Sobra la fachada de un edificio de la calle Castilla, entre el Arco de la O y la Casa de las Flores (de la que hablaremos en breve) nos encontramos con este azulejo que marca el lugar donde antaño estaban situadas las Almonas Reales, el lugar abril donde se elaboraba el célebre jabón sevillano.
Desgraciadamente, del edificio original quedan apenas unos restos de ladrillos. La urbanización moderna de la calle Castilla y del Paseo de Nuestra señora de la O convirtió el lugar en edificios habitables.
Se tienen datos de su existencia desde inicios del siglo XVI cuando el derecho real sobre la fábrica de jabones se cedía a la familia Enríquez de Ribera, familia que no ejercía la tarea empresarial si no que la cedía a unos terceros que a su vez se veían obligados a pagar unas rentas anuales.
Más tarde la fábrica de jabones pasó a ser dirigida por la familia Welser quienes ampliaron las instalaciones para llevar el jabón de Triana a los Países Bajos, Gran Bretaña y América hasta mediados del siglo XVIII cuando la fábrica entró en decadencia.
La familia Welser contó con un aliado impagable a la hora de comercializar el jabón: el río guadalquivir cuya navegabilidad permitía el comercio del producto desde las mismas puertas de la fábrica a cualquier lugar del mundo en un sólo viaje.
Del mismo modo el Guadalquivir era camino de entrada de las materias primas del jabón. Desde el Aljarafe llegaba la grasa sobrante del aceite de oliva y de las marismas del río, más al sur, se traía la barrilla, una hierba que crece en zonas pantanosas y de cuyas cenizas se obtenía la sosa o potasa que se mezclaba con la grasa para darle consistencia al jabón. El perfume se conseguía con otros productos como el almizcle, el ámbar, la menta o la algalia. Para facilitar el trasiego de mercancías, junto a la orilla del río se situaba un muelle de uso exclusivo de la fábrica.