España ha cambiado mucho en las últimas décadas.
Este transcurrir del tiempo se nos hace presente cuando nuestros abuelos empiezan a contarnos las batallitas de la mili, del colegio o de la guerra, de su guerra.
Es posible que, incluso, lo percibamos cuando nuestros hijos crecen a una velocidad endiablada absorbiendo toda nuestras fuerzas para dirigir sus incipientes vidas y su educación mientras a nosotros nos asoman algunas canas y algunas calvas en la cabeza.
Pero también hay elementos externos a nuestro círculo humano que aflojan nuestra memoria y sacan a la luz instantáneas de nuestras vidas, de nuestra historia y de la obra de los que llevado a cabo en nuestra tierra.
Y ahí quiero llegar, si hay alguien que reflejó durante cincuenta años la historia, la sociedad, la cultura, la pobreza, la riqueza, la agonía y posterior levantamiento de nuestras gentes, ese ha sido Rafael Sanz Lobato, Premio Nacional de Fotografía 2011 y precursor de una escuela de fotógrafos de la posguerra que documentó la verdad de nuestros pueblos y costumbres y sin cuyo aporte documental no podríamos entender nuestro pasado.
Para quien aún no le conozcan, Rafael Sanz Lobato nace en Sevilla en 1932, aunque muy pronto, en 1941, se marcha con sus padres a Madrid en busca de futuro.
En 1956, trabajando en una fábrica y con un salario decente se compró sus primeras cámaras fotográficas, unas Nikon, que le permitió adquirir cierta destreza en el manejo de la imagen.
Así lo contaba él en una entrevista:
"En mis inicios era fotógrafo de fin de semana y a diario trabajaba en una empresa americana de aparatos de compresión.
No trabajaba los sábados y a primera hora cogía mi coche, mi dos cámaras Nikon compradas a plazos y elegía un sitio del mapa: los caballos de Galicia, los toros de la Vega... y ahí empezó mi documentalismo antropológico.
Era el 72, el año en el que compré el coche. Un fin de semana hacía las fotos y otro las revelaba. Fueron 15 o 16 años frenéticos. Disfrutando muchísimo y trabajando más".
"En Real Sociedad Fotográfica había un grupo que los domingos muy temprano cogía un coche y, cargados con las cámaras, se iban por los pueblos de Madrid, no muy lejos, a Chiloeches, Chincón (...) Me acerqué y les pregunté si me dejaban ir.
Recuerdo que llegamos a un pueblo. Éramos ocho, en dos coches que dejamos en las afueras para no romper la estética interior. Nada más aparcar salieron todos disparando sus cámaras como locos. Me quedé pasmado junto al coche. Me fui despacito hasta donde había unos niños a los que mis compañeros estaban friendo a fotos. Luego vi que hacían lo mismo con dos ancianas y me quedé perplejo. No había que pedir permiso y a la gente no parecía importarle. Todo el pánico que tenía larvado en el cerebro se me fue de golpe".
Después vinieron los desencuentros con los de su gremio. Se sintió sólo.
"Cuando gané el premio que creó el torero Carnicerito de Málaga con el retrato de El Maletilla (en la imagen de abajo), la revista oficial de la Real Sociedad Fotográfica también se negó a reproducir la foto.
La bronca fue de escándalo. Nos arrinconaron, y a mí no se me ocurrió nada mejor que acordarme, en público, 'de la Virgen y de los zapatitos del niño Jesús'.
Recuerdo que llegamos a un pueblo. Éramos ocho, en dos coches que dejamos en las afueras para no romper la estética interior. Nada más aparcar salieron todos disparando sus cámaras como locos. Me quedé pasmado junto al coche. Me fui despacito hasta donde había unos niños a los que mis compañeros estaban friendo a fotos. Luego vi que hacían lo mismo con dos ancianas y me quedé perplejo. No había que pedir permiso y a la gente no parecía importarle. Todo el pánico que tenía larvado en el cerebro se me fue de golpe".
"Cuando gané el premio que creó el torero Carnicerito de Málaga con el retrato de El Maletilla (en la imagen de abajo), la revista oficial de la Real Sociedad Fotográfica también se negó a reproducir la foto.
La bronca fue de escándalo. Nos arrinconaron, y a mí no se me ocurrió nada mejor que acordarme, en público, 'de la Virgen y de los zapatitos del niño Jesús'.
Me amenazaron con denunciarme por blasfemar. Mis compañeros de La Colmena pusieron cara de paisaje y decidí quedarme sólo. Hasta hoy."
En la actualidad Rafael Sanz Lobato tiene una gran deficiencia en sus ojos debido a una enfermedad degenerativa, sin embargo, el fotógrafo se ayuda de unas potentes lupas y de un aparato instalado por la ONCE para leer y distinguir detalles de algunos de sus trabajos. Y como no podía ser menos, aquí lo podemos ver en una fotografía casi autobiográfica.
Para aquellos que les haya sido interesante este texto y la figura de Rafael Sanz Lobato (y créanme que los es, y mucho), desde el día 17 de Enero podemos ver una exposición con lo mejor de su obra.
Acudan a verla porque allí encontrarán un trocito de historia de este país, un trocito de nuestra propia historia.
Exposición de Rafael Sanz Lobato en Sevilla: Fotografías: 1960-2008.
Lugar: Espacio Santa Clara (Calle Becas)
Gracias por la información de la exposición. No me la pierdo
ResponderEliminarWonderful photos. Capturing today, which will become the past, is an important gift to the future.
ResponderEliminar