A finales del siglo XVIII, se produjo en España una merma en la realización de retablos de madera dorada y policromada, así como un cambio de estética impuesta por nuevos Ilustrados que deseaban acabar con la corriente barroca a la que consideraban poco apropiada para la piedad católica al estar basada en el sentimentalismo y la fe, contrarias a la razón defendida por éstos.
Esta circunstancia se acentúa en el reinado de Carlos III cuando, en el año 1777, dicho rey envía una circular a los obispos de E spaña, en la que se dice que, de ese momento en adelante los nuevos retablos tenían que enviarse a la Academia de las Bellas artes de Sanfernando para su aprobación por los profesores, que los despojarían, si los hubiese, de adornos barrocos, o bien sustituían el proyecto por otro más de estética clásica.
Se prohibieron además la realización de retablos de madera, por considerarlos altamente combustibles, y en su lugar se habrían de hacer de mármol o piedra, materiales harto costosos.
Por ello, en 1785, el Canónigo de la Catedral de Ciudad Rodrigo, Ramón Pascual Diez, dicta un manual para la construcción de retablos en estuco jaspeado, que tendrían el mismo efecto que el mármol, pero serían mas barato para su ejecución.
Uno de los escasos ejemplos que han quedado en Sevilla de un retablo realizado en estuco policromado, es el retablo mayor de la Escuela de Cristo de la Natividad. Fue proyectado a finales del siglo XVIII por el arquitecto Fernando Rosales autor del proyecto entero del oratorio, y se ciñó a los parámetros del Neoclásico en los que primaba la austeridad, la sencillez y la pureza de líneas, cosa que encajaba perfectamente con el espíritu de la Escuela de Cristo, institución dedicada exclusivamente al culto interno basado en la meditación del Evangelio.
El retablo se dispone en el centro del presbiterio, y consta de banco y un sólo cuerpo que se articula con dos columnas dóricas jaspeadas en tonos grisáceos, las cuales sustentan un entablamento con triglifos dorados y metopas decoradas con a tributos de la Pasión: la columna y los flagelos, a la izquierda, la corona de espinas y los clavos, al centro y a la derecha, la caña con el hisopo y a lanza.
En el centro, entre las columnas, se dispone la escena del Calvario que tiene que presidir todas las Esc:uelas de Cristo. De rodillas y a los pies del Cristo de la Providencia, obra de Juan de Astorga que representa a Cristo muerto en la cruz, encontramos a la Virgen de la Misericordia.
Dicho conjunto se asienta sobre una peana ante la cual se dispone que, dentro de su austeridad aún conserva notas de barroquismo.
Tiene planta alabeada, jugando con las formas cóncavas y convexas. En las esquinas se situan dos columnas jónicas con el fuste verde y la basa y el capitel dorado que sostienen una una cornisa sobre la que se levanta la cúpula ; sobre ésta caen, a su vez, dos hojas de acanto dorado que sirven de candeleros. El sagrario se corona con las virtudes teologales: la Fe, sobre la cúpula, de pie, victorisa, con los ojos vendados, mostrando la cruz y el sacramento de la Eucarístía; la Esperanza a la derecha del contemplador, sentada sobre la esquina de un frontón mostrando el ancla; y la Caridad a la izquierda, también sentada sobre otra esquina del frontón, sosteniendo un niño pequeño con su brazo izquierdo, mientras el derecho está en actitud de otro pequeño que, en la actualidad está en paradero desconocido.
Todo el conjunto está realizado en madera policromada y estofada en oro con gran virtuosismo del anónimo autor.
Los estatutos de la Escuela dejan claro que los ejercicios que se realizan en la capilla deben estar siempre presididos por la escena del Calvario compuesto por el Crucificado y la virgen Dolorosa. Para tal fin, el hermano Cristóbal Ramos realiza la imagen de la Virgen, pero para el Crucificado se tomó otra ya existente: el Cristo del Calvario, de la Parroquia de San Ildefonso, cuya hermandad, compuesta por mulatos, en ese momento se encontraba disuelta.
Su última estación de penitencia fue en 1731 y a partir de ahí cesó su actividad y a mediados del siglo XVIII los pocos hermanos que quedan ceden sus imágenes a la Parroquia de San Ildefonso, es decir, el Crucificado del Calvario, una Dolorosa y una imagen del Ecce Homo. Los hermanos de la Santa Escuela llegan a un acuerdo con San Ildefonso por el cual se les cede la escultura del Crucificado para su veneración y, de este modo, lo instalan en el retablo mayor junto a la Virgen de la Misericordia.
Así permanece hasta el año 1818 cuando el párroco del citado templo, Don Matías de Espinosa, reclama su imagen para que se le dé culto en su antiguo emplazamiento, iniciándose un pleito que se zanja del siguiente modo: la Escuela debe devolver el Crucificado a San Ildefonso pero a cambio la parroquia queda obligada a un pago de 4000 reales para el encargo de una nueva imagen que sustituya a la anterior.
Recibida la compensación, Francisco Nicolás de la Barrera, en nombre de la Escuela, encarga a Juan de
Astorga un nuevo Cristo en la Cruz, dándosele un año para que lo realice y se le indica que "salga lo más dulce y sensible que sea dable, con la circunstancia de que el rostro goce bien desde el pavimento". Una vez esculpido fue encarnado por Juan de Ojeda y entregado en 1820.
Realmente la pieza es de suma belleza y serenidad acorde con el espíritu neoclásico.
La Virgen de la Misericordia se trata de una Virgen Dolorosa que preside, junto con el Crucificado de la Providencia, la Santa Escuela de Cristo, formando ambos la escena del Stabat Mater.
Se encuentra postrada de hinojos, juntando las manos en actitud de oración y a la vez súplica, alzando su rostro al cielo. Cubre su cabeza con un manto blanco; sobre el mismo, un manto azul con el filo estofado en oro. Se viste con túnica roja, también decorada siguiendo esta misma técnica. Tanto la cabeza como las manos están realizadas en terracota policromada, mentras que las vestiduras son telas encoladas.
La imagen, que mide 144 cm de altura, es del escultor sevillano Cristóbal Ramos. Fue la última obra del autor pues éste murió en 1799 y la imagen se estrenó un año después.
El retablo se corona con una reproducción del Nacimiento de Cristo, famosa pintura del sevillano Bartolomé Esteban Murillo, pasaje titular de esta Santa Escuela, con un marco dorado que, en su parte central superior, tiene una jarra de flores sobre la que cae hacia los lados una guirnalda. A izquierda y derecha del cuadro se disponen dos ángeles ceriferarios de gran tamaño, cada uno de ellos sosteniendo un candelabro.
A los lados del retablo se encuentran dos copias de los retratos de San Isidoro y San Leandro que Murillo realizó para la Sacristía Mayor de la Catedral de Sevilla, de los cuales sólo están los rostros mitrados de los Santos Arzobispos de la ciudad. Por último, en las esquinas se sitúan dos ángeles lampareros, realizados también en madera policromada y estofada en oro. Son la nota barroca a tan sobrio conjunto, puesto que aparecen volando, levantando la pierna izquierda con las alas desplegadas y los cabellos y ropas movidos por el viento. Indudablemente son del mismo taller pero no de la misma mano puesto que las facciones del izquierdo son mucho más delicadas y armoniosas que las del derecho.
*Información recogida de la web
http://www.lahornacina.com/seleccionesescueladecristo.htm. Mi agradecimiento a su autor por informarnos con generosidad acerca de las joyas de este recinto tan poco conocido en Sevilla. Poco he modificado de su información original, no por pereza, sino por desconocimiento propio de esta información y mi temor a equivocar al lector con algún desliz que le llevara a la confusión. Para mayor información, les aconsejo que entren en esta magnífica web y se adentren en los pasillos de la historia del Oratorio de la Escuela de Cristo de la Natividad.