jueves, 13 de julio de 2023

La iglesia del Convento del Espíritu Santo (4): el Niño Jesús Milagroso.



En el Convento del Espíritu Santo de Sevilla se venera, desde hace siglos, una bella imagen del “NIÑO JESÚS MILAGROSO”. Acerca de la figura del Niño Jesús corre una leyenda que vamos a contar a continuación. Una leyenda, un misterio y una alegría para las hermanas del convento.

Es todo un misterio, como decíamos, conocer la procedencia de la figura infantil y su llegada  al Convento. Cuenta la tradición que “un desconocido llegó al torno monacal y pidió por favor a la monja tornera, le guardarse el paquete o cajón que traía, hasta que vinieran a recogerlo”. La buena voluntad de la hermana tornera quiso que le ofreciera su ayuda al viajero y guardara el objeto.

Pasaron días, meses y, ¡hasta un año!, y nadie reclamaba el paquete confiado. Las monjas expusieron el caso a los Superiores mayores y estos decidieron abrirlo. Fue enorme la sorpresa al descubrir que se trataba de una bella imagen de un Niño Jesús: Con gran alegría lo recibieron en la Comunidad y como no sabían cuál era su nombre lo denominaron “El Niño Esposo”. Por aquellos tiempos, aún existía la rama masculina de la Orden y las monjas lo vistieron como a uno de los frailes de la misma.

En las crónicas del Monasterio del último tercio del siglo XVII se le conoce con este nombre y se relatan las revelaciones que hizo a la Madre Juana de la Cruz Lozano y Soriana, monja del Monasterio y mística por excelencia, que vivió en estos años.

Esta divina imagen, aunque dentro del recinto claustral, empezó a ser conocida por los fieles y a realizar innumerables favores y milagros entre ellos. No es pues de extrañar que su primitivo nombre quedara obscurecido para dar paso a este otro: “NIÑO MILAGROSO”, que ponía de manifiesto la actuación milagrosa a favor de sus devotos.

La imagen lleva en su mano izquierda una Cruz y en la derecha un pequeño silbato en forma de pez y una campanita. En una de sus revelaciones a la Madre Juana pidió le pusieran ésta última, como símbolo de las llamadas que interiormente hacía a las almas. Sin previo aviso, el joyero que la realizó grabó en ella lo mismo que el Niño había pedido: una rosa y una Cruz. Algunas felices personas, dicen haber oído el toque de la campanita al verificarse un gran favor o milagro.

La imagen, contemplada objetivamente, seduce. Tiene un “no sé que”, que arrebata y emociona. Se diría que está viva. Parece que cambia de color algunas veces, que sonríe, que está a punto de hablar, que está más o menos triste o alegre. ¿ ilusiones?. Es algo comprobable...

No se ha podido averiguar, qué escultor la hizo, ni a qué escuela pudiera pertenecer. Sí tenemos, un dato interesante. En un libro sobre obras de arte, realizado en Sevilla, se omitió su imagen al no poder dar referencia sobre la misma.

Un alma muy santa y conocida en esta ciudad, exclamó al contemplarla “Esta imagen tiene rasgos de divinidad”. Y el Niño Jesús en una de sus revelaciones a la Madre Juana le dijo, refiriéndose a la imagen: “ESTE ES MI VERDADERO RETRATO”.

Su festividad se celebra el 3 de Enero, día del Dulce Nombre de Jesús. Tanto en este día, como en el de Pentecostés y los primeros domingos de cada mes, la Divina Imagen se expone en la Iglesia del Monasterio.

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