Esperando la llegada del Señor de la Sentencia a la Plaza del Duque, la pasada madrugá vio una curiosa estampa hasta ahora desconocida para mí. Un joven cruzó el cuerpo de penitentes de la hermandad (a pesar de las cientos de sillitas allí apostadas y de los cientos que estábamos de pie) con su bicicleta alzada sobre las cabezas de los expectantes cofrades. Tendría prisa en salir de allí.
Lo dicho, curiosidades de una madrugá.
Y al final ... recibió unos irónicos aplausos.