Sobre la fachada de una de las casas que rodean la Plaza de Santa Cruz nos encontramos con esta lápida que sirve de homenaje a uno de nuestros más célebre pintores, Bartolomé Esteban Murillo.
Murillo, fundador de la Academia de Bellas Artes, recibió este homenaje en 1858 de parte del ente académico, colocándose esta lápida en el lugar donde fueron depositadas sus cenizas.
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