En alguna ocasión nos hemos referido a las cruces de hierro que señalaban los diversos cementerios que existían en la ciudad, muchos de ellos nacidos de grandes epidemias como el caso del que vamos a hablar en el día de hoy.
Ya en su día pudimos conocer la historia de la Cruz del Garfio, una cruz que actualmente está enmarcada en una poco profunda hornacina de la fachada principal de la Iglesia de Omnium Sanctorum, en la concurrida Calle Feria.
Pero esta cruz no es la única que podemos ver en ella, en el interior, justo cuando nos adentramos en el recinto eclesial nos encontramos con dos hermosos ejemplares más, a la derecha la llamada Cruz de Linos, a la izquierda la Cruz de Caravaca, de la que hablaremos mañana.
La Cruz de Linos es una cruz de carneros (en 1649 una epidemia de peste procedente de África asoló Sevilla, causando la muerte a casi la mitad de la población. Para poder enterrar con celeridad tal cantidad de cadáveres se abrieron carneros o fosas comunes en distintos puntos de la ciudad.) que recibe su nombre del de la calle en el que estaba situada .
La Calle Linos era (porque ya no existe con este nomenclátor, hay una Calle Lino, en singular, por la zona de la Avenida de Hytasa) era, aproximadamente, lo que es actualmente el trozo de la Calle Feria que va desde la Iglesia de Omnium Sanctorum hasta la Calle Resolana.
La Cruz de Linos es una cruz grande de hierro forjado. en el centro tiene el anagrama de María constelado por la corona de espinas y los brazos de la cruz y el haz de rayos que emerge del centro está decorado con flores.
Está datada en 1649 fecha en la que se creó el cementerio. a lo largo de su vida llegó a tener una Hermandad que hoy está desaparecida. Se retiró de su emplazamiento original en 1841 y se colocó en la Iglesia de Omnium Sanctorum en 1854.
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