Continuando con la Plaza Alfaro, hoy vamos a hacer referencia a dos elementos diferentes pero que, en este caso, están muy ligados, por un lado este balcón que vemos en la fotografía y, por otro, a la ópera "El barbero de Sevilla". En este balcón, cuenta la leyenda que pasa gran parte de la acción de la obra operística.
"El Barbero de Sevilla" es una ópera bufa en dos actos con música de Gioachino Rossini y libreto en italiano de Cesare Sterbini, basado en la comedia del mismo nombre de Pierre-Augustin de Beaumarchais.
Cuando Beaumarchais eligió a Sevilla como escenario de su comedia no lo hizo por simple capricho. Había por el contrario razones profundas, por historia y por tradición literaria. Debido al descubrimiento de América, Sevilla se había convertido en la primera ciudad de España. Conoció entonces el esplendor, tanto en su vertiente demográfica, como en la económica y artística. Sevilla era la Babilonia de España y fue ampliamente cantada por poetas, dramaturgos y novelistas que fueron moldeando una imagen de la ciudad cuya fama traspasaría las fronteras.
Aquella Sevilla produjo al mítico Don Juan y en aquella ciudad había residido en diversas ocasiones y por largos años Cervantes, que trasladó a su creación literaria aspectos del vivir sevillano. Era la Sevilla del oro de las Indias.
Por el contrario, la Sevilla del siglo XVIII había cambiado tanto, externa como internamente, respecto a la del Siglo de Oro que era imposible reconocerla.
Ya no era una ciudad tan esplendorosa como entonces ni tan llena de contrastes, sino una apagada capital de provincias que en gran parte vivía de sus sueños del pasado.
Por eso Beaumarchais no encontró mejor referente que Sevilla para plasmar una problemática, como era la de los matrimonios a la fuerza, que a su juicio debía pertenecer ya al pasado, pero que se perpetuaba, sin embargo, como una pesada rémora en el presente.
Eligió a Sevilla por historia y por tradición, por coherencia creativa, y supo reflejarla en su comedia en sus rasgos esenciales. La adaptación como libreto por parte de Sterbini potenció esos aspectos y la genial música de Rossini obró el milagro de la inmortalidad.
La acción de la ópera transcurre mayoritariamente en el piso superior de la casa de Don Bártolo. Si Almaviva y Rosina pudiesen comunicarse, de palabra y de tacto, a través de una ventana en la parte inferior, al mismo nivel de la calle, sobraría el balcón y cuanto gira en torno a este importantísimo elemento a todo lo largo de la historia: desde la serenata inicial hasta la escala para efectuar el asalto y la frustrada fuga.
La trama es por todos conocida, lo que no todos saben es que la leyenda sevillana cuenta que éste de la fotografía es el balcón que inspiró parte de esta obra.
Pero la leyenda es una cosa y la historia otra. La obra se escribió en 1775 y el edificio sobre el que se apoya dicho balcón fue construido a finales del siglo XIX.
Unos años más tarde, en 1925, el edificio cambió de propietario, quien construyó el famoso balcón y adornó la fachada con una portada de piedra que hizo traer de un palacio de la localidad de Écija.
Como vemos, de nuevo la leyenda se enfrenta a la historia y la vence.