Por delante del Retablo Mayor nos encontramos con un espacio presbiterial amplio y de fácil movilidad. A ambos lados tenemos dos rejas de hierro que son las que dan acceso a la Capilla Sacramental (lado del Evangelio, habitualmente cerrada) y a la Capilla Carranza o de la Anunciación de la Virgen (lado de la Epístola, habitualmente abierta y da acceso a la Sacristía).
El presbiterio se construye con sillares de piedra y con bóveda nervada a la manera gótica, o, atendiendo a las explicaciones de D. Diego Angulo Iñiguez, una bóveda esquifada con nervios que, en su primer tramo, es rectangular con apertura a las capillas laterales y, una segunda bóveda, que parte de un octógono, cerrándose en su contorno.
Además de las esculturas mencionadas, el retablo incluye una imagen de la Inmaculada Concepción, atribuida a Alonso Cano o a su círculo, fechada en el siglo XVII. Esta talla se encontraba originalmente en una hornacina sobre el camarín central y fue reubicada tras la reforma del retablo en el primer cuarto del siglo XX. La Virgen se representa con las manos unidas en oración.
Esta escultura de la Inmaculada se encuentra en el presbiterio de la iglesia de Santa Catalina, y que formaba parte del retablo mayor antes de la reforma a que fue sometido éste en el primer cuarto del siglo pasado. Así, la Inmaculada se veneraba en una hornacina que se situaba sobre el camarín central ocupado por la imagen de Santa Catalina. Tras la reforma, se eliminaron igualmente dos pinturas que actualmente se encuentran en el retablo de Santa Lucía.
Esta imagen de la Inmaculada Concepción es una obra en madera policromada fechable en el siglo XVII, y está atribuida a Alonso Cano o a su círculo, mientras que otros estudiosos la señalan como obra del autor del retablo mayor, Diego López Bueno, de entre los años 1625 y 1629. Ha sido sometida a varias restauraciones, como la efectuada por el escultor Ricardo Comas que le retalló el brazo derecho, o la más reciente con motivo de la reapertura del templo, por el equipo Sur Restauración.
La imagen, de acusada verticalidad, presenta la cabeza ligeramente inclinada hacia su derecha, con un gesto de humildad y sencillez acorde al misterio representado. Presenta sus manos unidas en actitud de oración, levemente dirigidas hacia la izquierda, contrarrestando la dirección de la cabeza, consiguiendo así un efecto que le dota de un movimiento contenido, reforzado por la pierna derecha adelantada y el pliegue del manto.
Destaca en esta imagen su esbeltez, que le confiere una gran elegancia. La Virgen, que presenta larga cabellera, viste túnica blanca y manto azul, ya que con estos colores se apareció a Santa Beatriz de Silva, fundadora de la Orden de la Inmaculada Concepción, como especifica el pintor Francisco Pacheco al dictar las directrices sobre cómo debe ser representado este misterio mariano en su obra “Tratado de la Pintura”. Tanto la túnica como el manto están adornados con flores y otros motivos vegetales, ricamente estofados en oro, haciendo referencia a la mujer vestida de sol del capítulo 12 del Apocalipsis, ya que a partir de interpretaciones como la de San Bernardo de Claraval, la mujer apocalíptica que presenta San Juan es identificada con la Virgen María. A partir de este pasaje, muestra también la media luna bajo sus pies, donde encontramos igualmente dos cabezas de ángeles, y un aro de doce estrellas que rodean su cabeza. Completa su iconografía con una hermosa peana de plata que es imagen de la fortaleza y de la firmeza de la fe de María, haciendo alusión a la Torre de David de la letanía lauretana.



Santo Domingo de Guzmán. Siglo XVIII.
A veces en el presbiterio, a veces en la Capilla de la Virgen del Rosario.
San Francisco de Paula. Siglo XVIII.
A veces en el presbiterio, a veces en la Capilla de la Virgen del Rosario.
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