El pasado domingo, sobre el paso de la Hermandad de la Borriquita pudimos ver a todas las figuras de gran tamaño que en él se nos muestra: Jesús sobre un borrico, otro pollino, San Pedro, Santiago, San Juan, un judío, una hebrea, dos niños, una niña y una misteriosa figura que se esconde subido al tronco de la palmera.
¿Quién es esta figura que parece espiar los movimientos del Maestro?.
Era el enano Zaqueo, un desecho social porque a su limitada estatura se unía su profesión de cobrador de impuestos (publicano) y ser rico.
Sin embargo, Jesús, aún conociendo las circunstancias, se autoinvitó a comer en casa de este pecador.
Tras esta visita, Zaqueo se convirtió y dio su fortuna a los pobres.
El Evangelio de San Lucas dice así (19, 1-10):
Entró en Jericó y cruzaba la ciudad. Había un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de publícanos, y rico. Trataba de ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la gente, porque era de pequeña estatura. Se adelantó corriendo y se subió a un sicómoro para verle, pues iba a pasar por allí.
Y cuando Jesús llegó a aquel sitio, alzando la vista, le dijo: «Zaqueo, baja pronto; porque conviene que hoy me quede yo en tu casa.».
Se apresuró a bajar y le recibió con alegría. Al verlo, todos murmuraban diciendo: «Ha ido a hospedarse a casa de un hombre pecador.».
Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: «Daré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres; y si en algo defraudé a alguien, le devolveré cuatro veces más.»
Jesús le dijo: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también éste es hijo de Abrahán, pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido.