viernes, 10 de octubre de 2025

El monumento al Marqués de la Vega Inclán.

 

En el corazón del Barrio de Santa Cruz, entre las calles Fabiola y Ximénez de Enciso, la ciudad de Sevilla ha querido saldar una vieja deuda de gratitud. Allí, en la pequeña plazuela que lleva su nombre, se ha inaugurado recientemente el busto del marqués de la Vega-Inclán, una figura fundamental para entender la Sevilla moderna y el renacer del propio barrio que hoy lo recuerda.

El acto, celebrado el pasado mes de diciembre de 2024, fue el colofón a varios años de esfuerzo por parte de los vecinos del barrio, encabezados por la presidenta de la asociación, María José del Rey, junto a Rafael Cómez, catedrático de Historia del Arte, y Javier Mateos de Porras, promotor turístico y alma del proyecto. Gracias al mecenazgo de la empresa Sando, que sufragó los costes con motivo de su cincuentenario, el busto —obra del escultor Jaime Gil-Arévalo— luce ya sobre su pedestal, recordando al hombre que soñó con devolver a Sevilla la belleza que el tiempo había ido desdibujando.


Benigno Mariano Pedro Casto de la Vega-Inclán y Flaquer, II marqués de la Vega-Inclán, nació en Valladolid en 1858, pero su destino estaba escrito en las piedras de Sevilla. Militar, diplomático, escritor y, sobre todo, visionario, fue uno de los grandes promotores culturales del primer tercio del siglo XX. Su pasión por el arte y su sentido del patrimonio lo llevaron a emprender una tarea que hoy llamaríamos “turismo cultural”, cuando aún nadie usaba ese término. Creó el Museo Romántico de Madrid, la Casa de Cervantes en Valladolid y los Museos de El Greco y del Romanticismo, además de ser el gran impulsor de la red de Paradores Nacionales.

Pero fue en Sevilla donde su huella resultó más profunda. Desde su cargo de alcaide del Real Alcázar, impulsó restauraciones decisivas y comprendió que el antiguo barrio judío, entonces degradado, merecía una segunda oportunidad. Así nació el nuevo Barrio de Santa Cruz, con sus plazas reordenadas, sus casas encaladas y sus patios llenos de flores, convertido en el emblema romántico que hoy enamora a viajeros de todo el mundo. También intervino en la creación del Hotel Alfonso XIII, en la promoción de la Exposición Iberoamericana de 1929 y en la construcción de las casas baratas para los sevillanos más humildes.

Por todo ello, el alcalde José Luis Sanz resumió durante la inauguración lo que muchos piensan: “Hoy la ciudad rinde homenaje, en un acto de justicia, a una de las personas que, sin ser de Sevilla, más hizo por nuestra ciudad en el pasado siglo XX. Considerado el inventor del turismo en España e iniciador de la red de Paradores, su huella en Sevilla fue inmensa y fundamental para conservar y enriquecer nuestra ciudad.”

El busto del marqués, réplica fiel del retrato que realizara en su día Mariano Benlliure, se alza ahora en un entorno que él mismo ayudó a rescatar del olvido. Su mirada de bronce parece perderse entre los balcones floridos y los ecos de guitarras que resuenan por Santa Cruz, como si contemplara satisfecho el fruto de su sueño.

Así, Sevilla devuelve por fin el gesto a quien tanto le dio: un hombre que supo mirar el pasado con respeto y el futuro con esperanza. Y en esa plazuela bañada de sol, entre naranjos y geranios, su nombre vuelve a latir en el corazón mismo de la ciudad que ayudó a renacer.

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