Desde la Giralda también podemos apreciar la esbelta y rechoncha figura de la Torre del Oro. Los reflejos áureos de esta torre albarrana aún pueden adivinarse. Su especial mezcla de mortero, cal y paja prensada le dio, hace siglos, unos reflejos dorados sobre el rio que sirvió para que se le diera el nombre por el que la conocemos en la actualidad.
En las tardes de otoño podemos aún adivinar estos rayos dorados desde la lejanía catedralicia.
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