 24 de febrero de1737 la Hermandad acordó la ejecución del retablo según la traza presentada por el maestro ensamblador Felipe Fernández del Castillo. La falta de numerario y, sobre todo, la resolución de un pleito suscitado por la Congregación del Rosario por los derechos de la capilla, la cripta y el camarín, provocaron que el inicio del levantamiento del retablo no comenzase hasta once años más tarde, en 1748. Del impulso tomado en ese año da fe la escritura de obligación de Felipe Fernández del Castillo y su sobrino Benito Hita del Castillo con la Hermandad Sacramental para hacer y labrar el nuevo retablo.

En el tenor de la escritura de obligación se desglosan las condiciones bajo las cuales se concertaron los artistas con Jerónimo Ortiz de Sandoval, conde de Mejorada, como apoderado de la Hermandad, para la realización del retablo del altar de la capilla. 

En primer lugar acordaron levantar un retablo "en toda perfección y arte arreglado al diseño o dibujo que a este fin emos hecho presente a dichas cofradías". A cambio recibirían 14.000 reales de vellón en distintos pagos. La correcta ejecución de la obra sería fiscalizada por el reputado pintor Domingo Martínez, que actuaría a modo de perito con capacidad para visitar y comprobar que todo estaba conforme a las trazas aprobadas.

La segunda condición viene a ser la traslación en palabras del diseño bosquejado en la traza concertada y una descripción del programa iconográfico que debía contener el retablo: 

"Ýtem. Que el dicho retablo ha de ser arreglado ael perfil de su alzado y la planta que le acompaña según manifiesta dicho dibujo, siendo toda la alquitetura en sus alzados de gruezo de tablas regulares enterizas de Flandes, limpias de zamago, dando los buelos, resaltos y hacimientos que manifiesta dicho dibuxo, y la talla sus relibes a proporción de tamaño y colocazión de sus juguetes, y la ymagen de la Purísima Conzepción de siete quartas yncluso el trono de muchachos y serafines, estando tan perfectamente acauado por detrás como por delante..." 


"..., y los dos santos de las entrecalles de bara y media de altos serrados y no acauados por detrás, siendo el vno de ellos San Juan de Pomuseno y el otro Santo Thomás de Aquino, por lo que toca al Sagrario los quatro euangelistas los dos en pie como media bara y dos dedos de alto, y los otros dos sentados en el sitio donde están los dos ángeles chicos que se quitan, con otros dos seraphines que acompañan al Sagrario. Y por lo respectiuo ala demás escultura y pabellón, según lomanifiesta el diseño. Entendiéndose que la dicha ymagen de Nuestra Señora y demás Santos y esculturas […] será de mano de mí, el dicho Benito del Castillo...".


La autoría del Retablo Mayor de Santa Catalina recae en dos destacados artistas del barroco sevillano: Felipe Fernández del Castillo y su sobrino, Benito de Hita y Castillo. Felipe Fernández del Castillo, maestro arquitecto reconocido por su habilidad en la creación de estructuras retablísticas, fue el encargado de diseñar y supervisar la construcción del retablo. Su visión arquitectónica se refleja en la composición equilibrada y armoniosa de la obra, integrando elementos ornamentales que enriquecen su estética.


Por su parte, Benito de Hita y Castillo, destacado escultor e imaginero, fue responsable de la ejecución de las esculturas que adornan el retablo. Su maestría en la talla de madera se evidencia en la expresividad y dinamismo de las figuras, dotándolas de una vitalidad que invita a la contemplación devota. La colaboración entre tío y sobrino resultó en una obra cohesiva que fusiona arquitectura y escultura de manera magistral.


Su diseño arquitectónico sigue los cánones del barroco sevillano, caracterizado por la exuberancia decorativa y el movimiento dinámico de sus formas. El retablo se organiza en tres cuerpos verticales y tres calles horizontales, creando una composición equilibrada que guía la mirada del espectador hacia el centro. La calle central alberga la imagen principal, mientras que las laterales contienen esculturas de santos y otros elementos decorativos. La estructura se remata con un ático que corona el conjunto, añadiendo altura y majestuosidad.


La obra está elaborada principalmente en madera de pino de Flandes, material común en la retablística sevillana debido a su disponibilidad y facilidad de talla. La madera fue cuidadosamente trabajada para incorporar una profusa ornamentación que incluye rocallas, volutas, ménsulas y ángeles atlantes. Estas decoraciones, características del estilo rococó, aportan una sensación de movimiento y riqueza visual al conjunto. Tras la talla, el retablo fue policromado y dorado, utilizando técnicas tradicionales que realzan la profundidad y el dramatismo de las escenas representadas.


La iconografía del retablo está cuidadosamente seleccionada para reflejar las devociones y tradiciones de la comunidad parroquial. 


Presidiendo el retablo se encuentra una dinámica talla de la Inmaculada Concepción, obra de Benito de Hita y Castillo realizada en 1756. La Virgen María se representa en una postura ascendente, con las manos juntas en actitud de oración y una expresión serena que transmite pureza y devoción. Su manto y túnica, ricamente estofados y policromados, presentan pliegues que aportan movimiento y realismo a la figura. La elección de la Inmaculada como imagen central refleja la profunda devoción mariana de la Sevilla del siglo XVIII, especialmente tras la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción como patrona de España en 1760.

Flanqueando a la Inmaculada, se encuentran las esculturas de Santo Tomás de Aquino y San Juan Nepomuceno, también talladas por Benito de Hita y Castillo.


Santo Tomás de Aquino.
Representado con los atributos tradicionales de la pluma y el libro,
simbolizando su contribución teológica y doctrinal a la Iglesia. 
Su expresión refleja sabiduría y contemplación, acorde con su papel como Doctor de la Iglesia.


San Juan Nepomuceno. 
Este santo, canonizado en 1729, es mostrado con una palma de martirio
y un dedo sobre los labios, simbolizando su silencio sacramental y su martirio por defender
el secreto de confesión. Su inclusión en el retablo indica la difusión de su culto
en Sevilla durante el siglo XVIII.


En la parte superior del retablo, en el ático, se sitúa una hornacina que alberga una soberbia y dinámica talla de San Sebastián Mártir, copatrón de la Hermandad Sacramental de la Parroquia de Santa Catalina.

San Sebastián se representa atado a un árbol, con flechas clavadas en su cuerpo, simbolizando su martirio por la fe cristiana en tiempos del emperador Diocleciano. Su anatomía está magistralmente esculpida, mostrando el sufrimiento del santo con un realismo que conmueve al espectador. La policromía de su piel y el tratamiento de la sangre en las heridas son característicos del dramatismo barroco sevillano.










jueves, 27 de marzo de 2025

La Iglesia de Santa Catalina (19): la Capilla de los Carranza o de la Anunciación y Coronación de la Virgen.



A la estructura mudéjar del templo de Santa Catalina se fueron adosando una serie de volúmenes correspondientes a otras capillas, mientras interiormente la iglesia se enriquecía con retablos y pinturas. 

Así, a finales del siglo XVI, en el colateral de la Epístola del presbiterio, la familia Carranza fundó la capilla que le servía de enterramiento. Cerrada mediante una reja fechada en 1603, conserva un retablo de pintura presidido por la Asunción de la Virgen, mientras en los laterales aparecen San Pío V, San Gregorio, Santa Catalina y Santa María Magdalena. El retablo es obra del siglo XVII, al igual que los azulejos que decoran sus paredes. Actualmente esta capilla es la sacristía del templo.


Losa sepulcral de Alonso de Carrión, 1573. 
“Esta bóveda y la capilla que está junto a ella dentro de la capilla mayor 
son de Alonso de Carrión que en ella yace y de Doña Ana de Burgos 
su mujer y del jurado Juan de Padilla y de sus herederos y sucesores”


Arquitectónicamente, se trata de una capilla de planta cuadrada, construida en ladrillo enfoscado y encalado, cubierta con una bóveda semiesférica sobre pechinas, siguiendo los preceptos estilísticos clasicistas de finales del siglo XVI y comienzos del XVII.

Las escasas referencias bibliográficas que tenemos sobre este espacio la sitúan como obra arquitectónica de finales del siglo XVI, estando datada normalmente en 1573, basándose en la inscripción de la losa sepulcral y suponiendo una reforma de la capilla en 1603, que es la fecha que aparece en el zócalo de azulejos y del que también dataría la reja.

Destacamos especialmente el hallazgo del contrato del retablo de la capilla que nos permite conocer su ejecución en 1605 por el artista Diego López Bueno, acordada con el racionero Don Álvaro Morán de la Cerda, comitente y patrón de la capilla en esos años.



La capilla es una construcción muy sencilla arquitectónica y ornamentalmente conformada por una planta cuadrada con las esquinas levemente achaflanadas. Su alzado se basa en una serie de pilastras en esquina de los que parten cuatro arcos, el de entrada y los tres arcos tapiados que conforman los restantes muros de la capilla. El capitel liso y la cornisa de las pilastras son corridos y rodean todo el espacio cuadrado. Sobre ello, en los arcos laterales, podemos ver dos óculos, uno abierto y otro simétrico cegado, enmarcados con ornato purista, con leves rehundimientos y relieves de líneas geométricas. 

De igual forma podemos definir la configuración decorativa de la bóveda, compartimentada en dieciséis gajos por ocho triángulos de yeso o estuco que sobresalen levemente. La parte inferior del muro de la capilla se encuentra recubierta por un zócalo de azulejería de fábrica trianera, fechado en 1603.


Sobre un plinto de azulejos con motivos de olas, aparecen unos grandes tableros enmarcados por dos guardillas entre verduguillos. Estas guardillas, sobre fondo amarillo, representan una serie de motivos vegetales de roleos, cercano a la pintura de grutesco, entre los cuales se insertan diversos animales como perros y conejos, o seres fantásticos como grifos, y a su vez tondos con la fecha de realización de la obra.


En junio de 1605, el patrón y mecenas encargaría al artista Diego López Bueno las trazas y ejecución de un retablo para esta capilla privada. Se trata de un retablo con banco, un único cuerpo y ático. Los rasgos arquitectónicos responden a unos elementos de fuerte impronta escurialense y purista, dentro de los comienzos del Protobarroco y de su producción temprana. Los soportes en el cuerpo del retablo son unas pilastras tablereadas coronadas por unos biglifos con una pequeña tabla cuadrada en su parte inferior, resultando un elemento muy característico. 

En el ático, como elementos reseñables podemos ver pináculos piramidales a ambos lados de impronta herreriana, y la pintura bajo un frontón recto partido con otro en su interior. En las condiciones del retablo queda patente que debe ocupar todo el arco y que no debe incluir repisas para esculturas, puesto que va a ser un retablo pictórico, tal y como vemos actualmente. El cuerpo se articula en tres calles, estando la central presidida por un gran lienzo de la Asunción de la Virgen. En las calles laterales podemos ver dos lienzos superpuestos en cada una con algunos santos, encontrándose en la parte inferior San Gregorio y San Pedro, uno a cada lado, y en la superior Santa Catalina y Santa María Magdalena. El ático lo preside una pequeña obra pictórica de la Santísima Trinidad.

La iconografía de los santos del retablo no es aleatoria, puesto que las santas de la parte superior referencian las dos collaciones donde vivió y tenía casas el racionero, Santa Catalina y Santa María Magdalena, como podemos desgranar de sus propiedades en su carta de testamento. En la parte inferior, dos santos pertenecientes al estamento eclesiástico y al pontificado, en relación con su oficio, pudiendo incluso haber sido retratado en alguno de estos personajes, como era común entre los mecenas en las capillas y retablos de devoción privada.

El 26 de octubre de 1607 es la fecha en la que D. Álvaro Morán de la Cerda funda una capellanía en su capilla, y para ello deja las rentas anuales de 28 ducados y 4 reales que dejaban unas casas que tenía en la collación de Santa María Magdalena, y 8.649 maravedíes sobre las rentas de una pastelería que tenía frente a la puerta de Triana, en la misma collación, sumándose una renta anual para la capellanía de 19.385 maravedíes, para celebrar las misas que correspondieren a dicha tasación. Como capellán perpetuo nombra a Pedro de Fuentes, siendo patrón el mismo racionero hasta su muerte, cuando cedería su puesto a su sobrino Don Luis de Carranza y de la Cerda y a sus sucesores. Por esta línea de descendientes posteriores es por lo que la capilla es conocida como Capilla de los Carranza.




En su testamento, redactado ante el escribano Rodrigo Fernández el 1 de diciembre de 1608, deja bien claro el lugar de su sepultura: “que mi cuerpo sea sepultado en mi capilla y entierro que yo tengo en la yglesia de santa catalina desta ciudad en la capilla mayor della a mano derecha”. 

En algunas cláusulas, se refleja el alto estatus social y económico del personaje, puesto que manda celebrar quinientas misas rezadas por su alma y la de sus difuntos en diferentes iglesias y monasterios repartidas por la ciudad, además de decir misa por su ánima en todos los altares privilegiados de Sevilla y diez más en el altar mayor de la iglesia de Santa Catalina. 

Además, también ordena varias misas cantadas en la festividad de Santa Catalina y en la de la Asunción de la Virgen, dos festividades importantes relacionadas con la advocación del templo y de la capilla, respectivamente. Otra de las cláusulas interesantes en relación con la capilla es la referida a la orden de trasladar los cadáveres de sus padres, que yacían en el convento de San Francisco, a la nueva cripta de la capilla familiar del racionero.


Tras la muerte de Don Álvaro, se sucederán una serie de patronos, comenzando por su sobrino Don Luis de Carranza y de la Cerda, veinticuatro de Sevilla, durante la primera mitad del siglo XVII. 

En los documentos relacionados con la capellanía fundada en la capilla, podemos ver cómo se fueron sucediendo patronos y capellanes al menos hasta finales del siglo XVIII. Por ejemplo, en 1760 Don Gabriel Lasso de la Vega se presenta como patrón y fue el encargado de nombrar capellán, como sucesor de Don Diego Lasso de la Vega y Córdoba y su mujer Catalina de Guzmán y Ribera de la Cerda, quienes aparecen como patrones en documentos de 1715, tras la cesión del patronato a dicha mujer por su abuela Catalina de Guzmán y Carranza en 1708. Como se puede comprobar por los apellidos, se continuaba con la rama familiar y el linaje. 


Los últimos enterramientos, como piensa el equipo de arqueólogos que los ha estudiado durante las recientes obras, datarían probablemente del siglo XIX. De hecho, en un inventario de la parroquia de 1884, esta capilla es llamada como la de los Capellanes, quizás porque la capellanía seguía aún activa o por el enterramiento de estos en la cripta del espacio.





Bibliografia: "UN ESPACIO FUNERARIO: LA CAPILLA DE LOS CARRANZA EN LA PARROQUIA DE SANTA CATALINA DE SEVILLA".
Alejandro Román López
Doctorando. Universidad de Sevilla. 
ORCID: 0000-0001-8215-6102

miércoles, 26 de marzo de 2025

La Iglesia de Santa Catalina (18): el Retablo de la Virgen del Carmen.


A un lateral del altar mayor, en la nave el Evangelio, junto a la puerta de acceso de la torre y muy cerca de la capilla de la Exaltación, está la Virgen del Carmen, obra de José Gutierrez Cano de 1867. 

La propia hermandad adquiere el retablo al convento de San Agustín de Alcalá de Guadaira, del siglo XVIII, sustituyendo al anterior, del que tan sólo quedan dos columnas situadas en el presbiterio. Se desconoce la autoría del autor del retablo. A cada lado de la imagen, se sitúa San Judas Tadeo y una imagen de San Juan Bautista Niño.











martes, 25 de marzo de 2025

La Iglesia de Santa Catalina (17): el Retablo de Santa Ana y la Virgen Niña.

 

Junto al retablo de la Virgen del Carmen, en el muro de la nave de la Epístola, podemos ver este retablo barroco de mediados del siglo XVII dedicado a Santa Ana y la virgen niña. 


Se trata de un retablo de madera tallada y dorada, con una profusa decoración de roleos, rocallas y elementos vegetales, característicos del barroco sevillano de esta época. Presenta un banco, un cuerpo principal con hornacina central y un ático rematado por un relieve escultórico.

En la hornacina central se encuentra la imagen de Santa Ana con la Virgen Niña, donde la madre recoge con el brazo izquierdo a la niña mientras sostiene un pergamino con la mano derecha. La escultura destaca por la elegancia de los ropajes, estofados en oro, con ricas policromías.


En la parte superior del retablo se encuentra una representación de Dios Padre, con la bola del mundo en la mano izquierda y bendiciendo con la derecha, acompañado por ángeles. Se aprecian cabezas de querubines, ángeles y motivos florales tallados en madera y dorados.

lunes, 24 de marzo de 2025

La Iglesia de Santa Catalina (16): la Capilla del Cristo de la Exaltación.

 


La Capilla del Santísimo Cristo de la Exaltación se encuentra en el muro de la Epístola del templo de Santa Catalina, cubierta por una cúpula que se puede ver desde el exterior. Esta capilla es el hogar de la Hermandad de la Exaltación, una de las cofradías más antiguas y veneradas de la ciudad, fundada en el siglo XVII. 


Hacia 1400 en la nave de la Epístola y adosada a la torre se construyó la actual capilla de la Hermandad. Siguiendo el modelo de las qubbas musulmanas, la misma se resuelve como un espacio cuadrado, independiente del resto de la iglesia, cubriéndose con una bóveda de paños sobre trompas de estilo mudéjar, ricamente decorada con labores de lacería.

Esta capilla, llamada entonces de la Encarnación por un cuadro de dicha advocación existente en la misma, había pertenecido en la antigüedad a Dña. Luisa de Torquemada, viuda de Gaspar Pérez. Sin embargo, tras el fallecimiento de esta Señora y de sus dos hijos, la capilla había quedado abandonada y posteriormente adjudicada a la fábrica de Santa Catalina.

En 1701 la Hermandad de la Exaltación había reiterado, a fecha de 26 de octubre, su petición de cesión de la capilla, alegando el estado poco decoroso en que se encontraban sus Sagradas Imágenes Titulares.

Al ser cedida a la Hermandad de la Exaltación en 1702, se adornó con un zócalo de azulejos fechados a mediados del siglo XVIII, de motivos de puntas de diamantes.


La Hermandad de la Exaltación se estableció en la Iglesia de Santa Catalina en 1689. Desde entonces, la capilla ha sido un lugar de profunda devoción y ha experimentado diversas reformas para albergar dignamente a sus imágenes titulares. Como ya conocemos en 2004 la iglesia fue cerrada al culto debido a problemas estructurales, lo que llevó a la hermandad a trasladarse temporalmente a la Iglesia de San Román. Tras una extensa restauración, la Iglesia de Santa Catalina reabrió sus puertas en 2018, permitiendo el regreso de la hermandad a su sede original.

La capilla del Cristo de la Exaltación es un espacio de gran belleza y solemnidad dentro del templo. Su arquitectura presenta elementos barrocos y neoclásicos, con una cuidada decoración que resalta el protagonismo de las imágenes titulares.


La talla del Santísimo Cristo de la Exaltación es una obra de magnífica ejecución realizada en madera de cedrella y policromada al óleo en la segunda mitad del siglo XVII. De gran belleza y suavidad de líneas, la Sagrada Imagen está atribuida al círculo de Pedro Roldán, según algunos autores al mismo escultor, ya que no se incluye en el contrato de ejecución del paso que Luis Antonio de los Arcos y Cristóbal de Guadix firmaran el 13 de junio de 1678.


El Santísimo Cristo se fija al Santo Madero con tres clavos y el paño de pureza cordífero se abre por la cadera derecha, permitiendo contemplar la total desnudez de la figura por este lateral.


Porta la Sagrada Imagen corona de espinas sobrepuesta y las tres potencias que potencian la condición divina del Redentor. Por su parte, la cruz arbórea de la que pende el Santísimo Cristo luce cantoneras de orfebrería.


Desde el punto de vista iconográfico, el tema de la Exaltación de Nuestro Señor Jesucristo en la Cruz emana del Concilio de Trento, que acepto la «Crux Inmissa» o «Capitata» como la auténtica Cruz en la que murió el Redentor. Esta versión fue difundida rápidamente por el orbe católico gracias a los escritos del Cardenal Borromeo y a la eficaz intervención jesuítica. Se multiplicaron, como era de esperar, los grabados y estampas que pronto circularon por las principales cortes europeas.


Y Sevilla obviamente no fue una excepción. El modelo inspirador del taller de Roldán quizás fuese el cuadro de Rubens sobre el mismo tema, conservado en Amberes.


Entre 2007 y 2008 la Sagrada Imagen fue sometida a un largo proceso de restauración por las expertas manos de Pedro Manzano Beltrán, a fin de atajar problemas estructurales y de pudrición parda que afectaban a la talla en gravedad. 


Entre 2007 y 2008 la Sagrada Imagen fue sometida a un largo proceso de restauración por las expertas manos de Pedro Manzano Beltrán, a fin de atajar problemas estructurales y de pudrición parda que afectaban a la talla en gravedad.


La Hermandad de la Exaltación es propietaria del 11,1% de la iglesia de Santa Catalina, porcentaje que corresponde a la "Capilla Sacramental y la sala capitular de la Hermandad Sacramental". Así se recoge en la información registral sobre la finca. 


La Archidiócesis de Sevilla posee el 88,9% del templo, que fue inmatriculado el cinco de diciembre de 2008. La inscripción del porcentaje correspondiente a la hermandad, que ostenta el pleno dominio, corresponde al 23 de abril de 2015, en virtud de la certificación de dominio suscrita por el vicario general de la Archidiócesis, Teodoro León Muñoz. 


Sobre la capilla en la que reciben culto las imágenes de la corporación del Jueves Santo, conocida como Capilla de la Exaltación, y antes conocida como Capilla de Nuestra Señora de la Encarnación, existe un censo enfitéutico, una especie de cesión perpetua entre la Iglesia de Sevilla y la cofradía firmado en escritura el 19 de abril de 1702.