¿Acaso mentía el gran Silvio Fernández cuando decía que "Sevilla no tiene que demostrar que es la ciudad más bonita del mundo"? Así es Sevilla, un lugar que enamora por sus rincones únicos, piedras antiguas y cantes hondos que se mezclan entre históricos palacios reales y soleadas alamedas, una ciudad que se mece sobre las plateadas aguas del Guadalquivir y es acunada por un cielo tan luminosamente azul que merece escribirle los versos más bellos del mundo.
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viernes, 8 de enero de 2016
El retablo mayor de la Iglesia del Convento de la Encarnación.
El Convento de la Encarnación es un recinto religioso muy importante en nuestra ciudad al que el propio pueblo de Sevilla le ha dado un nombre popular por el que es más conocido.
Quizá a algunos de nosotros si nos preguntaran por el Convento de la Encarnación dudaríamos sobre su ubicación, sin embargo, si esa misma pregunta estuviera referida al Convento de Santa Marta casi todos sabríamos a qué nos estamos refiriendo.
Pues bien, en esta ocasión vamos a hablar de la pequeña iglesia que está situada en el interior del convento de la Encarnación, iglesia que tiene acceso exterior por la Plaza Virgen de los Reyes, a muy pocos pasos de donde está situada la estatua del Papa Juan Pablo II y que está habitado por las monjas agustinas ermitañas.
La iglesia es pequeña y está formada por una sola nave cubierta con bovedas de nervaduras sostenida por cuatro mensuras. Destaca en ella el retablo del altar mayor, un retablo de estilo neoclásico, coronado por una imagen de Santa Marta y cuya escena central y principal está centrada en el importante pasaje evangélico de la Anunciación y a ambos lados las imágenes de San Juan Bautista y San Juan Evangelista.
Las esculturas son obra de Francisco Dionisio de Ribas, gran escultor y ensamblador de retablos, hermano del también artista Felipe de Ribas y padre de Francisco Antonio de Ribas. De sus manos nacieron obras como el "retablo de los Jácomes" de la Catedral de Sevilla, una obra creada en el año 1658 y en el cual el maestro usa lo salomónico por vez primera; o el conocido como "retablo de los Vizcaínos" de la Iglesia del Sagrario de Sevilla.
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