La figura de Beato de Liébana (701–798), también llamado San Beato, fue un monje del Monasterio de San Martín de Turieno (actualmente Monasterio de Santo Toribio de Liébana), en la comarca de Liébana (Cantabria), en las estribaciones de los Picos de Europa.
Su obra más conocida es el Comentario al Apocalipsis de San Juan (Commentarium in Apocalypsin), de gran difusión durante la Alta Edad Media, debido a su trabajo en el campo de la teología, política y geografía.
Se conocen como "Los Beatos" a los manuscritos de los siglos X y XI, más o menos abundantemente ilustrados, donde se copian el Apocalipsis de San Juan y losComentarios sobre este texto redactados en el siglo VIII por el Beato de Liébana. Escribió los Comentarios al Apocalipsis de San Juan (Commentarium in Apocalypsin), en el año 776.
Diez años después, en el 786, redacta la versión definitiva. En esta versión pretende hacer frente a la crisis por la que pasaba la Iglesia en aquellos años e intenta demostrar que está en posesión de la traditio sobre la llegada y predicación del Apóstol Santiago en España.
Algunos de estos "Beatos" están presentes en la exposición.
1. Beato de Liébana. Códice del Rey Fernando I y Doña Sancha.
Biblioteca Nacional de Madrid.
El Beato de Fernando I y Doña Sancha fue miniado en el año 1047 por Facundo para los reyes de Castilla y León en cuya biblioteca estuvo hasta su muerte. Los Comentarios al Apocalipsis de Beato de Liébana se copiaron e iluminaron para la mayoría de los monasterios del norte de la península Ibérica entre los siglos X y XI.
El Beato de Fernando I y Doña Sancha fue miniado en el año 1047 por Facundo para los reyes de Castilla y León en cuya biblioteca estuvo hasta su muerte. Los Comentarios al Apocalipsis de Beato de Liébana se copiaron e iluminaron para la mayoría de los monasterios del norte de la península Ibérica entre los siglos X y XI.
Sin embargo, el Beato de Facundo es el único (con la posible excepción del Beato de las Huelgas) que fue copiado para los reyes de Castilla y León: Fernando I y doña Sancha.
En conjunto, el códice es uno de los más bellos de la miniatura hispana y, por supuesto, de los beatos, tanto por el rigor del dibujo, su sincretismo entre el mantenimiento del pasado y la apertura al presente, el cuidado casi clásico por el orden y la estructura compositiva y el uso del color, capaz de crear unos efectos cromáticos con apariencia de ambientes diversos, siempre de gran elegancia y dotados de una severa solemnidad, diferente a todo lo altomedieval. Además, en ninguno de los beatos abunda tanto el oro como en el Beato de Fernando I.
2. Beato de Liébana. Códice del Monasterio de San Andrés de Arroyo.
Biblioteca Nacional de Francia.
El manuscrito del Beato de San Andrés de Arroyo ofrece un cúmulo de peculiaridades que le singularizan de entre todos los beatos. Es considerado un beato tardío que armoniza dos aspectos: sus imágenes contienen las fórmulas del románico pleno y algún recuerdo de la tradición ilustrativa de los beatos altomedievales, y reafirman su papel iluminador y de mayor efectividad que la palabra para expresar el mensaje divino. Por otra parte este códice anuncia la recuperación de los planteamientos visuales del clasicismo.
El manuscrito del Beato de San Andrés de Arroyo ofrece un cúmulo de peculiaridades que le singularizan de entre todos los beatos. Es considerado un beato tardío que armoniza dos aspectos: sus imágenes contienen las fórmulas del románico pleno y algún recuerdo de la tradición ilustrativa de los beatos altomedievales, y reafirman su papel iluminador y de mayor efectividad que la palabra para expresar el mensaje divino. Por otra parte este códice anuncia la recuperación de los planteamientos visuales del clasicismo.
Las coincidencias estilísticas del Beato de San Andrés de Arroyo con el Beato de San Pedro de Cardeña nos permiten suponer que su ilustración posiblemente fue realizada en el del Monasterio de San Pedro de Cardeña.
En el Beato de San Andrés de Arroyo el oro y la plata se utilizaron con profusión. El lapislázuli, que era traído de Persia y que lograba los azules más intensos, proporciona una riqueza al manuscrito sólo comparable con la que se alcanza mediante el uso de la lámina de oro. Todo ello indica el deseo de producir un manuscrito rico, probablemente por encargo de Fernando III el Santo.
En el Beato de San Andrés de Arroyo el oro y la plata se utilizaron con profusión. El lapislázuli, que era traído de Persia y que lograba los azules más intensos, proporciona una riqueza al manuscrito sólo comparable con la que se alcanza mediante el uso de la lámina de oro. Todo ello indica el deseo de producir un manuscrito rico, probablemente por encargo de Fernando III el Santo.
El manuscrito fue regalado al monasterio cisterciense de San Andrés de Arroyo, custodiado por las monjas que lo regentan, hasta que la Bibliothèque nationale de France lo compró a M. Toca en 1882, donde se conserva en la actualidad.
3. Beato de Liébana. Códice del Monasterio de San Pedro de Cardeña.
Museo Arqueológico Nacional de Madrid y Metropolitan Museum of Art de Nueva York.
Obra de dos miniaturistas, el Beato de San Pedro de Cardeña es uno de los más suntuosos, más elaborados artísticamente y de mayor calidad de los de su serie (Familia II, rama B). Constituye el ejemplar más bello de los códices tardíos de los Comentarios al Apocalipsis del monje Beato de Liébana. Es fechable entre 1175-1185 y sirvió de modelo para otros códices.El exuberante colorido a base de rojos, azules, verdes, con los que se asocian rígidas planchas de oro en nimbos así como en convenciones arquitectónicas, contribuyen a resaltar la lujuriante decoración, plenamente armonizada con el texto escrito por hábiles copistas, que tal vez, como Santo Martino de León, se lamentaran de los tremendos dolores producidos en la espalda y hombros por tan arduo y continuado trabajo. Realizado en torno a los años 1175-1185, la iluminación afecta patentes influencias del arte insular y lejanos recuerdos del arte carolingio.
4. Beato de Liébana. Códice del Monasterio de Silos.
British Museum, londres.El 19 de mayo de 1840 compró el British Museum de Londres un manuscrito precioso; se trataba de una copia, espléndidamente iluminada, del Comentario de Beato de Liébana al Apocalipsis de San Juan. El códice había sido copiado en el scriptorium del monasterio de Santo Domingo de Silos pero ya había tenido una vida ajetreada desde sus propios comienzos.
A finales del siglo XI, cuando el texto de Beato empezaba a ser más raramente copiado y utilizado, los monjes de Silos deciden emprender la costosa tarea. Costosa porque se trataba de un códice que requería muy buen pergamino, tintas variadas, oro y plata para ser profusamente ilustrado. Si quería llevar a cabo una obra cuidada y bien acabada, era necesario además disponer de buenos calígrafos e iluminadores. Silos no carecía en este momento de nada de ello; los monjes Domingo y Muño pusieron manos a la obra, y el jueves, 18 de abril de 1091, a la sexta hora del día, dieron fin a la labor de copia del texto, que pudo llevarles unos cuantos meses.
En el siglo XVIII pertenecía al cardenal Antonio de Aragón, quien lo donaría al colegio de San Bartolomé de Salamanca, de donde pasó, cuando la supresión de dichos colegios, a la Biblioteca Real de Madrid. Cabe suponer que de ahí lo cogió José Bonaparte cuando fue rey de España, y luego fue vendido por él mismo al British Museum, cuando sólo era conde de Survilliers.
5. Beato de Liébana. Códice de Gerona.
El Beato de Girona, de una extraordinaria y compleja variedad iconográfi ca, representa la culminación del desarrollo del scriptorium de San Salvador de Tábara. Lo que convierte a este manuscrito en único, es la enorme cantidad de material ilustrativo que se le añade respecto a otros beatos anteriores.
Se abre con una Cruz y una Maiestas, a los que sigue una visión del cielo del que no se conocen precedentes conservados. Siguen seis miniaturas de los evangelistas y no faltan tampoco las genealogías, que se prolongan en un impresionante ciclo de la vida y muerte de Jesucristo, única de este códice y poco común en el arte peninsular de la época.
La acumulación de elementos de diversas procedencias, pero en especial carolingios y musulmanes, también clásicos, las novedades temáticas incorporadas por vez primera y casi sin herencia obligan a reflexionar sobre cómo fue esto posible en 975 en el monasterio de Tábara. ¿De qué biblioteca con manuscritos ilustrados dipusieron los artistas?
La acumulación de elementos de diversas procedencias, pero en especial carolingios y musulmanes, también clásicos, las novedades temáticas incorporadas por vez primera y casi sin herencia obligan a reflexionar sobre cómo fue esto posible en 975 en el monasterio de Tábara. ¿De qué biblioteca con manuscritos ilustrados dipusieron los artistas?
Y, con todo, hay que añadir que sin la imaginación de los artistas y su capacidad de usar, manipular y transformar el material recibido, cosa que solemos negarles con frecuencia y casi siempre con razón, el resultado no hubiera sido el mismo.
*Información tomada de http://www.moleiro.com/es/
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