¿Acaso mentía el gran Silvio Fernández cuando decía que "Sevilla no tiene que demostrar que es la ciudad más bonita del mundo"? Así es Sevilla, un lugar que enamora por sus rincones únicos, piedras antiguas y cantes hondos que se mezclan entre históricos palacios reales y soleadas alamedas, una ciudad que se mece sobre las plateadas aguas del Guadalquivir y es acunada por un cielo tan luminosamente azul que merece escribirle los versos más bellos del mundo.
miércoles, 30 de mayo de 2018
El símbolo de la Cuesta del Bacalao.
En la imagen de arriba podemos ver una representación gráfica de un lomo de bacalao. Es los ue veríamos los modernos. Sin embargo, esta palanca de madera que representa, efectivamente, un lomo de bacalao no es ni más ni menos que un grandioso ejemplo de la recuperación de la memoria histórica de la ciudad.
La calle Argote de Molina, conocida popularmente por Cuesta del Bacalao, toma prestado su sobrenombre de los pequeños comercios de ultramarinos que existían en ella desde el siglo XIX hasta hace unas décadas que los bares, restaurantes y zonas de ocio ocuparon su lugar.
En la esquina que vemos existía una tienda de ultramarinos que tenía el nombre de "El Brillante" regentada por D. Jesús Sanz. Allí como no podía ser de otra forma, podríamos conseguir todo tipo de alimentos y especias, muchos de ellos llegados de allende los mares.
Uno de ellos era el bacalao, un alimento que, si bien se pescaba en las frías aguas del Océano Ártico, llegaba a nuestra ciudad secado y dispuesto para ser vendido. La tradición de secar el pescado para conservarlo se remonta a la época vikinga, pero el proceso de salar pescado comenzó en el siglo XV, cuando los pescadores españoles y portugueses navegaban a Terranova. Este bacalao, preservado en sal, se mantenía en buen estado durante la travesía.
El bacalao seco salado también es popular en los países católicos, gracias a una tradición que data de la edad media. El Papa ordenó a los católicos comer pescado en lugar de carne durante la Cuaresma. De esta forma, los océanos nórdicos exportaron este pescado a los católicos del mundo durante muchos años y aún lo siguen haciendo, confirmándose una de las tradiciones más "rancias" de la religiosidad sevillana de la primavera.
D. Jesús Sanz colocó en el sitio que vemos ahora (desde 1922 a 1976) un bacalao de madera, símbolo de su establecimiento y que, con el tiempo, también se convirtió en símbolo de una calle y símbolo de una ciudad que tiene en su Semana Santa una forma de dar vida al cordón umbilical de la Cuesta del Bacalao con las tradiciones centenarias de Sevilla.
Con el tiempo, "El Brillante" cerró y el "bacalao" de la calle Argote de Molina se fue deteriorando. Treinta y siete años después, en 2013, un empresario sevillano, D. José Baco, mandó restaurarlo a Dña. Beatriz Zamora, ofreciéndolo después al Ayuntamiento, quien ordenó colocarlo de nuevo en su original emplazamiento para recuerdo de una época, de una calle y de unos comerciantes que nos acercaban los productos del Nuevo Mundo y ... del Polo Norte.
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