Comencemos con algo de polémica. Una de las cosas que más me atraen cuando hablamos de historia, y más concretamente de historia de los nombres de los sitios, es cuando los que escriben utilizan la palabra "vulgo" (vulgarmente conocida, conocida por el pueblo como...) para sentenciar la victoria del nombre dado por el pueblo sobre el nombre oficialmente asignado.
Esto ocurre con el caso de la iglesia a la que vamos a referirnos hoy. Como seguro que han podido averiguar, se trata de la iglesia dedicada a San Juan Bautista, sita en la calle Feria, a la que el pueblo de Sevilla rebautizó con el nombre de iglesia de "San Juan de la Palma" y así es popularmente conocida por todos. Así que hoy vamos a adentrarnos en la iglesia de San Juan Bautista, "vulgo San Juan de la Palma".
Y la pregunta que nos deberíamos hacer en este momento es ¿por qué decidió Sevilla adoptar este nombre?, ¿por qué se olvidó el nombre identitario primitivo?, ¿qué hay detrás de esta vulgarización de la nomenclatura del templo?
Para entenderlo hay que remitirse al considerado primer historiador de nuestra ciudad, a la persona de don Diego Ortiz de Zúñiga (Sevilla, 1636-1680) que fue un noble español, historiador de renombre, Caballero de la Orden de Santiago, caballero Veinticuatro de Sevilla por algunos años y autor de los "Annales Eclesiásticos y Seculares de la muy Noble y muy Leal Ciudad de Sevilla, Metrópoli de Andalucía", obra en la que recoge los acontecimientos de la ciudad desde 1246 hasta 1671.
La historia-leyenda que nos cuenta Ortiz de Zúñiga acerca del nombre de la iglesia está reflejada en un cuadro que estaba colgado en la confluencia de las escaleras para bajar al salón de la Casa Hermandad de la Amargura y de las escaleras para subir al tesoro. Podemos transcribir lo que viene en el cuadro:
En el cementerio de esta iglesia donde en
el presente está la cruz, antiguamente estaba una palma al
pie de la cual están enterradas muchas personas que en años
de pestes se han sepultado allí, donde pasó el milagro siguiente:
En el año 1337 cuando hubo en Sevilla muchos herejes, predicó
en esta iglesia un fraile de la orden de San Francisco, el cual
dijo que nadie delinquiese contra la fé, porque las paredes
tenían ojos y oídos. La noche siguiente en punto
de las doce, un hereje que oyó este sermón, haciendo burla
de lo que el predicador había dicho, se llegó a la palma y le
dijo: Palma, la Madre de Dios no quedó virgen después del
parto. Otro día por la mañana fuera a la Inquisición un hombre anciano
y denunció a este hereje, al cual prendieron los Señores
Inquisidores y le tomaron su confesión y negó, envió
la Inquisición a casa del denunciador para que se ratificara
en su dicho y yendo a buscarlo a su casa dijo un nieto
del denunciador que el hombre que buscaban era su
abuelo que haría 80 años que estaba sepultado l pie de la
palma del cementerio de San Juan, con lo cual volvieron la Inquisición
y le dijeron al hereje lo que pasaba, el cual dijo
que era verdad y que Dios había permitido que aquel muerto se levantase
para que se castigaran sus pecados. Los Señores
Inquisidores lo penitenciaron.
Este milagro mandaron poner los Señores Inquisidores en esta Santa Iglesia
con cuya orden se hizo aquí. Se copió en el antigua año de 1794.
Dejando atrás la leyenda y la adopción de su nombre popular, debemos adentrarnos, aunque sea brevemente, en la historia real del templo. El origen de San Juan de la Palma debemos buscarla en el año 1085 cuando en este lugar se mando erigir una mezquita por orden de la célebre Itimad, esposa del rey taifa de Sevilla Al-Mutamid. La mezquita estuvo levantada hasta tiempo después de que el Rey Santo conquistara la ciudad en el año 1248.
No sería hasta el año 1478 cuando se construiría la iglesia cristiana sobre la mezquita. De aquella iglesia original sólo nos ha sido legado la portada principal, la bóveda de la Capilla Sacramental y la parte baja de la torre. La iglesia se construyó según los cánones gótico-mudéjares imperantes a finales del siglo XV.
El siglo XVIII fue clave en su composición de hoy en día, ya que se derriba gran parte y se reconstruye, finalizando la obra en 1724.
Al igual que ocurrió en otras muchas iglesias de la ciudad, en 1936, al inicio de la guerra civil este templo sufrió grave vandalismo anticlerical que destruyó parte del edificio y sustrajo multitud de obras de arte y piezas de gran valor simbólico y económico.
Se pudieron salvar las tres imágenes que procesionan cada Domingo de Ramos con la Hermandad de la Amargura: Jesús del Silencio, la Virgen de la Amargura y San Juan Evangelista.
Cuenta la historia que las imágenes titulares de la Amargura fueron retiradas del culto el 27 de abril de 1936, ante el temor de que San Juan de la Palma fuese incendiada, y trasladadas al almacén de Carlos González Campos, sito en la calle Marqués de Paradas. El temor no era en absoluto infundado, el almacén de la Hermandad, y la iglesia de San Juan de la Palma fueron asaltados el 18 de julio de 1936. Resultando destrozados muchos enseres. Entre ellos estaba el paso del Desprecio de Herodes, estrenado en 1919, obra de José Sanjuán Serrano.
Al no tener paso, ni imágenes secundarias, la imágen del Señor del Silencio salió en 1937 sobre el paso del Cristo de la Salud de la Hermandad de San Bernardo. En 1938 se estrenó el paso actual, aún sin terminar, con los candelabros de las esquinas y en los costeros unos cedidos por los carmelitas del Buen Suceso. En 1939 el paso del Desprecio de Herodes salió con el trabajo de talla terminado, pero aún sin dorar. Los primeros años el soldado que lleva las plumas blancas en el casco estaba policromado como negro, blanqueándose unos años después.
Ocurrió lo mismo con el paso de palio de la Virgen de la Amargura que no se libró de los destrozos. Resultaron muy dañados 7 varales, parte de la candeleria, la peana, y la trasera de los respiraderos. En la Semana Santa de 1937, el palio de la Amargura sacó 8 varales de la Hermandad de la Carretería, y la peana, parte de la candelería y 8 jarras pequeñas de la Hermandad de San Bernardo.
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