Veneración solemne en la iglesia de San Andrés. En el altar, el Cristo de la Caridad, La Virgen de las Penas y Santa Marta, acompañados de José de Arimatea y el rico Nicodemo, fariseo y miembro del Sanedrín.
¿Acaso mentía el gran Silvio Fernández cuando decía que "Sevilla no tiene que demostrar que es la ciudad más bonita del mundo"? Así es Sevilla, un lugar que enamora por sus rincones únicos, piedras antiguas y cantes hondos que se mezclan entre históricos palacios reales y soleadas alamedas, una ciudad que se mece sobre las plateadas aguas del Guadalquivir y es acunada por un cielo tan luminosamente azul que merece escribirle los versos más bellos del mundo.
Veneración solemne en la iglesia de San Andrés. En el altar, el Cristo de la Caridad, La Virgen de las Penas y Santa Marta, acompañados de José de Arimatea y el rico Nicodemo, fariseo y miembro del Sanedrín.