El número 5 de la Plaza del Museo es una de las joyas (privadas en este caso) que se pueden ver en ese rincón de Sevilla tan concentrado de arte de gran calidad. Dicha vivienda no es otra que la Casa-palacio de la familia Bellver, don Mariano y doña Dolores, a los que nuestra ciudad le debe tanto y cuya colección artística podemos ver en la Casa Fabiola (el legado que recibió Sevilla está compuesto por 567 obras de arte: 299 pinturas, 112 esculturas, 57 figuras de marfil y hueso, 44 muebles, 42 piezas de porcelana y cerámica y 13 relojes. Posiblemente lo mejor sean las pinturas costumbristas sevillanas, surgidas de las paletas de José García Ramos, Sánchez Perrier, Gonzalo Bilbao y un largo etcétera de artistas).
Pero en el día de hoy quisiera que nos fijáramos en el zaguán de la casa, la pequeña entrada de la misma donde se nos muestran dos azulejos de gran calidad y a los que vamos a referirnos tanto en este post como en el siguiente que será publicado mañana.
Enfrentados en las dos paredes laterales del cubículo podemos ver dos grandes lienzos cerámicos con sendas estampas históricas que vamos a explicar a continuación.
La primera de ellas, la que se sitúa a la izquierda del zaguán es una imagen que refleja la entrada del Emperador Carlos V en la ciudad de Barcelona, que es fiel reflejo de uno de los doce tapices que forman la colección "La empresa de Túnez" de cuya historia hablaremos más adelante.
El lienzo cerámico fue realizado por el artista Manuel Pérez de Tudela en el año 1906 (Alcalá de Guadaira, 1866-1926). Aún habiendo nacido en la ciudad alcalareña, cuando aún era un niño se trasladó con sus padres a Sevilla. Su formación artística la realizó en la Escuela Provincial de Bellas Artes, donde contó con maestros como Eduardo Cano y Virgilio Mattoni.
Desde el principio dio muestras de ser un gran artista de la pintura cerámica. Entró a trabajar en la Cartuja y después en la fábrica de Mensaque y Soto, la que abandonó en 1908 para establecerse por su cuenta en el barrio de Triana, en la calle Antillano Campos.
Sus obras fueron de una ejecución muy cuidada, tanto en los grandes platos decorativos como en las producciones de azulejería. Concurrió a pocas exposiciones, pero aquellas en las que lo hizo siempre resultó premiado. Fue tal la reputación de las obras de este artista en la ciudad de Sevilla que todos los periódicos del momento le dedicaron artículos y se ocuparon de aquellas. Como opinión unánime le consideraron el verdadero maestro en la pintura cerámica.
Esta foto de abajo refleja la imagen del tapiz al que hicimos referencia más arriba y que sirvió de inspiración al artista.
Compuesta por doce paños, la serie "La empresa de Túnez", narra los hechos más importantes de la campaña tunecina del emperador en 1535. El contrato para su realización fue firmado por la reina María de Hungría –gobernadora de los Países Bajos– y el pintor Jan Cornelisz Vermeyen, quien había acompañado al emperador en la operación, y realizó entonces diversos dibujos, base para los cartones, que en la actualidad se conservan en el Kunsthistorisches Museum de Viena. La realización corrió a cargo del taller de Willem de Pannemaker, siendo tejidos entre 1550 y 1554.
A lo largo de los doce tapices se narra la partida de las tropas imperiales, la llegada de la flota imperial a Túnez, la toma de La Goleta y la toma de Túnez, con profusión de detalles, siendo además un interesantísimo documento histórico para conocer el desarrollo de la campaña, y un catálogo de tipos humanos, pertrechos, armamento, paisajes, realmente singular.
Los paños estuvieron listos para ser enviados a Inglaterra como regalo nupcial para el enlace del príncipe Felipe y la reina María Tudor. Siempre se ha afirmado que los tapices no llegaron a tiempo para formar parte de la ornamentación de la catedral de Winchester, donde se celebró la boda, si bien sabemos que los paños llegaron a tiempo –transportados por el propio Pannemaker–, pero permanecieron en Londres, donde se mostraron en el palacio de Whitehall. Tal vez la iconografía de los tapices resultase muy agresiva para formar parte de las decoraciones de una ceremonia que en parte recordaba a los ingleses no solo la vuelta al catolicismo, sino el acercamiento a los poderosos Habsburgo.
Cuando Felipe abandonó Inglaterra para dirigirse a los Países Bajos en 1556, los paños le acompañaron, formando parte de la decoración de la catedral de Amberes durante la celebración del capítulo de la Orden del Toisón de Oro de ese año, junto a la serie de la Historia de Gedeón, tesoro de la orden tejida en tiempos de Felipe el Bueno. Después pasaron a la gran sala del palacio de Coudenberg de Bruselas, para donde parece que pudieron haber sido tejidos.
No termina aquí el periplo de esta serie. Sabemos que los tapices viajaron a España, donde se inventarían en la fortaleza de Simancas tras la muerte del emperador. Junto con otros paños, fueron adquiridos por Felipe II, que no dejará de utilizarlos, como cuando formaron parte de la decoración de las ceremonias de la Orden del Toisón de Oro, que tuvieron lugar en el alcázar en 1593. En 1560 se colgaban en el alcázar de Madrid, y allí señalan su presencia algunos cronistas a lo largo de los años, como Vandenesse o Jean Lhermite. Con el codicilo de 1597, Felipe II convirtió los tapices en bienes vinculados a la Corona, y desde entonces permanecen en España, custodiándose en la actualidad en las colecciones de Patrimonio Nacional. Sin embargo, con el paso del tiempo se perdieron dos paños de la serie original.