En las paredes de las tres salas de la primera planta del Archivo General de Indias que suele ser utilizadas para las exposiciones temporales podemos ver colgados 38 óleos en los que se nos presentan a los últimos Gobernadores de la isla de Cuba, importantes personajes que fueron parte de nuestra historia común desde mediados del siglo XVII hasta finales del siglo XIX. Este conjunto de treinta y ocho lienzos de medio cuerpo y tres cuartos, representa a los oficiales que ocuparon este cargo en el último período de la soberanía española, desde 1763 hasta 1899. En su mayor parte, los artistas encargados de retratar a los gobernadores fueron profesores de la Academia de Bellas Artes San Alejandro (Cuba) y del Liceo Artístico y Literario de La Habana (Cuba).
Vamos a ver todos los lienzos uno a uno y hablaremos someramente de cada uno de los Gobernadores, pero antes, para entrar en situación, quisiéramos comentar algunas pinceladas de la propia historia de la isla de Cuba y sus dirigentes, historia que no es baladí para entender a cada uno de estos personajes.
De los libros de historia podemos extraer ciertos documentos que avalan la existencia de 149 gobernaciones diferentes, 99 de ellas con el puesto en propiedad y 50 con ocupantes interinos. Estos gobiernos fueron cubiertos por 138 Capitanes Generales y Gobernadores (algunos lo fueron varias veces como veremos cuando expliquemos los lienzos) con el puesto en propiedad y 50 que fueron provisionales y que asumieron el puesto con interinidad.
Desde el Teniente General Diego Velásquez, quien comenzó la conquista española en Cuba y fue su primer gobernante; al Capitán General Adolfo Jiménez Castellanos y de Tapia, a quien le cupo el triste honor de entregar la soberanía de la Isla, no a los cubanos como correspondía, sino a los Estados Unidos, el 1° de enero de 1898, transcurrieron 387 años de gobierno español en la isla de Cuba. Estos gobernantes evolucionaron, pasaron de tenientes del gobernador de la Española a Gobernadores y luego a Capitanes Generales. Notoriamente es este un resumen simplificado del camino recorrido por la gobernación española en Cuba, proceso que, en sentido general, consolidó el poder de los gobernantes insulares. Desde el inicial siglo XVI, hasta las postrimerías del siglo XIX, los gobernadores de Cuba fueron concentrando prerrogativas a medida que la Isla caribeña iba ganando importancia para la Corona española.
Pero a medida que la gobernación y posterior capitanía general de Cuba iba ganando en importancia y organización, las características de las personas designadas para la misma también cambiaban: aumentaba el grado militar de los designados, su experiencia de mando y gobierno, sus títulos nobiliarios, también se hacían mayores las relaciones familiares tanto con la Corte como con las elites insulares.
En sentido general, los hombres designados para gobernar Cuba no se nombran por capricho, si no que responden a necesidades marcadas por la correlación de fuerzas interimperiales y las necesidades de la corona hispana. El estudio de las vidas de estos hombres, antes y después de su mando en Cuba, señala que la Isla se fue convirtiendo en un destino no solo apetecido, si no imprescindible, si se quería jugar un papel importante en la política española.
La capital del primer Gobernador de Cuba, Diego Velásquez, fue la villa de Nuestra Señora de la Asunción de Baracoa, los territorios bajo su dirección comprendían a toda la Isla, pero con alguna efectividad sus poco pobladas villas. Esta situación continuará cuando la sede se traslade a Santiago de Cuba. En esos momentos iniciales los gobernadores insulares estaban subordinados a la Audiencia y al Gobernador de Santo Domingo.
Ya para la segunda mitad del siglo XVI, La Habana cobra una importancia inusitada al convertirse en la escala obligada para los tesoros en viaje rumbo a Europa por lo que la capital se traslada a La Habana. El primer gobernador establecido en La Habana lo fue, entre 1546 y 1548, el Licenciado Antonio de Chávez. Debió esperarse hasta 1556, cuando, por disposición real se fija la residencia de los gobernadores de la Isla en La Habana.
Esta decisión dificultaba la dirección de la distante región oriental por lo que el 8 de octubre de 1607 se decide dividir el gobierno de Cuba en dos jurisdicciones, una con centro en La Habana y la otra en Santiago de Cuba. En lo militar, la segunda quedaba supeditada a la primera; en lo administrativo, cada una se entendería directamente con el Consejo de Indias; y en lo judicial, ambas se supeditaban a la Audiencia de Santo Domingo. Se reservaron los títulos de Gobernador y Capitán General de Cuba al de La Habana mientras que el de Santiago de Cuba recibiría los de Gobernador y Capitán de Guerra.
Otros de los territorios que formaron parte de la Capitanía General de La Habana lo fueron Las Dos Floridas, situación que duró hasta inicios del siglo XIX. Según se fue consolidando el territorio de la Nueva España y perdiendo importancia el de La Española, Cuba pasó a depender económica y militarmente de este virreinato.
El Capitán General y Gobernador de la Isla, para fines del siglo XVIII tenía asignado un sueldo de 8.348 pesos, más otros 2.000 para el pago del alquiler de la casa, al no estar terminado en La Habana el Palacio de Gobierno. Pero a lo largo ese siglo estos gobernantes fueron acumulando funciones por las que aumentaron su remuneración, al recibir la retribución de 4.000 pesos como Juez Protector y Superintendente de la Renta de Tabacos, y el mismo monto por ser Juez Protector de la Real Compañía de Comercio de La Habana; a lo que se le sumaba 2.000 más por la Compañía del Asiento de Negros.
El título de Capitán General suponía el mando supremo de las tropas en la jurisdicción correspondiente, por lo que, una de sus principales preocupaciones fue el mantenimiento de los sistemas defensivos, fortalezas y tropas regulares o de milicias que estaban bajo su mando. Pero en el caso de Cuba, por su lejanía, y por su importante posición geográfica, los asuntos políticos, de orden público, de justicia y de control político se convierten en prerrogativas de estos funcionarios. Se ocuparon del fomento económico, funcionando también como juez de apelaciones. Cumplieron, además, funciones legislativas al dictar ordenanzas e instrucciones y publicar bandos con el objetivo de ajustar a las circunstancias concretas de Cuba las leyes emanadas de la autoridad real. También realizaron nombramientos de las autoridades subordinadas a su dirección y ratificaban la elección de los cargos en los cabildos.
Durante las Guerras de Independencia en Cuba, los Capitanes Generales dirigieron también las operaciones militares. Con la muerte de Fernando VII y la quiebra definitiva de la monarquía absoluta y el inicio del Estado Liberal, esta situación cambiaría radicalmente. Todos los lienzos de los que hablaremos más adelante son posteriores a esta época.
Se asentaron las bases de un nuevo status colonial que acabó fortaleciendo el poder del Capitán general frente a familias criollas, basándose en el control de la Isla de Cuba bajo rotundos parámetros institucionales que las someterían hasta el punto de convertir a Cuba en todo lo contrario de lo que había sido durante el reinado anterior.
La situación de Cuba, como parte del Caribe, un mar convulso por las contradicciones imperiales que en él se dirimieron, la hicieron una verdadera frontera, ya fuera contra Francia, o Inglaterra, la guerra siempre asoló las costas de la Isla. Esta situación propició que la gobernación de la Isla fuera concebida como un importantísimo cargo de dirección, definitivo en la defensa y consolidación del imperio español.
Por esta razón desde finales del siglo XVI, los gobernadores y capitanes generales de Cuba, como generalidad, eran personas con experiencia militar y/o de gobierno y de ser posible enterados de la situación de la Gran Antilla y su entorno. La designación de los dirigentes insulares estaba mediada por las mejores o peores relaciones que tuvieran en la Corte Española.
En los orígenes de la gobernación de Cuba, los Gobernadores eran nombrados por la Audiencia de Santo Domingo, siempre aprobado por el rey, al menos así ocurrió durante el siglo XVI. Posteriormente, los nombramientos se efectuaban a propuesta del Consejo de Indias y del propio monarca. Se debe tener en cuenta que el cargo de Capitán General podía ser comprado, al menos hasta inicios del siglo XVIII, lo que no solo sucede con la plaza de Cuba. Un ejemplo de esto es Diego de Córdova y Lazo de la Vega quien compró el cargo en 14.000 pesos.
Como consecuencia del saqueo y destrucción de La Habana por el corsario francés Jaques de Sores, la Corona dejó de nombrar letrados para el gobierno de la Isla y, en su lugar, comenzó a nombrar militares, por lo que el Virrey de Nueva España, en 1556, decidió enviar a La Habana a un destacado militar, el capitán Diego de Mazariegos.
Se puede constatar que de los 123 Gobernadores y Capitanes Generales de Cuba, 26 de ellos ostentan uno o más títulos nobiliarios, algunos fueron heredados, otros otorgados a sus portadores por sus méritos como militares o gobernantes. Esta cantidad de títulos nobiliarios ostentados por los supremos gobernantes españoles de Cuba nos indica la importancia del destino habanero para la Corona, al elegir personas revestidos del prestigio otorgado por un título de nobleza. Precisamente el momento en el que la Isla aumenta su valor para el menguado imperio español, a lo largo del siglo XIX, encontramos a la mayoría de estos nobles: 21, cuando ya quedaba poco tiempo para el desastre final de 1898.
"Señor, en cumplimiento del Tratado de París,
de lo acordado por las Comisiones militares de la Isla
y las órdenes de mi Rey,
en este momento del mediodía de hoy, 1° de enero de 1899,
cesa de existir en Cuba la Soberanía española
y comienza la de los Estados Unidos..."
Estas palabras de Adolfo Jiménez Castellanos y de Tapia, el último Capitán General Español de Cuba ponían fin a 388 años de dominación española en Cuba. Con ellas terminaba también las funciones de los Gobernadores y Capitanes Generales, máximos representantes de los gobiernos españoles en la Isla. Fueron casi cuatro siglos los que estuvo Cuba bajo la soberanía de las monarquías hispanas, en este período se conformaron elementos esenciales de la cultura política insular, tradiciones que sobrevivieron a la propia dominación española.
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