Los Jardines de Murillo están conectados con la conocida Plaza de Santa Cruz por una calle poco transitada. Esta calle lleva el nombre de Antonio Nicolás. Antonio Nicolás fue una persona interesada por la cultura, por la historia y por la bibliografía. Vivió en el siglo XVII y fue el creador de la bibliografía moderna.
Pero lo que hoy nos llama la atención es un azulejo colocado en el frontispicio de una antigua casa en la calle que lleva su nombre.
Es un azulejo de reconocimiento por parte de la Corporación Municipal de 1911 a la figura del dueño de dicha casa por el hecho de regalar a la ciudad, y a todos los sevillanos, los terrenos donde está situada dicha calle, de modo que se pudieran conectar el barrio de Santa Cruz a través de la plaza del mismo nombre y los jardines que hoy conocemos como de Murillo que eran propiedad real y fueron dados al municipio de Sevilla por el rey Alfonso XIII.
Esta es su historia contada con brevedad. La que fuera Huerta del Retiro, perteneciente al Alcázar, había perdido parte de su superficie como consecuencia de la donación a la ciudad efectuada en 1862 para ampliación de la Feria que se instalaba en el antiguo Prado de San Sebastián, terrenos utilizados más tarde para trazar el Paseo de Catalina de Ribera.
Con posterioridad se demandaron nuevos terrenos pertenecientes a la huerta –patrimonio real- con el objeto de conectar el barrio de Santa Cruz con el arrabal de San Bernardo donde se construiría la nueva estación ferroviaria, unión imposibilitada por el muro que desde los jardines y huertas de los Alcázares, cerraba el barrio hasta la actual plaza de Refinadores y la calle Cano y Cueto. La demanda no fue atendida hasta 1911 cuando el propio Alfonso XIII haría posible la cesión. Este año también se cede este terreno privado del que hablamos hoy para conectar los jardines y el barrio de Sana Cruz.
Es entonces cuando se construye el nuevo muro de cerramiento de los jardines del Alcázar, desde el callejón del Agua hasta el Paseo de Catalina de Ribera, tal y como hoy lo vemos. Al arquitecto Juan Talavera y Heredia, que intervendría también en el Paseo, se le encarga dar forma al nuevo espacio incorporado a la ciudad. Ahí surgen estos jardines.
Los jardines del Retiro, como se les conocería inicialmente, carecerían de diseño hasta que, en 1915 Juan Talavera ejecutara el diseño que ha llegado a nuestros días. Será en 1918 cuando, a petición del director del periódico El Liberal, se les de el nombre de Jardines de Murillo debido a que el pintor fue enterrado en la iglesia que estuvo en la cercana plaza de Santa Cruz.
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