Al atardecer, sobre las aguas del Guadalquivir y con la compañía de las palmeras centenarias, la torre de la Iglesia de Santa Ana refleja sus dorados colores y atrae la vista de los que disfrutamos del paseo ribereño.
¿Acaso mentía el gran Silvio Fernández cuando decía que "Sevilla no tiene que demostrar que es la ciudad más bonita del mundo"? Así es Sevilla, un lugar que enamora por sus rincones únicos, piedras antiguas y cantes hondos que se mezclan entre históricos palacios reales y soleadas alamedas, una ciudad que se mece sobre las plateadas aguas del Guadalquivir y es acunada por un cielo tan luminosamente azul que merece escribirle los versos más bellos del mundo.
Juan Manuel, sólo una cosa, esa es la Torre de la Iglesia de Santa Ana, al final de la calle Pureza. Gracias y perdona por la corrección.
ResponderEliminarGracias a un comentario anónimo he corregido un error de fotografía en este post.
ResponderEliminarComentaba que la torre de la foto de arriba era la torre de la Iglesia de la O cuando en realidad es de la Iglesia de Santa Ana, como bien afirma este amable lector.
Quizá al tener ambas fotos en la carpeta de Torres de Triana tomé una por otra. Para que la torre de la Iglesia de la O no se queda huérfana de foto le he añadido esta inferior donde se puede ver desde la otra orilla del río. Gracias de nuevo por su comentario.