viernes, 21 de marzo de 2025

La Iglesia de Santa Catalina (15): el lienzo de la Exaltación de la Eucaristía.

 

Junto al retablo de Santa Lucía y próximo a la puerta del muro de la Epístola, podemos ver este lienzo propiedad de la Hermandad y cuyo título es "Exaltación de la Eucaristía". Este óleo sobre lienzo es anónimo y está datado en el siglo XVIII. 

La pintura está dividida en dos planos. En el inferior se reúnen en actitud de dialogo los cuatro Padres de la Iglesia perfectamente distinguidos por sus atributos iconográficos. En la parte superior, sostenido por querubines, se aparece un lujoso ostensorio barroco con la Sagrada Forma. A ambos lados, un coro de ángeles músicos canta en su honor.


El decreto sobre el Santísimo Sacramento de la Eucaristía firmado por los padres conciliares en 1551 indicaba en su capítulo VI la necesidad caritativa de tener como hábito el llevar "honoríficamente" la Eucaristía a los hogares para ser administrada a los enfermos, que no podían trasladarse al templo. 

Ello dio lugar a las llamadas "procesiones de impedidos" organizadas por la Hermandad Sacramental en tiempos de la Pascua de Resurrección como una misión de caridad y como un testimonio público de fe, por lo que así eran valoradas como vértice de la labor evangelizadora de la Iglesia. 

La procesión se iniciaba desde la misma Capilla Sacramental y exteriormente quedaba circunscrita a los límites de la collación. La puesta en escena se caracterizaba por un protocolo que precisaba el cortejo desde el muñidor con el campanil hasta el palio, definiendo las insignias, la presidencia con varas y el orden de los hermanos que portaban las "candelas" 

Las indicaciones tridentinas subrayaban la exigencia de que la manipulación y exposición de la Sagrada Eucaristía se hicieran "cuidadosamente". Esta premisa motivó la fabricación de lujosos portaviáticos o altares portátiles, donde el Santísimo se alojaba durante la procesión y se exponía ante los aquejados en el interior de sus domicilios.



jueves, 20 de marzo de 2025

La Iglesia de Santa Catalina (14): el Retablo de Santa Lucía.

 


Uno de los retablos más visitados de la iglesia de Santa Catalina es el Retablo de Santa Lucía. Este retablo está situado a los pies del templo sobre el muro de la Epístola, justo entre la portada principal y la puerta que da a la calle  Juan de Mesa.

El Retablo de la Primitiva, Fervorosa e Ilustre Hermandad de Santa Lucía, Virgen y Mártir, recompuesto con elementos de principios del XVII, con pinturas de misma datación, procede de la desecularizada Iglesia de Santa Lucía, de donde también procede la portada principal del templo de estilo gótico-mudéjar.
 

El retablo neoclásico del siglo XVIII se compone de banco, cuerpo y ático. El ático corona el retablo con un lienzo del Calvario, en el que a Jesús lo acompañan la Virgen María y San Juan Evangelista.

El cuerpo principal del retablo está presidido por la imagen de Santa Lucía, situada en una hornacina central. Esta talla, atribuida a Francisco Ruiz Gijón, es una muestra del virtuosismo del escultor en la representación de figuras religiosas. A ambos lados de la hornacina central hay sendos lienzos con escenas de la vida de la santa, lienzos del siglo XVII, misma época del retablo.

La santa se presenta de pie, portando sus atributos característicos: aureola de santidad, la espada del martirio, símbolo de su fidelidad y sacrificio por la fe cristiana, la palma del triunfo y el plato con sus ojos, referencia a la leyenda que narra cómo le fueron arrancados los ojos durante su martirio, convirtiéndose en protectora de la vista.


La imagen destaca por su naturalismo y detallismo, características propias del autor. Los pliegues de su vestimenta y la expresión serena de su rostro invitan a la contemplación y reflejan la maestría de Ruiz Gijón. Ha tenido tres intervenciones de restauración: la primera por Castillo Lastrucci, al hacerse cargo de ella la Hermandad; otra en 1959 por Manuel Cerquera, quien estofó los ropajes con diáfanos colores; la última y más reciente, por el profesor Juan Manuel Miñarro, con criterio estrictamente científico y conservador.






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miércoles, 19 de marzo de 2025

La Iglesia de Santa Catalina (13): las Urnas del Niño Jesús.



 La urna del Niño Jesús en la nave del Evangelio.

En la Iglesia de Santa Catalina de Sevilla, a los pies del templo, se encuentran dos pequeñas esculturas del Niño Jesús que destacan por su singularidad y devoción. Estas imágenes, colocadas en vitrinas individuales, son objeto de veneración y forman parte del rico patrimonio artístico y religioso de esta iglesia mudéjar. 

Ambas esculturas del Niño Jesús están ubicadas en vitrinas situadas en la nave principal, cerca de la entrada del templo. Estas imágenes son pequeñas pero cada una tiene características propias que las hacen únicas dentro del contexto artístico sevillano.


 La urna del Niño Jesús en la nave del Evangelio.



Las dos vitrinas flanqueando la puerta de entrada.



 La urna del Niño Jesús en la nave de la Epístola.


 La urna del Niño Jesús en la nave de la Epístola.



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martes, 18 de marzo de 2025

La Iglesia de Santa Catalina (12): el Retablo de San Cayetano.

 


El Retablo de San Cayetano es una de las piezas artísticas más destacadas de la Iglesia de Santa Catalina de Sevilla. Este retablo, de gran valor histórico y devocional, alberga la imagen de San Cayetano de Thiene, fundador de la Orden de Clérigos Regulares Teatinos y un referente de la espiritualidad contrarreformista del siglo XVI. Su presencia en este templo refleja la importancia del santo en la religiosidad sevillana, así como la influencia de su orden en la ciudad. San Cayetano fue un presbítero, que en Nápoles, en la región italiana de Campania, se entregó a pías obras de caridad, especialmente en favor de los enfermos incurables, promovió asociaciones para la formación religiosa de los laicos e instituyó los Clérigos Regulares para la renovación de la Iglesia, recomendando a sus discípulos el deber de observar la primitiva forma de vida apostólica (1547).

Se trata de un retablo estructurado con banco, un único cuerpo y un ático, cuyas dimensiones son 7,50 x 2,24 x 1,10 metros. Fue elaborado en el siglo XIX y sigue la disposición clásica del retablismo de la época.

En el cuerpo principal, destacan columnas jónicas con el tercio inferior estriado, las cuales enmarcan una amplia hornacina de medio punto. En su interior, se encuentra un notable conjunto escultórico de San Cayetano y la Virgen, atribuido a Cristóbal Ramos y realizado en el último cuarto del siglo XVIII. La escena representa el instante en el que San Cayetano recibe la aparición de la Virgen, un pasaje de gran carga simbólica dentro de la iconografía del santo.

La imagen de la Virgen María se sitúa sobre un trono de nubes, acompañado por tres querubines y dos ángeles. En actitud maternal, la Virgen se inclina hacia San Cayetano y le ofrece al Niño Jesús. Su vestimenta es rica en detalles: una túnica roja, ajustada en la cintura y decorada con motivos florales estofados, y un manto azul, el cual recoge sobre su pecho mediante un nudo o botón. Además, porta un velo sobre la cabeza y una aureola de estrellas.

Por su parte, la escultura de San Cayetano lo muestra arrodillado sobre una nube, con la mirada elevada y los brazos abiertos en actitud de recogimiento. En sus manos sostiene un paño, con el que se dispone a recibir y envolver al Niño Jesús, reflejando el momento de la entrega divina.

La hornacina que alberga la escena está protegida por un cristal y en las enjutas del arco aparece decoración ornamental. En la base de la misma se encuentra una cartela mixtilínea con una inscripción en latín, cuya función es resaltar la importancia de la escena representada.


El ático del retablo está presidido por la imagen de Santa Bárbara, una obra que también se atribuye a Cristóbal Ramos. La santa se presenta según su iconografía tradicional, vestida con prendas lujosas y sosteniendo con ambas manos su atributo característico: una torre de gran tamaño.

A los lados de Santa Bárbara, se levantan columnas corintias y pilastras que finalizan en ménsulas con función de capitel. Sobre ellas descansa un cuerpo superior rematado por un frontón curvo, decorado con jarrones a cada extremo. En el centro del conjunto se sitúa una cartela, la cual enmarca un corazón radiante, rodeado por una ráfaga y coronado en su parte superior.

La mesa del altar, con un diseño de esquinas quebradas, exhibe en su parte central una cartela circular y presenta una rica ornamentación en su parte superior a base de guirnaldas.
Por sus características estilísticas, este retablo guarda una estrecha relación con la producción artística de Francisco José de Acosta “el Joven”, quien estuvo activo en los últimos años del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX. Su obra muestra influencias del barroco tardío con ciertos matices neoclásicos, lo que se evidencia en la estructura y la ornamentación del retablo de San Cayetano.




lunes, 17 de marzo de 2025

La Iglesia de Santa Catalina (11): la Capilla de Nuestra Señora del Rosario.

 

La Capilla de Nuestra Señora del Rosario, situada en la nave del Evangelio de la Iglesia de Santa Catalina, es uno de los espacios más significativos del templo, tanto por su valor artístico como por la devoción que suscita. 


Fue la primitiva capilla sacramental, pero a causa de un pleito, provoca la permuta entre la sacramental y la corporación del Rosario. Ya en el XVIII, se le agrega el camarín para una Virgen que está acompañada por San Félix Cantalicio y de San Benito. Otra de las joyas de esta hermandad es el Simpecado, que está en un lateral de la capilla. Posee azulejos del XVII recuperados en la última reforma.


La capilla fue construida en el siglo XVII y reformada en el XVIII. En 1746, tras un acuerdo con la Hermandad Sacramental, se convirtió en el hogar definitivo de la imagen de Nuestra Señora del Rosario. Desde entonces, ha sido un lugar destacado para el culto mariano en Santa Catalina.


La Hermandad del Rosario se fundó en 1710, tras independizarse de la Hermandad Sacramental. Esta corporación tuvo un papel clave en fomentar la devoción a la Virgen del Rosario, considerada patrona de la feligresía. En 2002, se fusionó con la Hermandad del Carmen, formando una única entidad que sigue promoviendo los cultos y procesiones dedicados a ambas advocaciones marianas.


La Virgen del Rosario es una talla de candelero realizada en el siglo XVIII. La Virgen del Rosario es una Imagen atribuída a la gubia del genial maestro, Francisco Antonio Ruiz Gujón, fue desmochada para vestirla, en 1994 fue reconstruida por el taller Ixbilia, participando el actual taller de ' Daroal', que le puso un hermoso y brillante estofado. Su estilo se inscribe dentro del barroco sevillano tardío, caracterizado por su delicadeza y expresividad. La Virgen está representada con una expresión serena y maternal. Porta al Niño Jesús en su brazo izquierdo, mientras que en su mano derecha sostiene un rosario. La imagen está ricamente vestida con mantos bordados y joyas donadas por los fieles a lo largo de los siglos. Es objeto de gran veneración, especialmente durante el mes de octubre, cuando se celebra el Rosario público y otros actos litúrgicos en su honor.


El retablo que preside la capilla es una obra barroca del siglo XVIII, manierista. Está decorado con columnas salomónicas doradas y un ático rematado con motivos ornamentales típicos del barroco sevillano. La base de las paredes está revestida con azulejos sevillanos del siglo XVIII y el techo está decorado con yeserías barrocas que muestran motivos florales y geométricos.


Además de la Virgen del Rosario, la capilla alberga otras imágenes que enriquecen su programa iconográfico: A los pies de la imagen siempre van dos figurillas que corresponden a San Bernardo de Claraval (que se distinguió por su carácter mariano) y San Juan Nepomuceno, Patrón de los Confesores, ya que fué arrojado con una rueda de molino al cuello por no revelar un secreto de confesión de Juana de Baviera, esposa del emperador alemán Wenceslao VI. Estas imágenes han sido recientemente restauradas por José Pulgar y parecen haber sido realizadas en la segunda mitad del XVII.


San Juan Nepomuceno.


San Bernardo de Claraval, uno de los fundadores de la Orden del Císter.

Estas esculturas complementan el carácter devocional de la capilla y refuerzan su mensaje espiritual centrado en la oración y la intercesión divina. Ademas de San Bernardo y san Juan Nepomuceno, también podemos ver en la capilla las tallas de San Francisco de Padua y santo Domingo de Guzmán que vimos en el post dedicado al presbiterio.


La joya cumbre de esta corporación la constituye su fenomenal "Simpecado de gala", que junto con el de la Virgen de las Aguas de la ex-colegiata del Salvador, son las dos piezas mejores en su género de toda la ciudad. Al parecer, se estrenó en 1768. Va bordado en oro sobre terciopelo rojo, con jugosos motivos rocallas enmarcando un buen óvalo pictórico.

Cuenta una piadosa leyenda que la imagen sostenía el Niño en su brazo izquierdo. Un día, un monaguillo fue a cambiar una lámpara de aceite que ardía contínuamente delante la imagen. Al llegar a la capilla oyó una voz que decía "llama al clero parroquial y di que he dicho esta parte del techo amenaza de ruina" . El acólito, asustado, contestó "Señora, no me creerán ni aunque así se lo diga", a lo que la Virgen contestó "Di que me hallarán con el Niño cambiado de brazo". Cuando los sacerdotes llegaron vieron al Niño cambiado de brazo, examinaron el techo y vieron que el aviso de la Señora era cierto. Desde entonces la Virgen lleva al Niño en esta posición, en recuerdo de aquel prodigio, ya que la Patrona de la Collación de Santa Catalina quiso de ese modo salvar a sus hijos.




viernes, 14 de marzo de 2025

La Iglesia de Santa Catalina (10): el Retablo de la Virgen de la Salette.

 


Sobre el muro del Evangelio y entre la Capilla Sacramental y la puerta exterior nos encontramos con un retablo relativamente moderno, se trata del Retablo de la Virgen de la Salette, una pintura de esta devoción que fue introducida en Sevilla en el siglo XIX, tras la aparición de la Virgen a unos pastores en este pueblo de Francia. La aparición fue en el siglo XIX, sin embargo en un letrero informativo junto al retablo se habla del siglo XVIII lo que puede indicarnos que el retablo en sí pueda ser anterior  y después se le adaptase la pintura de la Virgen junto a los dos niños franceses. Esto sólo es una suposición sin ningún dato real que pueda apoyarla. Si algún amable lector conociera la realidad le agradeceríamos que nos iluminase.

Esta es la historia de la aparición divina.

Nuestra Señora de La Salette, también conocida como la Virgen de la Salette o la Saleta, es una advocación mariana bajo la cual los fieles católicos veneran a la Virgen María tras su aparición a dos niños en el pueblo de La Salette-Fallavaux, en la región de Isère, Francia. Este acontecimiento tuvo lugar el 19 de septiembre de 1846 y dio origen a la construcción de un santuario en el sitio donde ocurrió la manifestación.

Los protagonistas de esta aparición fueron Mélanie Calvat, de 15 años, y Maximino Giraud, de 11 años, dos jóvenes pastores que aseguraron haber visto, en la tarde de aquel día, a una “Bella Dama” envuelta en un resplandor más brillante que el sol. La visión se presentó primero en actitud de profundo dolor, con el rostro entre las manos y lágrimas en los ojos. Luego, la Virgen se levantó y les habló en francés y en patois, el dialecto occitano que los niños entendían.

El mensaje que transmitió estaba centrado en la preocupación por la impiedad que dominaba la sociedad de la época. Con tristeza, les advirtió sobre dos pecados particularmente graves: la blasfemia y el incumplimiento del descanso dominical, incluyendo la falta de asistencia a la misa. Predijo severos castigos si la humanidad no corregía su conducta, pero también prometió misericordia divina para aquellos que se arrepintieran. Su llamado fue claro: rezar, hacer penitencia y difundir su mensaje.

El resplandor que rodeaba la aparición emanaba de un gran crucifijo que llevaba sobre el pecho, adornado con un martillo y unas tenazas. Además, la Virgen tenía sobre los hombros una cadena y estaba engalanada con rosas en su cabeza, cintura y pies. Su vestimenta era blanca, complementada con un chal de color rubí y un delantal dorado. Finalmente, tras dirigirse a los niños, la Virgen ascendió por una colina hasta desvanecerse en la luz.

Después de cinco años de rigurosas investigaciones, el obispo de Grenoble, Philibert de Bruillard, proclamó la autenticidad de la aparición. Posteriormente, el papa Pío IX aprobó oficialmente la devoción a Nuestra Señora de La Salette, consolidando su culto dentro de la Iglesia.

Los pastorcillos afirmaron haber recibido dos secretos de la Virgen, uno comunicado a Mélanie y otro a Maximino. Según su testimonio, ambos fueron revelados el mismo día de la aparición, pero se les indicó que no los compartieran entre sí ni con nadie hasta el año 1858, momento en el que debían ser divulgados. Siguiendo las recomendaciones de Monseñor de Bruillard, estos secretos fueron remitidos en 1851 al papa Pío IX.



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jueves, 13 de marzo de 2025

La Iglesia de Santa Catalina (9): el Presbiterio.

 


Por delante del Retablo Mayor nos encontramos con un espacio presbiterial amplio y de fácil movilidad. A ambos lados tenemos dos rejas de hierro que son las que dan acceso a la Capilla Sacramental (lado del Evangelio, habitualmente cerrada) y a la Capilla Carranza o de la Anunciación de la Virgen (lado de la Epístola, habitualmente abierta y da acceso a la Sacristía).


El presbiterio se construye con sillares de piedra y con bóveda nervada a la manera gótica, o, atendiendo a las explicaciones de D. Diego Angulo Iñiguez,  una bóveda esquifada con nervios que, en su primer tramo, es rectangular con apertura a las capillas laterales y, una segunda bóveda, que parte de un octógono, cerrándose en su contorno.

Además de las esculturas mencionadas, el retablo incluye una imagen de la Inmaculada Concepción, atribuida a Alonso Cano o a su círculo, fechada en el siglo XVII. Esta talla se encontraba originalmente en una hornacina sobre el camarín central y fue reubicada tras la reforma del retablo en el primer cuarto del siglo XX. La Virgen se representa con las manos unidas en oración.


Esta escultura de la Inmaculada se encuentra en el presbiterio de la iglesia de Santa Catalina, y que formaba parte del retablo mayor antes de la reforma a que fue sometido éste en el primer cuarto del siglo pasado. Así, la Inmaculada se veneraba en una hornacina que se situaba sobre el camarín central ocupado por la imagen de Santa Catalina. Tras la reforma, se eliminaron igualmente dos pinturas que actualmente se encuentran en el retablo de Santa Lucía.

Esta imagen de la Inmaculada Concepción es una obra en madera policromada fechable en el siglo XVII, y está atribuida a Alonso Cano o a su círculo, mientras que otros estudiosos la señalan como obra del autor del retablo mayor, Diego López Bueno, de entre los años 1625 y 1629. Ha sido sometida a varias restauraciones, como la efectuada por el escultor Ricardo Comas que le retalló el brazo derecho, o la más reciente con motivo de la reapertura del templo, por el equipo Sur Restauración.

La imagen, de acusada verticalidad, presenta la cabeza ligeramente inclinada hacia su derecha, con un gesto de humildad y sencillez acorde al misterio representado. Presenta sus manos unidas en actitud de oración, levemente dirigidas hacia la izquierda, contrarrestando la dirección de la cabeza, consiguiendo así un efecto que le dota de un movimiento contenido, reforzado por la pierna derecha adelantada y el pliegue del manto.

Destaca en esta imagen su esbeltez, que le confiere una gran elegancia. La Virgen, que presenta larga cabellera, viste túnica blanca y manto azul, ya que con estos colores se apareció a Santa Beatriz de Silva, fundadora de la Orden de la Inmaculada Concepción, como especifica el pintor Francisco Pacheco al dictar las directrices sobre cómo debe ser representado este misterio mariano en su obra “Tratado de la Pintura”. Tanto la túnica como el manto están adornados con flores y otros motivos vegetales, ricamente estofados en oro, haciendo referencia a la mujer vestida de sol del capítulo 12 del Apocalipsis, ya que a partir de interpretaciones como la de San Bernardo de Claraval, la mujer apocalíptica que presenta San Juan es identificada con la Virgen María. A partir de este pasaje, muestra también la media luna bajo sus pies, donde encontramos igualmente dos cabezas de ángeles, y un aro de doce estrellas que rodean su cabeza. Completa su iconografía con una hermosa peana de plata que es imagen de la fortaleza y de la firmeza de la fe de María, haciendo alusión a la Torre de David de la letanía lauretana.








Santo Domingo de Guzmán. Siglo XVIII. 
A veces en el presbiterio, a veces en la Capilla de la Virgen del Rosario.



San Francisco de Paula. Siglo XVIII. 
A veces en el presbiterio, a veces en la Capilla de la Virgen del Rosario.