domingo, 14 de mayo de 2023

La iglesia de San Juan de la Palma (4): la Torre-Campanario y Espadaña.

 

A la derecha de la portada principal, y sobre la nave del Evangelio se levanta la torre, en la cual se definen dos partes claramente diferenciadas; la zona inferior en la que se conservan restos del antiguo alminar, mientras que el cuerpo superior es fruto de la restauración del siglo XVIII. Sobre el primitivo cuerpo de la torre se erige la zona de campanas compuesta por un espadaña de dos cuerpos.


La esbelta espadaña de esta iglesia, realizada en ladrillo y acabada en 1788, como reza un azulejo situado en su frente, consta de tres cuerpos de altura; el primero prácticamente ciego sirve de soporte y altura para los dos superiores donde se alojan las campanas, dos en el cuerpo central y una más pequeña en el superior. 


Siguiendo la estética barroca del momento, presenta incrustaciones de azulejos de reflejos metalizados y semiesferas en su decoración, así como pilastras revestidas de tacos vidriados y los clásicos jarrones a modo de pináculos.


Respecto a la torre, vamos a referirnos a un trabajo académico llevado a cabo por J. Respaldiza Lama donde se pone en valor que el documento más antiguo conservado que hace referencia a dicha torre, como ya vimos hace unos días, es el contrato para la construcción de la portada principal del templo, fechado el 28 de julio de 1420 y firmado por Alfonso Guillén, mayordomo de la iglesia y por los maestros canteros Juan Rodríguez de Lebrija y Martín Martínez. En él que podemos leer: ". 

..E que fagamos encima del fastyal un campanario para la campanilla, tal como está hecho en la iglesia de Santa Agna de Triana. E otrosy que fagamos una escalera desde la torre de dicha iglesia do están las campanas del campanario, fasta el dicho campanario, que avemos de fazer do ha de estar la campanilla. E otrosí que fagamos una puerta segund que pertenesçe a la dicha torre para servidumbre del escalera. E que la aportyllemos de sus axarrafas a la dicha escalera. E otrosy que fagamos un canal de la dicha escalera por do salga las aguas a la calle... ". 

Se habla, por tanto, de la torre donde estaban las campanas, diferenciándose este campanario del que se iba a construir sobre la portada, en el hastial de la iglesia. Igualmente, se habla de la escalera que los uniría y de la puerta de la torre que daría acceso a esta escalera y que no hay que confundir con la escalera de caracol de la torre para acceder desde la planta baja. 

Así, podemos afirmar que la torre campanario, ubicada a los pies de la iglesia en el lado del Evangelio, ya estaba construida en 1420, y poseyó un segundo cuerpo de campanas. Su planta es cuadrada, sólo se conserva el primer cuerpo, habiendo sufrido sucesivas transformaciones, y conformándose actualmente el campanario como dos espadañas sobre los muros meridional y occidental de la antigua torre. Ambas se edificaron en el siglo XVIII, según reza en dos azulejos del muro occidental: 

"SE ACABÓ EL AÑO DE 1788." 

Y la inscripción de la otra, posiblemente, haga referencia al campanario que existió en el hastial, sobre la portada: 

"ESTE CAMPANARIO SE TRASLADÓ A ESTE SITIO AÑO 1789"


Este campanario se construyó con una parte baja en forma de capilla privada: la llamada Capilla de los Esquivel, capilla de la que vamos a hablar a continuación para describirla someramente.

La antigua capilla de los Esquivel ocupa la planta baja de la antigua torre campanario, se adosa al muro septentrional del templo, sobresaliendo levemente del muro de la fachada de los pies. Abre a la nave del Evangelio, actualmente por una puerta de cuarterones colocada posiblemente en 1904, cuando la capilla perdió su función y comenzó a utilizarse como dependencia y almacén de la Hermandad de la Amargura, a quien había sido cedida en 1724 mediante contrato por sus patrones los Esquivel. Al respecto existe una inscripción en uno de los muros:

"EN ESTA ANTIGUA CAPILLA RECIBIERON CULTO NUESTRAS
IMÁGENES TITULARES DESDE EL AÑO DE 1724 AL DE 1904"

Con anterioridad, la capilla poseyó una reja de madera que la separaba de la nave de la iglesia, marcando su carácter privativo. Estaría colocada en el arco abierto en el muro de la iglesia, de mayor luz que el yuxtapuesto, correspondiente al grueso muro de la torre que es, semejante a los arcosolios de los muros oriental y meridional de la capilla, realizados para la ubicación de los altares y sepulturas. El arcosolio correspondiente al altar mayor, se ha descubierto al retirarse una vitrina y un tabique, quedando también al descubierto la decoración mural objeto de este estudio. 


En los muros laterales se abrieron puertas para el servicio de la Hermandad, y en el correspondiente al muro oriental se colocó la lápida antes aludida y una antigua lauda sepulcral con el escudo de los Esquivel y la siguiente inscripción:

"ESTA CAPILLA Y BOBEDA ES DE ALFONZO
DE ESQUIVEL CAVALLERO DEL ORDEN DE SAN
TIAGO COMENDADOR
DE CASTILLEJA
DE LA QUESTA, Y DE SUS HEREDEROS
Y SUBCESORES. DONDE YASE DOÑA
MARIANA DE ESQUIVEL MEDINA Y VARBA
MARQUESA DE VALDEOSERA CUYO POSEEDOR OI
ES D. JUAN DE ESQUIVEL MEDINA Y BARBA.
AÑO DE 1699." 

Existen referencias sobre otra inscripción en el primitivo retablo: 

"ESTE RETABLO MANDÓ HACER, Y PONER
EN ESTA SU CAPILLA, ALONSO DE ESQUI-
VEL, COMENDADOR DE CASTILLEJA DE
LA CUESTA, A HONOR Y REVERENCIA DE
NUESTRA SEÑORA LA MADRE DE DIOS, Y
DE EL BIENAVENTURADO SANTIAGO SU
PATRON, Y DE LA BIENAVENTURADA
SANTA CATALINA MARTIR, AÑO DE 151I". 

La capilla se cubre con bóveda baída y en el muro oriental se inserta la escalera de caracol que sube al campanario y que abría al exterior. Esta escalera termina en una torrecilla poligonal con cubierta esquifada de seis cascos, muy habitual en el mudéjar sevillano. Junto al ángulo nororiental de la torre se encuentra un aljibe que recogía las aguas pluviales, origen posiblemente de las humedades por capilaridad de los muros de esta zona.

En nuestro caso, nos encontramos con una obra del siglo XIV, cuya fábrica de ladrillo ha conservado en parte el revoco original bajo diversas capas de repintes y encalados. Fácilmente, se aprecia el carácter del revoco por la fibra vegetales incorporada para aportar elasticidad al mortero de cal y arena, distinguiéndose al menos dos capas, la superior, el enlucido, más fina y sobre ella la película pictórica muy perdida, ya que la técnica de ejecución sería al temple, no al fresco. Lo que, debido a las condiciones físicas existentes, ha hipotecado su conservación.

Tras retirarse el tabique que los ocultaba, se pueden apreciar los restos de la decoración del arcosolio, correspondiente al altar de la antigua capilla y en la que se ha identificado la escena de Los Desposorios Místicos de Santa Catalina de Alejandría. Sobre el arco, en una de las catas, se aprecian unos trazos que parecen pliegues de vestiduras, evidenciandose que la decoración rebasaba el arcosolio, se extendería por los muros y posiblemente también por la bóveda.

El deterioro sufrido, ha podido deberse a diversas causas. Se ha constatado que se inició en época antigua y los desprendimientos en la parte inferior de la escena, debidos sobre todo a los problemas de humedad del muro por capilaridad, se trataron de paliar en un momento anterior a la colocación en 1724 del retablo que ocultaría la decoración mural, ya que tenemos constancia de la existencia de las pinturas hasta ese momento, como hemos podido apreciar en la escritura recogida por González de León. Por tanto, el primer retablo documentado en 1511, pudo simplemente enmarcar las pinturas murales, o bien estar ubicado en otro de los muros de la capilla.

Los huecos abiertos para el anclaje de un retablo, que provocaron importantes lagunas en la escena, podrían corresponder al colocado por la Hermandad del Silencio en 1724 para sus imágenes, mientras que el retablo de 1843 se apoyaría en el tabique que ocultaba el arcosolio y las pinturas.

La escena está muy perdida, como hemos apuntado anteriormente; sin embargo, los restos conservados son suficientemente elocuentes como para poder identificarla.

Los elementos mejor conservados son los labrados con incisiones y excisiones en el mortero una vez fraguado, para crear aristas vivas que simulen, una vez dorados, brocados y orfebrería. Son visibles algunos trazos del dibujo preparatorios a carboncillo, y ni siquiera se hicieron al fresco las siluetas de los personajes ni los elementos básicos de la composición.

En el centro de la escena se representa a la Virgen con el Niño Jesús en brazos, sentada en una especie de solio formado por un gran cortinaje que remata una corona sostenida por dos ángeles y cuyos extremos inferiores también recogen otros dos ángeles. Santa Catalina arrodillada ante la Virgen y el Niño extiende su mano para que éste le coloque el anillo. La santa aparece coronada, poniendose de manifiesto su rango social. En la parte inferior izquierda se aprecia levemente esbozada de una figura que muy probablemente se trate de un donante. En el intradós del arco se aprecian dos decoraciones superpuestas, la primera de motivos vegetales muy estilizados en blanco sobre fondo rojo, y la segunda a base de estrellas doradas sobre fondo azul.

Sólo se han conservado escasos restos de la capa pictórica en los rostros de la Virgen y el Niño, especialmente los ojos, el fondo azul, el cortinaje rojizo, y el manto de la Virgen con la vuelta también azul con franjas blancas, doradas y azules. Por ello, no podemos apreciar de forma precisa la factura de la obra; sin embargo, por su composición y los exiguos restos conservados podemos considerar que nos encontramos ante una obra de notable calidad, que podríamos equiparar y poner en relación con las importantes obras del siglo XIV existentes en la ciudad, especialmente la Virgen del Coral, la Virgen de Rocamador y la Virgen de la Antigua. 

Esta obra podríamos situarla cronológicamente en la segunda mitad del siglo XIV, vinculándola con más importantes representaciones marianas realizadas en pintura mural en Sevilla, la Virgen del Coral, la Virgen de Rocamador y la Virgen de la Antigua, situadas estilísticamente en el llamado periodo italogótico, con claras influencias de la escuela toscana, especialmente de Siena; si bien, se advierten en la elegancia e inclinación de las figuras resonancias, todavía, del gótico francés.

Finalmente, señalar la trascendencia de este hallazgo, por lo limitado que resulta en nuestras latitudes el repertorio de obras murales del siglo XIV y de esta calidad. Hay que lamentar su estado de conservación, por lo que ha sido esencial paliar los factores que han determinado este estado, eliminando en lo posible las causas del deterioro. Y así mismo es de importancia capital la puesta en valor de esta obra, que enriquece de forma singular el panorama de la pintura sevillana medieval y aporta datos importantes sobre la génesis de esta escuela, que cada vez se va perfilando con unas características singulares y específicas. Igualmente, sería necesario realizar las catas pertinentes para determinar en que grado se ha conservado la decoración del resto de la capilla y si ha lugar su recuperación.

(Información proveniente del trabajo "La pintura mural de los desposorios místicos de Santa Catalina en la Iglesia de San Juan de la Palma de Sevilla", obra de Pedro J. Respaldiza Lama y publicado por Laboratorio de Arte en 2002).

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