El Museo Arqueológico de Sevilla posee inumerables joyas de nuestra historia, desde los tartesos hasta la edad Media. Espectacular es, sin embargo, las joyas que podemos ver del periodo romano, especialmente por la abundancia de restos excavados en la vecina Itálica, de donde han salido el mayor número de piezas.
En la foto podemos ver la figura de una de las deidades romanas: la Diosa Diana, diosa virgen de la caza y protectora de la naturaleza.
Nacida poco antes que su hermano gemelo Apolo en la isla de Ortigia (luego llamada Delos), Diana era hija de Júpiter y Latona. Siendo testigo de los dolores del parto de su madre, concibió tal aversión hacia el matrimonio que pidió y obtuvo de su padre la gracia de guardar perpetua virginidad, como su hermana Minerva.
Por esta razón estas dos diosas recibieron del oráculo de Apolo el nombre de «vírgenes blancas».
El propio Júpiter la armó con arco y flechas y la hizo reina de los bosques. Le dio como comitiva un numeroso grupo de hermosas ninfas que debían hacer votos de castidad, y con quienes se dedicaba a la caza, su ocupación favorita.
Diana era grave, severa, cruel e incluso vengativa. Prevalecía sin piedad contra todos los que se ganaban su resentimiento: no vacilaba en destruir sus cosechas, devastar sus manadas, sembrar epidemias a su alrededor, humillarles e incluso matar a sus hijos.
A instancias de Latona se unió a Apolo para matar con sus flechas a todos los hijos de la infeliz Níobe, que había presumido de su más numerosa prole. Trataba a sus ninfas con el mismo rigor, si olvidaban su deber: transformó a Calisto en osa y la expulsó de su cortejo por quedar embarazada.
También fue la perdición del pastor Acteón, que la vio bañándose desnuda junto a sus ninfas, por lo que Diana lo transformó en venado e hizo que sus propios perros de caza lo devorasen. En otra ocasión, en un acceso de celos, taladró con sus flechas e hizo fallecer cruelmente a Orión.
Se enamoró, aunque sólo platónicamente, del pastor Endimión, a quien besaba cuando dormía tan suavemente que no se despertaba.
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The Archaeological Museum of Seville possesses inumerables jewels of our history, from the tartesos up to the middle ages. Spectacular it is, nevertheless, the jewels that we can see of the Roman period, specially for the abundance of remains excavated in the neighbor Itálica, wherefrom the major number of pieces have gone out.
In the photo we can see the figure of one of the Roman deities: the Goddess Diana, virgin goddess of the hunt and protective of the nature.
Born just little before that his twin brother Apollo in Ortigia's island (then called Delos), Diana was daughter of Jupiter and Latona. Being a witness of the pains of the childbirth of his mother, he conceived such a distaste towards the marriage that asked and obtained of his father the grace of guarding perpetual virginity, as his sister Minerva.
For this reason these two goddesses received from the oracle of Apollo the name of "white virgins".
Jupiter armed her with arch and arrows and made her a queen of the forests. he gave to her a numerous group of beautiful nymphs who had to do votes of chastity, and with whom she was going to hunt, her favorite occupation.
Diana was serious, severe, cruel and even vindictive. She was prevailing mercilessly against all those who were gaining her resentment: she was not hesitating to destroy his crops, to devastate his herds, to sow epidemics around it, to humiliate them and even to kill their children.
To Latona's instances she joined Apollo to kill with her arrows all the children of the unlucky person Níobe, who had presumed of her more numerous offspring. It was treating her nymphs with the same rigor, if they forgot their duty: she transformed Calisto in dares and she expelled her from her courtship because to be a pregnant woman.
Also she was the ruin of the shepherd Acteón, who saw her bathing undresses together with her nymphs, for what Diana transformed him into deer and did that her own hunting dogs were devouring. In another occasion, in an access of jealousies, she pierced with her arrows and made expire cruelly to Orión.
She fell in love, though only platonically, of the shepherd Endimión, whom she was kissing when he was sleeping so softly that he was not waking up.
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