Un convento que pasa desapercibido. En el número 22 de la calle Águilas, a medio camino entre la Plaza de Pilatos y la Plaza de la Alfalfa, un pórtico monumental de piedra destaca sobre unos muros gruesos que se extienden a lo largo de gran parte de la citada calle. Junto a esta entrada nos encontramos un azulejo con la imagen de San Pancracio, un santo muy venerado por los sevillanos y que tiene su adoración especial cada lunes.
Por esta razón, esta iglesia de una sola nave, que pertenece a la Congregación de Franciscanas Clarisas desde los primeros años del siglo XVI y cuyo nombre formal es de Iglesia del Convento de Santa María de Jesús, es más conocida con el sobrenombre de la Iglesia de San Pancracio.
Fue en 1498 cuando el Papa Alejandro VI concedió a Don Álvaro de Portugal el permiso para la fundación de un monasterio según la regla de Santa Clara, permiso conservado en una bula plomada con hilos de color rojo y amarillo que se conserva en ella archivo del convento.
El convento fue fundado en el año 1502 cuando Don Álvaro recibió el permiso del Cardenal Cisneros para fundarlo y comprar unas casas de la colación de San Esteban a la condesa de Haro, aunque no sería hasta unos años después cuando se contrató el levantamiento de la iglesia, la zona de las habitaciones y el refectorio al arquitecto cántabro Pedro Díaz de Palacios quien fue el encargado de diseñarlo al igual que el Convento de Santa Madre de Dios situado en el barrio de San Bartolomé. Para habitarlo llegaron doce monjas del convento de Santa Isabel de Córdoba a la orden de la abadesa Marina de Villaseca.
Los inicios de la congregación, como decíamos, fueron en unas casas particulares aportadas por su fundador, Álvaro de Portugal, familiar directo de la Reina Católica, pero no sería hasta el periodo 1588-1595 cuando el arquitecto Pedro Díaz de Palacios levantó un edificio que tiene como centro un claustro principal en torno al cual abren la iglesia, el refectorio, la enfermería, sala capitular y dormitorios. El claustro consta de tres galerías con arcos peraltados sobre columnas de mármol en la planta baja y vanos adintelados en planta alta, mientras que su galería sur comunica con un pequeño patio de arquerías sobre columnas.
El 31 de julio de 1765, el convento fue destruido en gran parte a causa del fuego ocasionado por la caída de un rayo. En una noche tormentosa se prendió fuego a la parte alta de los dormitorio. Pronto se corrió hacia la escalera principal y la techumbre de otras estancias. En medio de la tormenta las monjas fueron evacuadas hasta el convento cercano de San Leandro.
Un año largo duraron las obras del nuevo edificio que es el que conocemos actualmente con ciertas adaptaciones que se efectuaron en 1850.
En el muro exterior del convento está situada la entrada principal a la iglesia, una puerta adintelada de estilo renacentista-manierista realizada por Alonso de Vandelvira en 1590 rematada con dos columnas que sostienen un dintel sobre el que vemos dos ángeles que sostienen la leyenda siguiente: "SANCTA MARIA ORA PRO NOBIS. SE REN. AÑO DE 1695".
Sobre el dintel nos encontramos una hornacina con la imagen tallada de la Virgen María realizada por el escultor Juan de Oviedo en 1695.
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