Entramos en una de las estancias principales del Palacio Medieval de Don Pedro y Doña Catalina, conocida como Salón Antecapilla, por su función, o Salón de Descanso de los Jueces, como evocación de los 71 miembros del Sanedrín que jugaron a Cristo. Esta sala es de grandes dimensiones, tiene 108 metros cuadrados y precede a la Capilla de la Flagelación.
Sus muros, como los del resto del Palacio, fueron revestidos en los años treinta del siglo XVI con altos zócalos de azulejos de cuenca o arista cuya disposición no perseguía a componer un diseño único corrido, sino al contrario, diferenciar cada paño individual, bordeándolo con una cenefa y alternando en sus centros las armas de los Enríquez y de los Ribera.
Con esta disposición novedosa, el Marques de Tarifa buscaría repetir, en su palacio de verano, la que tendría el de Inverno cuyos muros podemos imaginar enteramente revestidos con tapices también de motivos heráldicos.
Este proyecto de Don Fadrique no hubiera sido posible sin la aparición a principios del siglo XVI de una nueva técnica de fabricación de azulejos, que por una parte facilitaba la realización de diseños de líneas curvas propios de los tejidos y por otra aceleraba y abarataba su ejecución.
Solo gracias a esta técnica novedosa los célebres alfareros de Triana, Diego y Juan Pulido, pudieron comprometerse a entregar 2000 azulejos semanales al Marques de Tarifa.
El procedimiento se asemejaba al de la imprenta y consistía entallar el dibujo en negativo sobre un molde que se aplicaba mediante presión a la loseta de barra para formar una impronta de cuencas separadas por aristas que daban nombre a este tipo de azulejos y que servían para evitar la mezcla de los colores al hornear la pieza.
Por el número de piezas y los más de 150 diseños diferentes de motivos mudéjares, isabelinos y renacentistas, esta es la mayor y mejor colección existente desde este tipo de azulejería.
Del conjunto de yeserías del palacio sobresalen por su belleza las que adornan el arco carpanel que da acceso a la capilla, original síntesis de motivos de tracería gótica, estilo que era el referente de modernidad en la Sevilla de fines del siglo XV y de otros propios de la estética tradicional sevillana heredada de la ciudad islámica, como las decoraciones vegetales de su alfiz o las ventanitas lobuladas cubiertas con celosías de su friso.
Completa esta fusión estilística la decoración polícroma de las puertas que cierran este arco, con motivos propios del primer renacimiento, como las figuras humanas, los cuernos de la abundancia o las coronas de laurel que enmarcan las armas de Enríquez y Sotomayor.
Estas armas de Enriquez y Sotomayor, que también aparecen en los frisos de algunos artesonados nos sirven de guía para diferenciar el palacio medieval de Don Pedro y Doña Catalina de la ampliación que realiza su hijo Don Fadrique pues son diferentes de las de Enríquez y Ribera, dispuestas en el centro de todos los paños de azulejos y en los frisos de los nuevos artesonados, armas que hasta su muerte, en 1509, sólo podía usar el hijo del primer matrimonio de Don Pedro, Don Francisco Enríquez de Ribera, en tanto que primogénito de la casa de Ribera.
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