Cada cierto tiempo, Sevilla es agasajada con la publicación de alguna obra literaria que merece la pena leer, releer y guardar en un lugar privilegiado de nuestra biblioteca.
La semana pasada tuve la oportunidad de asistir a la presentación de una magnífico libro en la sede de la Fundación Cajasol titulado "Sevilla en clausura". Sus autores, el fotógrafo Don Antonio del Junco y el médico Don Ismael Yebra estuvieron acompañados en dicha presentación por Don Antonio Pulido, presidente de la fundación y gran promotor económico de la obra y el Arzobispo de Sevilla, Don Juan José Asensio, quien avaló el trabajo de campo de los autores mediante sendas cartas a las madres abadesas de los conventos.
De la obra no hay más que decir que ha tenido una gran aceptación entre el público y que los medios de comunicación se han hecho eco de la misma obteniendo inmejorables críticas de sus periodistas y columnistas (más estos que los otros).
Para mí ha supuesto una bendición de carácter personal, pero de esto hablaré más adelante. También ha sido un gran hallazgo literario por lo que supone de introducirnos, por un lado, en el plano cognitivo del interior de estos recintos cerrados para la mayoría de nosotros y, por otro lado, en el plano de inmersión religiosa, donde uno vuelve a hacer se muchas preguntas y el ejemplo de las monjas te da muchas respuestas.
La obra es amena, tanto por la lírica de Ismael Yebra ( ya nos contó que sus tres primeros capítulos convencieron al Sr. Arzobispo a darles permiso de entrada a los conventos de clausura) como por el ojo poético de Antonio del Junco.
Me parece que entrar en detalles es pecata minuta con la inmensidad de la obra al completo. Hay que leerla y disfrutarla y el precio de 20 euros es una buena excusa para pedírsela a los Reyes Magos. Yo les animo a ello.
Para el final he querido dejar la anécdota personal.
Hace muchos años, más de los que uno quisiera, una amiga personal tuvo la valentía de dar el paso e ingresar en un convento de clausura.
Se llamaba, se llama Lucía y se adentró en los gruesos muros del Convento de Santa María de Jesús, más conocido por Las Teresas.
Después de tanto tiempo, ha tenido que ser la cámara de Antonio del Junco la que me muestra su siempre sonriente cara y su amable figura, y no en una ocasión sino en varias instantáneas. Debo decir que en ese momento, cuando la descubrí en una de sus fotos, debí hacer un gran esfuerzo por no soltar lágrimas de emoción.
Me parece que después descubierto en sus páginas, desde mi más humilde púlpito bloguero, es una obligación personal darle las gracias a Antonio del Junco e Ismael Yebra por tan meritoria expresión de la clausura según Sevilla.
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