Para hablar de la Casa de Pilatos es de justicia empezar mencionando a las dos personas que promovieron este magnánimo lugar, Don Pedro Enríquez y Quiñones y su esposa Doña Catalina de Ribera, como pueden ver unos apellidos de rancio abolengo en la Sevilla del siglo XV y herederos de los primeros Adelantados Mayores de Andalucía en la ciudad hispalense.
Para situarnos en la historia, Don Pedro Enríquez era descendiente directo de Fadrique de Castilla (1334-1358) gemelo y hermanastro respectivamente de los reyes castellanos Pedro I el Cruel y Enrique II de Trastámara, enemigos irreconciliables y que se enfrentaron en la llamada I Guerra Civil castellana. Fue Pedro I quien mandó asesinar al antepasado de Pedro Enríquez por ser fruto de las relaciones extraconyugales de su padre el rey Alfonso XI. Pedro Enríquez, por su parte, logró entroncar su apellido con los Ribera, primero con Beatriz y después con su hermana Catalina, para unir su estirpe a la de los Adelantados Mayores de Andalucía y contar con sus riquezas y posición social.
Pero aunque don Pedro y doña Catalina (sobre todo ella) sembraron el germen de este palacio, a lo largo de los años, sus descendientes fueron modificando y engrandeciendo tanto el propio edificio como las riquezas acumuladas en él. Así hablaremos de don Fadrique Enríquez de Ribera, hijo de ambos, o de Per Afán de Ribera, sobrino de éste, dos personajes que supieron crearse su propio camino ajenos a los méritos de sus ascendientes acrecentando sus riquezas empleando muchas de ellas en la tarea de embellecer el recinto del Palacio de Pilatos. Veamos brevemente su historia.
La planta de este palacio es el resultado de un largo proceso de construcción y de adición de nuevas casas y solares en el que se pueden distinguir fácilmente tres grandes fases constructivas.
Un palacio medieval primitivo construido a finales del siglo XV. Una ampliación y reforma renacentista ejecutadas en los años 20 y 30 del siglo XVI. Y por último, un nuevo palacio levantado hacia 1570, adyacente a lo antiguo y abrazado a su huerta. El palacio medieval lo construyeron los Adelantados Mayores de Andalucía, don Pedro Enríquez y doña Catalina de Ribera, sobre un conjunto de casas que habían adquirido a la Hacienda Real de entre los bienes confiscados en Sevilla por el recién creado Tribunal de la Inquisición.
Entre 1483 y 1505 se alzó este palacio en torno a un patio principal que entonces tenía forma de U y que puede identificarse por los capiteles cónicos y lisos que coronan las columnas de tres de sus lados. La arquitectura y artesonados de todas las estancias que abren a estas tres galerías del patio, tanto en planta baja como en alta, datan de este período, lo que nos da idea de una escala y lujo insólitos para la época que sorprendieron a los viajeros contemporáneos y que aún hoy solo son comparables con el palacio real del Alcázar.
Posteriormente, como consecuencia de la peregrinación a Jerusalén que al atravesar Italia expone a don Fadrique Enríquez de Ribera, hijo de los Adelantados, a las nuevas formas del Renacimiento, el palacio que éste había heredado de sus padres en 1505 experimenta, entre las bodas sevillanas del emperador Carlos V con Isabel de Portugal en 1526 y el fallecimiento de este primer marqués de Tarifa en 1539, una gran ampliación y un importante enriquecimiento decorativo.
La ampliación afectó por un lado al patio, en su lado este, el único que tiene capiteles de un corintio muy esquemático, conocidos como capiteles de moñas. Por otro, a los jardines que se enriquecieron con galerías paralelas a los grandes salones que abren al patio.
Y por último, incorporando una escalera monumental y un guardarropa o cámara de maravillas, estancia esta última transformada con el tiempo en caballerizas del palacio.
Del nuevo programa decorativo, destacan la importación desde Génova de las primeras muestras marmóreas que vio Sevilla del arte renacentista y el revestimiento de todos los muros de la planta baja o palacio de verano, con altísimos paños de azulejo. Y algunos de los de la planta o palacio alto con pinturas murales. Además, con las nuevas adquisiciones de Don Fadrique, el solar que ocupaba el palacio llegó a su máxima expansión, alcanzando toda la manzana existente entre la iglesia de San Esteban y el convento de San Leandro.
Este solar completo sufrió importantes segregaciones en los siglos XIX y XX y pese a ello, la casa de Pilatos sigue siendo el mayor conjunto residencial de la ciudad después del Alcázar.
La tercera fase constructiva corresponde al sobrino de don Fadrique, don Per Afán de Ribera, primer duque de Alcalá y virrey de Nápoles entre 1558 y 1571.
Durante esta última etapa de su vida, en contacto con la refinada corte virreinal napolitana, nació en él una pasión por las antigüedades clásicas que le llevó a formar una reputadísima colección de esculturas grecorromanas que quiso exhibir en su palacio sevillano.
Para ello, envió desde Nápoles a un ingeniero, Benvenuto Tortello, con el doble propósito de adaptar el palacio para exponer la colección escultórica y construir ex novo en su huerta un palacio adyacente con el mismo fin. Este palacio es el conjunto de logias que abren al hoy denominado Jardín Grande.
Por estas seculares transformaciones arquitectónicas y decorativas, hoy la casa de Pilatos es el monumento que mejor refleja la evolución de la arquitectura civil y de los modos de vida noble en la Sevilla del siglo de oro, es decir, en la ciudad que desde el reinado de los reyes católicos a fines del siglo XV hasta el de Felipe IV, mediado el XVII, fue el centro del Imperio español.
Posteriormente, aunque se realizaron algunas reformas, como las que llevó a cabo el tercer duque de Alcalá en el siglo XVII o las restauraciones románticas y neomudéjares que los duques de Medinaceli ejecutaron desde mediados del siglo XIX hasta principios del siglo XX, ninguna de ellas supuso ni una ampliación del palacio ni una transformación sustancial de su estructura.
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