El retablo mayor de 1690 de Cristóbal de Guadix es todo un ejemplo del barroco sevillano. Fue realizado en madera de pino de Flandes y el concepto artístico está plenamente impregnado de aristas barrocas. A pesar de tener más de tres siglos de existencia, la conservación del mismo es muy buena. El escultor cobró por la obra 25.300 reales de la época.
Las esculturas y relieves son de Pedro Roldán excepto la imagen que lo preside, la Virgen cambiando los pañales al Niño que se atribuye a Luisa Roldán en una fecha anterior a la del propio retablo.
En el vemos cómo cuatro columnas salomónicas de seis espiras decoradas con pámpanos separan las calles laterales de la central.
La iconografía del retablo mayor se centra en la Orden Franciscana, titular del templo. En él se encuentran San Francisco de Asís portando el crucifijo y por encima el busto de San Miguel con la balanza y la espada (foto de arriba) y en el lado derecho Santa Clara portando el ostensorio con el que espantó a los sarracenos y el busto de Santa Catalina con la rueda de su martirio. Se cree que estos dos bustos pudieron salir de las manos de Luisa Roldán.
En el ático hay un relieve de la Natividad de la Virgen obra de Pedro Roldán y a ambos lados las imágenes de San Juan Bautista y San Juan Evangelista y en el remate el escudo de la Orden de Santa Clara.
En el banco se sitúa el Sagrario de plata con incrustaciones en marfil que realizó el orfebre Manuel Domínguez en 1967 estando flanqueados por dos figuras que representan a San Buenaventura y San Antonio de Padua.
¿Qué obra nos legó Cristóbal de Guadix en la iglesia del Convento de Santa María de Jesús?.
Aunque nacido en la localidad cordobesa de Montilla, Cristóbal de Guadix se estableció en Sevilla, donde desplegó una intensa actividad que lo convirtió, junto con Bernardo Simón de Pineda y la familia de los Ribas, en una de las figuras claves en la consolidación de la modalidad salomónica en el retablo sevillano como lo patentiza su abundante producción, escalonada entre las últimas décadas del siglo XVII y los primeros años del siglo XVIII en que se produciría su fallecimiento.
De su producción queremos ocuparnos ahora de su intervención en el convento sevillano de franciscanas de Santa María de Jesús.
Hasta ahora estaba documentada su intervención en el retablo mayor, concertado en 1690, monumental “máquina” articulada por cuatro potentes soportes salomónicos, que se repiten a menor escala en el ático, centrado por un relieve de remate curvo. En la nave del templo se emplaza un conjunto de retablos colaterales cuyos caracteres estilísticos y cronología han hecho pensar en su adscripción al propio maestro. Son los retablos dedicados a San Andrés, Santa Ana y la Virgen, San Antonio e Inmaculada Concepción, que responden a un esquema común consistente en retablo hornacina en forma de arcosolio encuadrado por columnas salomónicas revestidas de rosas o de hojas de parra y racimos, y capiteles con los caulículos dispuestos hacia arriba. Las superficies se decoran a base de placas rectangulares con talla muy prolija.
Tales elementos hacen pensar que Cristóbal de Guadix pudiera haber realizado la totalidad de estos retablos, y la documentación que ahora conocemos confirma tal suposición, aunque solo se han localizado las escrituras de concierto de algunos de ellos.
El 24 de diciembre de 1696 Guadix concertaba con don Martín de Vera la realización de un retablo de madera de borne y cedro, “según el dibujo y diseño que para ello está hecho y para en mi poder”, para colocar en el altar del sagrario de la iglesia conventual que nos ocupa.
No se indican especificaciones técnicas, tan solo el plazo de entrega, que sería para finales de febrero del año siguiente de 1697, y el precio, 3.000 reales en moneda de vellón, fraccionados en tres pagos de 1.000 reales: el primero a finales del propio mes de diciembre en que se firma la escritura; el segundo para finales de enero del siguiente año de 1697; y el tercero cuando esté acabado y puesto el retablo. La labor de dorado y estofado fue concertada por don Martín de Vera el 4 de mayo de 1697 con el maestro dorador y estofador Juan Francisco Sánchez.
Este retablo destinado para sagrario se identifica, tal como estipula la escritura de la labor de dorado, con el actual de San Antonio, en el que como señala Gloria Centeno, el banco está partido para la colocación del tabernáculo sacramental.
Al año siguiente de 1697, el 14 de mayo, Cristóbal de Guadix concertaba para el mismo templo otro retablo, de madera de borne y cedro, “según el dibujo y diseño que para ello está hecho y para en mi poder”, que habría de colocarse en el altar de Nuestra Señora de Gracia, “que está en el dicho convento junto a el altar de Señor San Antonio”.
Lo debería entregar, junto con la figura del Espíritu Santo que habría de colocarse en él, para el día 8 del siguiente mes de septiembre. El precio estipulado de 4.500 reales de vellón se fraccionaría como era habitual en este tipo de obras: un primer pago de 2.000 reales que ya había percibido el artista; 1.000 reales a los dos meses de la fecha de la escritura; y los 1.500 reales restantes cuando esté acabado e insta-lado el retablo. A cuenta de esta obra, Guadix otorgó el 17 de octubre de 1697 carta de pago de los 1.500 reales que ha recibido como resto del importe total en que se había concertado.
Como la escritura de concierto señala la ubicación del retablo junto al de San Antonio, ha de identificarse con el actual de la Inmaculada, que responde al estilo de Guadix, y que quizás pudo advocarse en otros tiempos como de Gracia, bien por presidirlo otra imagen titular, o bien como expresión del simbolismo de la Inmaculada como llena de Gracia, aunque la figura del Espíritu Santo que prescribía el contrato pudo haberse sustituido por el actual remate que alberga el relieve de San Antonio con el Niño, de caracteres estilísticos roldanescos.
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