lunes, 9 de octubre de 2023

La Casa de Pilatos (9): El patio principal.



La belleza y singularidad de este patio principal, que es el núcleo del palacio y el único elemento articulador de todo el conjunto, descansa sobre su intensa diversidad estilística. 

Síntasis armoniosa de elementos góticos, mudares, renacentistas y románticos, su fisonomía actual es producto de sucesivas intervenciones desde fines del siglo XV hasta mediados del siglo XIX. El primitivo patio de fines del siglo XV, el de Don Pedro Enríquez y Doña Catalina de Ribera debió ser ya cuadrangular, aunque porticado únicamente en tres de sus lados, galerías que se pueden distinguir por el capitel cónico y liso sobre el que descansan sus arcos. 

La primera intervención documentada de su hijo Don Fadrique, en el palacio, se llevó a cabo en 1526 para cerrar el patio por su lado este, operación en la que respetó en líneas generales las pautas establecidas por su madre, con la excepción de la modificación del tipo de basa y capitel, en los que se inclinó por una basa denominada de garra y por un capital de moñas, reducción esquemática del orden corintio, elementos ambos que gozarán de extraordinaria fortuna empleándose en la mayoría de los patios sevillanos del Renacimiento. 


Así en la nueva galería mantuvo el marqués de Tarifa una de las constantes del patio que es la disparidad del tamaño de sus arcos que van desde poco más de dos metros de luz hasta los tres y medio. Una de las explicaciones posibles de esta irregularidad, ciertamente más acusada en las pandas del palacio medieval, es que la arquitectura mudéjar heredó del arte islámico la tendencia a destacar enmarcándolos con un arco mayor los accesos de las estancias que abren a las galerías. 

Perseveró también el primer marqués de Tarifa en la ornamentación de los arcos, mediante tupidas yeserías de motivos geométricos y vegetales, enmarcadas con alfices que contienen inscripciones en escritura cúfica, un estilo de caligrafía árabe que, según Amador de los Ríos, hacen sobre todo referencia a la grandeza de Alá. La más repetida reza “el imperio perpetuó para Alá, la gloria eterna para Alá”. 


Modificó sin embargo la decoración de los muros, revistiéndolos de altísimos zócalos de azulejos y cambió la fuente central medieval cuya existencia solo conocemos por una breve mención de un anónimo comerciante milanés que viajó Sevilla 1517. Por la fuente actual de planta ochavada, labrada en mármol de Carrara en su día rematada por un sátiro y hoy por el doble rostro del dios Jano, escultura romana de época flavia, es decir, del último tercio del siglo I después de Cristo procedente de la colección del primer duque de Alcalá. 

Esta fuente la adquirió el primer marqués de Tarifa en Genova en 1528, en el mismo taller en el que había encargado entre muchas otras piezas de mármol, la portada del palacio y los sepulcros des sus padres para la Cartuja de Santa María de las Cuevas, panteón de la casa de Ribera. 


Quizás la transformación estética más importante del patio la protagonizó su sobrino y heredero Per Afán de Ribera al enviar desde Nápoles hacia 1570 una enorme colección escultórica cuyas piezas principales en de tamaño muy superior al natural se destinaron a enriquecer las cuatro esquinas del patio y 24 de esos bustos fueron colocados en tondos en todo el perímetro de sus galerías. 

Permaneció el patio inalterado durante casi tres siglos, pues hasta mediado del siglo XIX no se volvería a intervenir en él. Las razones de este largo paréntesis hay que buscarlas en el cambio de propietarios y de bustos. Por una parte en 1639 murió sin descendencia la cuarta duquesa de Alcalá, sucediéndola su prima Ana María Enríquez de Ribera, casada con el séptimo duque de Medinaceli, con lo que la casa de Pilatos, que hasta entonces había sido la residencia principal de sus propietarios, pasó a ser una más de las muchas que poseía la casa de Medinaceli. 


Si durante el siglo XVII las visitas de los duques de Medinaceli son todavía frecuentes, éstas se hacen mucho más raras en la centuria posterior. Los cambios que en los modos de habitación y en la idea del confort introduce la Ilustración del siglo XVIII, que además deplora la falta de regularidad y de pureza estilística, hacían poco atractivo este palacio, solamente con el redescubrimiento del mudéjar por los viajeros románticos, que vuelven a situar este palacio como etapa obligada de los circuitos de la Europa culta, laCasa de Pilatos recobrará nueva vida. 

Desde mediados del siglo XIX los décimoquintos duques de Medinaceli pasar un largas temporadas anuales en este palacio, dedicándose a su restauración desde los parámetros del pintoresquismo romántico. Especial protagonismo tuvo en este proceso la duquesa de Medinaceli, doña Ángela Pérez de Barradas y Bernuy, más conocida por el título que obtuvo en su viudez, duquesa de Denia, quien en las décadas de 1850 y 60 introdujo importantes novedades como la apertura de un acceso en el centro del patio, ajustándose al gusto decimonónico de patios vistos, pero rompiendo con la tradición islámica heredada por el mudéjar de acceso se en eje quebrado, la sustitución del suelo original de barro por nueva solería de mármol blanco y negro, y la colocación en las ventanas de las galerías bajas de nuevos aljimeces pseudo-nazaritas. 

Quedaba así definitivamente configurado el patio, como hoy lo podemos ver, sin más intervenciones que las estrictas de conservación, llevadas a cabo en las últimas décadas por la fundación Casa Ducal de Medinaceli.


Veamos su distribución cómo ha quedado. Accedamos desde el apeadero y atravesemos la doble galería de su frente norte para adentrarnos en el patio principal. 

Es éste un ámbito de grandes dimensiones (aproximadamente 25 x 25 m), de planta cuadrangular, recorrido por galerías (6 x 6 vanos) que rodean sus cuatro lados en planta baja, y los frentes este, sur y oeste en planta alta, cerrándose hacia el sur con la balaustrada de piedra, de calada tracería gótica, que recorre la galería superior. 


Los arcos, de medio punto y peraltados, descansan sobre columnas de mármol con capiteles variados; los tímpanos, arquivoltas y sobrecapiteles están recubiertos de yeserías con inscripciones árabes. La solería del patio, así como la de la galería inferior es de mármol blanco y negro, formando dibujos geométricos; en el centro se ubica una fuente de mármol y en sus cuatro esquinas grandes estatuas. 

El muro que cierra interiormente la galería, en planta baja, esta recubierto de un zócalo de azulejos, de aproximadamente 3 m de altura. Estos, más los que recubren el resto de las estancias en planta baja forman una colección considerada de las más importantes de su género, dada su variedad y extraordinaria composición. Sobre el zócalo de azulejos se reparten 24 hornacinas circulares que alojan bustos de emperadores romanos. Algunos de los huecos que se abren a este espacio aparecen enmarcados por ajimeces decorados con yeserías. 


Rodeando al patio principal se disponen una serie de estancias descritas, a continuación, siguiendo un recorrido de este a oeste y que presentan, como denominador común, unos paramentos recubiertos de azulejos y yeserías. En la crujía este, entre el patio y el Jardín Chico, se dispone el Salón del Pretorio o de los azulejos, de dimensiones rectangulares, techo de casetones mudéjares y portajes de taracea tallada; a continuación se dispone otra estancia de menores dimensiones. 

El frente norte alberga dos estancias: La denominada Antecapilla o de Descanso de los Jueces y una sala anexa. La Antecapilla es de dimensiones rectangulares y se cubre con una estructura de vigas y tablazón labrados; en sus paramentos destaca la portada de yeserías mudéjares que antecede a la Capilla, considerada la parte más antigua del palacio por sus bóvedas nervadas y las molduras de la ventana de estilo gótico. 


A continuación, ocupando la esquina noroeste del patio y sirviendo de tránsito entre dicho patio y el Jardín Grande se abre una estancia sensiblemente cuadrada, denominada Gabinete de Pilatos en cuyo centro se sitúa una fuente octogonal de azulejos. 


En el frente oeste, entre el patio principal y el Jardín Grande, se desarrolla una crujía que alberga dos estancias, la Sala de las Columnas, de dimensiones rectangulares cubierta con un techo de alfarje -uno de sus huecos hacia el Jardín Grande, flanqueado por dos columnas, alberga una reja plateresca- y una sala contigua de menores dimensiones. 

Desde la esquina suroeste del patio se accede a la monumental escalera que comunica las plantas baja y superior del palacio.

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