Me declaro culpable de ser un auténtico ignorante en el arte de la música, por eso me van a perdonar si cometo alguna equivocación o inexactitud en el post de hoy.
Paseaba por la Calle Baños y me llamó la atención este hermoso escaparate, con un no menos hermoso rótulo de establecimiento: "Taller de Luthería".
Creo que un luthier es una persona experta que se dedica a cuidar y arreglar instrumentos musicales, especialmente los que son de cuerda (violines, violonchelos, violas... ¿guitarras?). Son personas que miman la madera y la cuerda y procuran prepararlos para que el músico consiga sacar lo mejor del alma del instrumento. Es la magia del que con sus manos es capaz de construir instrumentos tan delicados.
Pero realmente me llamó la atención el color turquesa del establecimiento, por su delicadeza. Lógicamente no hay que decir que, en el interior, los instrumentos musicales que le sirven de decoración pintados en rojo le añade un toque de elegancia y de pasión al establecimiento.
No me atreví a entrar para no delatar mi ignorancia, pero lo que sí conocí después es que su dueño, Rober Louis Baille, intenta recuperar esta profesión para que no se pierda devorada por la industrialización de nuestra civilización.
Espero que tenga suerte.
.
I declare I am an authentic ignoramus in the art of the music, because of it you are going to excuse me if I commit some mistake or inaccuracy in the today post.
It was walking along Baños Street and I looked at this beautiful shop window, with a not less beautiful label of establishment: "Luthería's Workshop".
I believe that a luthier is an expert person who take care and arrange musical instruments, specially violins, violonchelos, violas ...
They are persons who spoil the wood and the rope and try to prepare them in order that the musician manages to extract the better sound of the soul of the instrument. It is the magic of the one that with his hands is capable to make so delicate instruments.
But really the turquoise color of the establishment goet my attention, for its sensitivity. Logically it is not necessary to say that, in the interior, the musical instruments that use him as decoration painted in red adds a touch of elegance and of passion to the establishment.
I did not go into the shop not to betray my ignorance, but I knew later is that his owner, Rober Louis Baille, tries to recover this profession in order that it does not get lost devoured by the industrialization of our civilization.
I hope that it is lucky.