Cuando paseamos por la calle San Esteban en dirección al centro de la ciudad y alcanzamos la esquina de la calle Mosqueta nos encontramos con un insólito elemento encajado en la pared color albero de la fachada de ésta última.
De material metálico, ya oxidada por el tiempo, y suponemos que sin carga peligrosa, una bomba del siglo XIX (bala de cañón para ser más exacto) permanece a la vista de todos en recuerdo de una batalla reflejada en los anales de la historia como una brillante defensa de nuestra ciudad, se trata del bombardeo de Sevilla de 1843.
El General Espartero era un tipo de esos de quienes suele decirse que están curtidos en mil batallas, con especial predilección por la estopa contra los carlistas en el norte. Tanto se le agradecieron sus servicios, y tanto se los agradeció él a sí mismo, que acabó convirtiendo en una dictadura su cargo de regente durante la minoría de edad de Isabel II.
Reacción del respetable: subirse por las paredes. En Sevilla, la noche del 11 de junio, un grupo de ciudadanos desarmados vitoreando a la Constitución, a Isabel II y a las libertades fueron masacrados por la caballería. El Ayuntamiento, incapaz de apaciguar los ánimos, declaró a Sevilla en rebeldía contra el gobierno, «el más injusto y opresor», y organizó la defensa de la ciudad contra la diplomacia de la pólvora.
Se hicieron obras de fortificación, acopio de armamento y municiones, la creación de dos batallones francos y el aumento de la Milicia Nacional, así como un hospital de campaña en San Telmo, en definitiva, todo lo que podía contribuir a la defensa de la ciudad.
El primero en llegar fue el general Van Halen, quien se entretuvo a bombazos contra Sevilla en una fecha del año 1843 que empezaba a hacerse fatídica: el 18 de julio. Enseguida se le unió Espartero con su división, dedicando toda la jornada del día 24 a convertir en escombros, a base de zambombazos, toda la zona este de la ciudad.
El primero en llegar fue el general Van Halen, quien se entretuvo a bombazos contra Sevilla en una fecha del año 1843 que empezaba a hacerse fatídica: el 18 de julio. Enseguida se le unió Espartero con su división, dedicando toda la jornada del día 24 a convertir en escombros, a base de zambombazos, toda la zona este de la ciudad.
Testimonio de estos hechos es la granada incrustada en el muro de la casa situada en la esquina de la calle Mosqueta con San Esteban. Fueron 606 bombas y 900 balas.
Tras diversas vicisitudes, Espartero fue declarado traidor y huyó al extranjero, mientras que Sevilla, por su heroica defensa y en nombre de Isabel II, recibió el título de Invicta, representado por una corona de laurel. Y todo esto está inscrito en una pared, en esta que ven en las fotos cercana a la Puerta de Carmona.
Tras diversas vicisitudes, Espartero fue declarado traidor y huyó al extranjero, mientras que Sevilla, por su heroica defensa y en nombre de Isabel II, recibió el título de Invicta, representado por una corona de laurel. Y todo esto está inscrito en una pared, en esta que ven en las fotos cercana a la Puerta de Carmona.
Una historia que tenia completamente olvidada. Gracias por recordármela
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