Tres cruces en una calle.
El cielo está tenebroso, metálico.
El mármol de las columnas rezuma frío.
Y el hierro... el hierro apuntando al cielo en plegaria eterna rogando por los hombres de esta pecadora ciudad.
Tres cruces son, en la "Calle de las Cruces", como un Gólgota cualquiera de hace dos mil años.
Y, sin embargo, en esa calle hay dos cruces más, olvidadas del nomenclátor sevillano a quien nadie recuerda cuando habla de la "Calle de las Cruces".
Cruces. Como las que soporta cada uno de nosotros en nuestra vida diaria.