Cuando traspasamos la puerta del compás del Convento de los Capuchinos nos adentramos en un lugar cuyas cuatro paredes rebosan elementos religiosos: las catorce estaciones del Via Crucis en azulejos, algunos retablos de santos y de la Divina Pastora, imágenes de San Isidoro de Sevilla o Fray Diego de Cádiz.
Junto a la pared que hace de fachada, y escoltada por dos cipreses, podemos ver un pedestal con la cruz de hierro que estaba situada en el antiguo cementerio que dependía del convento capuchino.
Sin embargo esta cruz no es la original que se encontraba delante de la puerta del Convento. Aquella, de hierro forjado, tenía un sólo pilar como soporte pétreo y estaba fechada en el siglo XVII. Al retirarse los símbolos religiosos de las vías urbanas a mediados del siglo pasado, la cruz fue trasladada por los religiosos a la huerta, donde permaneció hasta 1966.
En esta fecha se le buscó el emplazamiento actual, en el atrio de la iglesia, donde permanece, pero el herrero encargado de arreglarla la sustituyó por otra moderna sin interés artístico.
La cruz se encuentra sobre un pedestal dividida en cuatro partes bien diferenciadas:
- la primera de ellas es de forma cuadrada, estrecha y revestida de cerámica azul, es sólo un soporte sin interés estético.
- la segunda, de forma cúbica, también revestida de cerámica azul pero representando las imágenes del Beato Bernardo de Correón en el frontal, y en los laterales las imágenes del Beato Ángel de Acrio y de Fray Serafín de Montegranario;
- sobre este pedestal se levanta otro también de forma cúbica, éste de material con el escudo de la Orden Franciscana en el frontal y los de María y Jesús en los laterales;
- sobre éste, otro de material pero de forma cilíndrica con un relieve en piedra en forma de diadema formado por hojas y frutas;
- sobre ésta última se levanta la Cruz de hierro forjado ya citada.
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