La iniciativa de crear un teatro en Manila partió de un particular, Agustín Cabrera quien, consciente de las pocas distracciones que la ciudad ofrecía por aquel entonces, se presentó como adalid de la diversión y distracción. Se ofreció a asumir los gastos que tal iniciativa implicaba (desde la construcción del teatro, hasta la formación y mantenimiento de una compañía teatral), a cambio de recibir sus beneficios durante un periodo de seis años.
Decidido el señor Cabrera, mandó su petición al gobernador de Manila, acompañándola de un esquema con la distribución de los distintos espacios del teatro: el reservado para el gobernador y los oidores de la Audiencia ocupaba un lugar privilegiado; muy cerca, los señores de la ciudad; las mujeres tenían su propio espacio diferenciado; y también quedaban algunas gradas de alquiler.
Mucho se debatió en la Real Audiencia sobre este asunto pues había que valorar factores diversos como la ubicación del teatro o los materiales para la construcción, demostrando gran preocupación por la seguridad pública; qué días habría representaciones, qué precio tendrían las entradas... sin dejar nada al azar o a la improvisación.
Por suerte para los vecinos de Manila en el siglo XVIII, las autoridades españolas estimaron, finalmente, que el establecimiento de un teatro era «preciso para el desahogo; necesario para el destierro de la ociosidad, y vicios consecutivos; y conveniente para el exterminio de diversos abusos de la mencionada capital».
El fiscal de la Audiencia de Manila llegó a decir «es indispensable entretener los ánimos ya cargados u ociosos y conviene en las repúblicas numerosas, especialmente en Manila, en la que todo es ocio, buscar ejercicios y empleos y que diviertan los entendimientos inquietos.
No puede extrañar, descrito este panorama, que, un año después de su establecimiento, en octubre de 1779, se diga lo siguiente: «el desempeño de la expresada diversión había salido mejor de lo que podía esperarse de la poca instrucción para el caso de aquellas gentes, en lo que se conocía que el asentista director había tomado el proyecto con inteligencia y aplicación y que al paso que iba se vería dentro de poco tiempo establecido un teatro sobresaliente».
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