La escalera principal de la casa-palacio fue mandada construir personalmente por doña Regla y es, sin duda, una de las piezas más notables de todo el recinto y es ejemplo del afán coleccionista de la condesa.
Su amplioespacio es fruto de la demolición de varias estancias más pequeñas adornándose los suelos del suelo con nuevos mosaicos romanos. En las paredes colocó paneles con algunos de los más hermosos azulejos que poseía, mientras que para cubrir la caja de la escalera utilizó un magnífico techo de lacería mudéjar procedente de una torre del castillo de los duques de Arcos en Marchena.
Doña Regla visitó este castillo en 1904 cuando ya el edifico estaba saqueado y su patio principal convertido en una plaza de toros. Fue entonces cuando compró la techumbre, a la que años más tarde pudo añadirle el friso de yeseras renacentistas del mismo palacio. se trata de relieves con bustos de damas y caballeros alojados bajo unos arcos de características platerescas, alternado con las armas "Ponce de León".
El castillo de Marchena se abandonó a finales del siglo XIX y su expoliación fue una grave pérdida para el patrimonio artístico andaluz, sólo se consiguió salvar una de las puertas (que podemos ver en el Alcázar sevillano en uno delos accesos a los jardines) y lo adquirido por la condesa de Lebrija.
Quedaba la barandilla para terminar la escalera. La condesa se había encaprichado de la barandilla de una casa sanluqueña, pero, al no poder adquirirla, mandó a su carpintero que la copiara con la más exacta prolijidad, en madera de caoba.
Se adornan los muros altos de la escalera con una serie de retratos de los antepasados de la condesa, un gran cuadro de la "Adoración de los Reyes", un repostero con las armas familiares y un tapiz flamenco de asunto bíblico con el personaje de David.
En el desembarco de la escalera se conservan tras grandes arcones mejicanos de estilo colonial y, en alguna ocasión, me pareció ver el busto en bronce de don Eduardo de León, conde de Lebrija, que nació en esta casa en 1919 y la cuidó y habitó hasta su fallecimiento.
La condesa adquirió para la escalera (también para el cenador de cristal y el comedor de verano) una patada de azulejos renacentistas provenientes de la amortización el convento de San Agustín (edificio abandonado por las autoridades públicas y que parte de él es ocupado actualmente por una manzana de pisos en la esquina de la avenida Luís Montoto con la Plaza de San Agustín, aunque su mejor vista es por la calle San Alonso de Orozco).
En este amplio lote de compra de azulejos entraron lotes con fechas de creación distintas y realizados por dos artistas diferentes aunque muy conectados por una misma tradición. El conjunto más temprano es un grupo de paneles atribuibles a Cristóbal de Augusta, ceramista que realizó los azulejos del salón del baile del Alcázar de Sevilla hacia 1575. En algún azulejo de la escalera aparece la fecha 1585 por lo que podemos datar la obra en esta fecha.
Cristóbal de Augusta combinó aquí figuras, frisos de grotescos y candelabros, medallas con retratos y motivos ornamentales de origen textil, inspirados en tejidos flamencos y en tratados italianos de arquitectura clásica. Como parte de este conjunto es de resalta la cariátide que decora el descansillo de la escalera.
Otros paneles están datados en 1610 y 1611 y decoran el arranque de la escalera y el friso horizontal que la remata. el autor fue Hernando de Valladares, ceramista sevillano discípulo de Cristóbal de Augusta.
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