¿Acaso mentía el gran Silvio Fernández cuando decía que "Sevilla no tiene que demostrar que es la ciudad más bonita del mundo"? Así es Sevilla, un lugar que enamora por sus rincones únicos, piedras antiguas y cantes hondos que se mezclan entre históricos palacios reales y soleadas alamedas, una ciudad que se mece sobre las plateadas aguas del Guadalquivir y es acunada por un cielo tan luminosamente azul que merece escribirle los versos más bellos del mundo.
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domingo, 15 de septiembre de 2019
La cerámica de la torre de la Iglesia de San Isidoro.
La iglesia de San Isidoro tiene dos portadas, la principal que da a la calle Luchana y la que se abre sobre el muro de la nave de la Epístola que linda con la calle San isidoro.
Sobre esta última, Francisco Jiménez Bonilla elevó en 1752 una torre de dos cuerpos de inspiración barroca. Allí, sobre la cara principal orientada hacia el sur podemos ver un grupo de tres elementos cerámicos alineados horizontalmente.
En el centro y en un tamaño superior a los laterales nos encontramos un retablo cerámico del titular del templo, San Isidoro, vestido con la ropa propia de un arzobispo de Sevilla, cargo que ocupó durante tres décadas.
A si izquierda visto de frente podemos ver a San Leandro, enmarcado en un medallón e, igualmente, a su derecha tenemos otro medallón donde se representa a Santa Justa.
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