¿Acaso mentía el gran Silvio Fernández cuando decía que "Sevilla no tiene que demostrar que es la ciudad más bonita del mundo"? Así es Sevilla, un lugar que enamora por sus rincones únicos, piedras antiguas y cantes hondos que se mezclan entre históricos palacios reales y soleadas alamedas, una ciudad que se mece sobre las plateadas aguas del Guadalquivir y es acunada por un cielo tan luminosamente azul que merece escribirle los versos más bellos del mundo.
domingo, 21 de agosto de 2016
La Calle Justino de Neve.
Entre la Plaza de los Venerabes y el Callejón del agua nos encontramos con un estrecha calle de poco más de cincuenta metros de larga. Es la Calle Justino de Neve, el canónigo de la Catedral recordado por su amistad con el gran pintor Bartolomé Esteban Murillo y por ser, entre otras muchas cosas, el impulsor de la creación del Hospital de los Venerables.
Allí, en una de sus esquinas podemos ver un azulejo donde se recuerda su buenhacer y el hecho de que fijara su residencia personal en aquel lugar, en aquella casa desde donde podía hacer seguimiento a los trabajos de construcción del hospicio para los venerable sacerdotes.
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Soy un Neve y vivo en San Diego, California. Próximamente visitaré esta calle y desenterraré la historia de mi familia Sevillana. Gracias por este post.
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