En el Monasterio de la Cartuja, una vez que superamos la Puerta de las Cadenas, accedemos aun atrio que antecede a la puerta de la Iglesia de Santa Ana.
Si fijamos a vista en la zona de la derecha nos encontramos con una logia mudéjar sobre la pared lateral de la iglesia y, al fondo, un pequeño estanque.
Tras el estanque, en una hornacina abierta en la pared podemos ver una pequeña cruz de mármol con la representación de una escena de la Virgen María sosteniendo sobre sus rodillas el cuerpo yacente de Cristo, es, sin duda, una representación de un tema figurativo muy popular en el Renacimiento: la pietá.
Pues bien, esta cruz es la llamada Cruz de los Ladrones y, antes de recibir definitivo lugar dentro del recinto religioso, estuvo situado en medio del campo, en un punto intermedio entre lo que entonces era Triana y el monasterio.
Como su nombre indica, la intención era que los asaltadores de caminos y ladrones retuvieran su instinto criminal ante la visión de la imagen de Jesús. Estaba claro que los mismos cartujanos, cuyo monasterio estaba al otro lado del río y apartado de la vida social urbana, sufrían estos asaltos en sus traslados a la ciudad.
Otra cosa es la leyenda sevillana, muy dada a convertir lo real en imaginario, que nos habla de un roo en el interior de la iglesia, de joyas de la virgen desaparecida y de la intervención divina para que los ladrones no pudieran ir muy lejos y poder ser detenidos.
La cruz que en medio del campo debía tener una altura adecuada a la vista de los transeúntes, ha sido recortada para incluirla en el hueco de la pared donde reposa actualmente.
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