Era un momento entre luces y sombras, cuando las lumbres callejeras emergen para luminar nuestros paso. Y allí al fondo ocupaba el horizonte el Giraldillo, preparándose para una nueva velada bajo el cielo morado sevillano.
¿Acaso mentía el gran Silvio Fernández cuando decía que "Sevilla no tiene que demostrar que es la ciudad más bonita del mundo"? Así es Sevilla, un lugar que enamora por sus rincones únicos, piedras antiguas y cantes hondos que se mezclan entre históricos palacios reales y soleadas alamedas, una ciudad que se mece sobre las plateadas aguas del Guadalquivir y es acunada por un cielo tan luminosamente azul que merece escribirle los versos más bellos del mundo.
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