A lo largo de la calle que lleva el nombre de Pasaje Mallol podemos ver edificios convertidos en grandes salas dedicadas al ocio, al teatro, a la magia, a la música y a la manufacturación de artesanías, entre otras muchas actividades más dispersas.
Uno de los lugares míticos de esta calle es el número 8 de la misma, convertido en un callejón que termina en corralón donde multitud de pequeños talleres se han convertido en salas de reunión, de formación, de entretenimiento o de reflexión.
Sin insistir mucho en los detalles más privados, hoy podemos ver algunos detalles de la decoración del ámbito público del corralón, algo de lo más surrealista y onírico.